“¡Hola, me llamo Lorena de la Garza y soy tu candidata a diputada local! Te dejo mis propuestas” les dice esta atractiva muchacha sonriente a los conductores de autos en el semáforo de la Estanzuela en Monterrey. Con una gracia y una condición física envidiable, zigzaguea entre los coches para alcanzar a darle su folleto a la mayor cantidad de gente posible. Algunos no abren la ventanilla del coche, pero la mayoría sí. Detrás de ella corren su fotógrafo y una camarógrafa que aprovechan para conseguir tomas de su candidata en plena actividad proselitista. Quieren subir imágenes y videos a las redes sociales. Me parece que les estorbo, pero es importante para mí escuchar lo que les dice la candidata y más importante, lo que responde la gente. Voy detrás de ella a una distancia mínima. Es muy notorio el contraste entre hombres y mujeres en los vehículos. Los señores le sonríen de regreso a la candidata y aceptan su folleto. Las señoras no nada más toman el folleto, sino que hasta le piden a la candidata que acuda a sus fraccionamientos privados para entrar y hacer campaña o darles una plática a las damas ricachonas. Uno que otro joven conductor permite que la candidata les pegue su calcomanía en la parte trasera del automóvil. “¡Verde!” grita el equipo de Lorena en referencia al cambio de color en el semáforo, y ella, con una velocidad impresionante, se sube al camellón o a la banqueta para que los coches avancen. Estando en el camellón, se le aproxima una mujer de una pobreza dolorosa. Viene cargando dos niños, interpela a la candidata y le pide su celular. No alcancé a escuchar qué le pidió la señora o para qué quería el teléfono, pero sí noté que le marcó inmediatamente a la candidata para verificar que el número fuera el correcto y Lorena de la Garza le contestó enfrente de ella. La candidata corre y regresa a la vorágine del tráfico, donde una señora la detiene y le dice “mi niña, no pude ir a tu último evento, pero te felicito, sigue así. A ver cuándo nos das una plática a mis amigas y a mí sobre la situación del estado. Te queremos mucho. Yo te escribo”. “Claro que sí, cuente con eso” le responde la candidata. “¿Quién es?” le pregunto. “No tengo idea” me responde riéndose “pero la gente sabe que si me escribe por Instagram le contesto.” Intrépida, se aleja de mí para treparse a un camión y bajarse inmediatamente, luego a un tráiler, y así, imparable, saluda y entrega su propaganda a todos. “¡LORE!” le dice otra conductora “ya junté un grupo de mamás preocupadas. Queremos escucharte”. “Sí, ustedes me dicen cuándo” contesta la candidata. “Ella es de un grupo de madres de familia que me apoyan. Se identifican conmigo por que soy mamá de dos y también trabajo. No les gusta lo que el gobernador está haciendo con el estado y les preocupa el efecto de la contaminación en sus hijos. También la inseguridad, la falta de agua, etcétera.” Vuelve a darme la espalda y corre a repartir su folleto a los coches. No es fácil darle alcance, ni siquiera con la vista.

***

Lorena de la Garza Venecia es hija y nieta de presidente municipal en el pueblito de Salinas Victoria, como a una hora de distancia de Monterrey. “¿Qué aprendiste de ellos?” la interrogo en su camioneta cuando vamos camino a otro semáforo para que siga repartiendo su propaganda. “De niña me molestaba mucho que tocaban a la puerta de mi casa a las 2 o 3 de la mañana para pedirle cosas a mi papá. Después entendí que eso es la política y el papel de un presidente municipal en un pueblo. La gente lo buscaba para pedir dinero o hasta para solicitar un ride urgente a Monterrey porque querían ir al doctor. Mi papá nunca se los negó. Entiendo que eso es el verdadero servicio público, no lo que dicen los libros. Es atención permanente a las personas, sin horario fijo. Para la gente en esas comunidades, el presidente municipal es la única noción concreta que tienen del Estado, así que su puerta siempre debe estar abierta. Y no me refiero a la puerta de su oficina, sino

la de su casa.” De arraigada estirpe priista, sus familiares lucharon en la Revolución Mexicana, al menos en la parte de la Revolución que tuvo lugar por estas tierras. Lorena es muy experimentada en eso que los gringos llaman retail politics, algo así como la atención personalizada del vendedor al cliente, muy en el espíritu empresarial de Nuevo León. “Las madres de familia están enojadas con el gobernador. ¿Qué es eso de querer situar a su esposa de presidenta municipal?” me explica. Y sí, Movimiento Ciudadano, la supuesta izquierda progresista y socialdemócrata mexicana no ve nada criticable en este acto de nepotismo descarado protagonizado por su gobernador más famoso. “Las mamás quieren organizarse políticamente porque no ven bien cómo va Nuevo León y en concreto Monterrey. Les molesta la concentración de poder en una sola familia” añade Lorena. Mamás que se organizan contra el nepotismo, el autoritarismo y la concentración de poder. Fascinante, parece sacado de las páginas de Alexis de Tocqueville, pero no es sino la esencia misma de la democracia. Solo puede suceder en la punta de lanza del desarrollo industrial mexicano, Monterrey. Llegamos al crucero y Lorena se me queda viendo con un poco de impaciencia. “Tengo que pedirte que te bajes de la camioneta. Me voy a cambiar de camiseta. En el otro crucero el electorado es muy panista y me puse la playera azul, aquí votaron mucho por el PRI la vez pasada. Me toca ponerme blusa de otro color” me dice sonriente. La espero a una cuadra de distancia y cuando llega la cuestiono “¿cómo has manejado ser candidata de una alianza de partidos históricamente adversarios?”. Me responde con una explicación muy sencilla. “Al principio yo pensaba que era imposible, como la rivalidad futbolística entre Tigres y Rayados. Dos equipos irreconciliables. Luego vi que había un peligro mayor y que compartíamos inquietudes comunes. Cuando yo empecé en la política pensaba que nunca podría irme al PAN. Ahora he aprendido mucho de ellos. Son mejores opositores que el PRI. En el PRI, por la institucionalidad y disciplina, no sabemos ser oposición. Los panistas disfrutan objetar y ser beligerantes. Se complementa bien con mi formación conciliadora y negociadora en el PRI. Trabajamos muy bien juntos y tenemos objetivos comunes a favor de Nuevo León.” Otro semáforo, renovada actividad y brío en el proselitismo. Lorena corre entre los coches, siempre sonriente, al son de su jingle de campaña. Mientras, Ricardo Pompa, el gran amigo que me trajo a Nuevo León y me presentó a la candidata, se pone a cargar y exhibir carteles de Lorena. Me pongo a hacer lo mismo mientras la vemos trabajar. Este crucero es más peligroso, pues los automóviles corren a una velocidad mayor, pero a la candidata no le intimida eso. Tampoco el sol que se desploma con todo el fuego de sus rayos contra los transeúntes. Ella, como un soldado a punto de entrar en combate, se pone su gorra de campaña, pega calcomanías, regala folletos y se toma fotos con algunas personas hasta que otra vez le grita su equipo “¡Verde!” para alertarla del semáforo.

***

Sigue un recorrido en una colonia popular. Mientras la camioneta de Lorena nos transporta hacia arriba de los bellísimos cerros que rodean a Monterrey, se desvanece la fantasía de esta urbe desarrollada, próspera, casi norteamericana. Más y más cinturones de pobreza, más y más colonias en la miseria urbana. Cerca despunta el imponente rascacielos de grupo Gruma, pero abajo y del otro lado, una colección de casitas a cual más pobres, feas, destartaladas en calles que caen por el cerro como tobogán necesitado de reparaciones. La sultana del norte se transforma en una favela sudamericana y tercermundista. Ahí están esos personajes legendarios, las doñitas movilizadoras del PRI, las lideresas de colonias, las jefas de vecinas que ejercen autoridad en su manzana, con sus camisetas priistas y banderines de Lorena. Son pocas, pero enérgicas, bravas. Gritan y cantan consignas a favor de Lorena mientras caminamos por calles mal pavimentadas. Veo niños de tres o

cuatro años jugando entre basura, cerca de montículos de estiércol y quién sabe qué más, con enjambres de moscas sobrevolando encima de ellos. La ciudad más rica de México tiene niños viviendo en condiciones similares a las de Guatemala, Bolivia o cualquier república africana. Los niños no parecen advertir su propia pobreza, ni siquiera las penosísimas condiciones de higiene en la calle. Juegan con piedras, brincan pedazos de concreto abandonados, se esconden entre escombros peligrosos donde pueden salir lastimados. Se me tapan los ojos de lágrimas e impotencia, maldita vejez que me hace sentimental, estoy trabajando. Lorena me ve, pone una mano en mi hombro y salva la situación con delicadeza y finura política “a todos los que llegan a Monterrey les lloran los ojos… es por la contaminación.” Lorena abraza a los niños como si fueran suyos, les sonríe y les regala paletas preguntándoles por sus papás. No saben dónde están.

Caminamos y una señora sale de su casa, una construcción de adobe con un colchón inflable en el piso. Ahí duerme un bebé. La mujer nos cuenta que ella no colocó los enormes pendones de Movimiento Ciudadano afuera de su casa, pero amaneció y ahí estaban. “Me da miedo que me hagan algo si los quito” nos dice. La historia se repite una y otra vez con varias vecinas. “Vinieron los de Morena, los servidores de la Nación, a pedir el voto por Morena para el Congreso y por Movimiento Ciudadano para la presidencia municipal. Pegaron estos cartelones” nos dicen otros. El mismo partido que hace campaña en la Ciudad de México diciendo que se opone al uso de cartelones en las campañas por considerarlos contaminación, saturó las colonias populares de Monterrey con esa publicidad. No tenemos manera de confirmar lo que nos dice la gente, pero es una denuncia repetida por los habitantes de la zona. El contubernio entre Morena y MC se observa en el trasvase de operadores electorales de un partido a otro, según nos explican las operadoras. Seguimos caminando mientras Lorena toca puertas y reparte su folleto y gorras entre los vecinos. De pronto, veo un grupo de albañiles trabajando en una construcción. Siete u ocho hombres miran a la candidata con ojos libidinosos. Me preocupo y me pregunto cómo defenderla en caso de que le falten al respeto, pero mi inquietud dura solo unos segundos. Con la rapidez y reflejos de una política profesional, Lorena esboza la sonrisa más amplia que le he visto y corre hacia ellos “¡Ay mis modelos!” les grita para mi sorpresa y sobre todo, la de ellos. “Los hombres más guapos de Nuevo León, ¿verdad que se van a tomar fotos para mi campaña?” Les regala playeras de su campaña y se retrata uno por uno con cada albañil. La sesión fotográfica hace las delicias de su equipo de redes sociales. Los albañiles sonríen con entusiasmo y graban pequeñísimos videos prometiendo votar por ella. Me asombra y emociona el oficio nato de la candidata. Convertir las crisis en oportunidades, la habilidad por excelencia del político de alto nivel.

Ya llegó la tarde. Empiezo a sentir hambre y me como una de las paletas que trae el equipo para repartir entre los niños. Son buenas, pero me deja los dientes pintados de colores… Lorena le toma sus datos a algunas personas, se compromete a gestionar las solicitudes de otras. La detienen los comerciantes (principalmente abarroteros) de la colonia para hablarle de la inseguridad. Las madres de familia le piden que ayude a sus hijos, pero no de la manera que yo hubiera supuesto. Pensé que iban a pedirle condiciones mejores para que jueguen, un parque o algo. No. “Hay una barda muy alta al final de la calle” dicen, “no sabemos quién o qué iban a construir, pero la dejaron ahí a medio levantar y se ve muy frágil. Parece que se va a caer y nos da miedo que se derrumbe sobre los niños. Ya hablamos al ayuntamiento que vengan a quitarla, pero no nos hacen caso diputada.” Las madres de familia de esta colonia no pidieron una mejor escuela, ni mejor iluminación, ni siquiera agua potable. Pidieron que la desconsideración de una inmobiliaria no aplaste y mate a uno de sus hijos.

A veces mi país le desgarra a uno las entrañas. México puede ser simplemente horrible. La ciudad emblema y orgullo del capitalismo mexicano con estos niveles de carencia tan elemental. A pesar de ser la ciudad de Gabriel Zaid, el intelectual que más y mejor ha escrito sobre cómo superar la pobreza en México. La urbe de la cybertruck fosfo fosfo rebosante de niños en la miseria. Monstruosamente ofensivo. Mientras el liberalismo mexicano no entienda esto, seguirán triunfando los populistas. “Váyanse a comer y nos vemos después de la comida.” Nos dice Lorena a Ricardo y a mí.

Después de unos tacos de chicharrón de la Ramos, Ricardo y yo llegamos a otra colonia popular también localizada en el cerro, aún más desprovista de servicios que la anterior, donde presenciamos nuevas escenas de niños jugando en la basura. Por allá camina un hombre cargando caguamas y un perro insólitamente sucio pero leal que lo acompaña en su soledad y miseria mientras se sienta a beber sus cervezas en la calle. Llegamos a una casa situada en un barranco donde le organizan una fiesta de cumpleaños a otra candidata, Anita González, quien ahora aspira a la diputación federal. Llegan Lorena y las movilizadoras del PRI, otro grupo de combativas y valientes señoras que traen mariachis para festejar a la candidata Anita. Una de las señoras se disfraza de botarga de tigre, la mascota del equipo de futbol local favorito de la candidata. Empieza la celebración popular con la misma escena que pudo haberse producido en cualquier otro lugar de la República. Un jolgorio impresionante de señoras a quienes no parece importarles la pobreza imperante a su alrededor, simplemente cantan, bailan y ríen al son de la música con entera libertad porque “los maridos se quedaron en la casa”. Las candidatas, Anita y Lorena no se quedan atrás. Bailan, brincan y cantan con sus movilizadoras y operadoras, haciendo gala de una energía que se desborda por todos los rincones de la casa. Llega la comida y se sientan a disfrutar los platillos en medio de siete tortugas enormes, las mascotas de la dueña de la casa. Aparece el pastel y la tradicional mordida no se hace esperar. Más que una actividad de campaña, parece un descanso y un regalo de las candidatas a las operadoras, para agradecer mínimamente su servicio proselitista. En eso se va el resto de la jornada. Ricardo y yo nos retiramos ya entrada la noche a cenar con Jorge Garcés, uno de los “operadores digitales del PRI”, es decir, uno de los que le trabajan redes sociales al partido, entre otras muchas cosas... Vamos a un bar en San Pedro, donde comemos arrachera y tomamos cerveza mientras vemos la pelea del Canelo. “Lorena tiene mucho futuro” me dice. Le sobra razón.

***

Al día siguiente nada más hay una actividad de campaña programada, una conferencia de prensa de las candidatas y diputadas de la alianza, donde Lorena toma la palabra para denunciar con su conocida combatividad al gobernador. Denuncia sus actos indebidos de campaña en horarios laborales, su incompetencia frente a la inseguridad, su nepotismo, la crisis del agua potable, la desviación de recursos y quién sabe cuántas cosas más. Empiezo a recordar cómo esta joven señora (todavía está lejos de los cuarenta años) se dio a conocer a nivel nacional. El gobernador le ofreció 9 o 10 millones de pesos para que se cambiara de partido (del PRI a MC) y desde el congreso local aprobara todas las irregularidades en la gestión de Samuel García. O bien, que se atuviera a las consecuencias. Lorena de la Garza no solamente se negó a ceder a la corrupción, sino que acudió a los medios de comunicación locales y nacionales a denunciar la tentativa de extorsión. El gobierno estatal entonces procedió a amenazar a su familia, buscando cualquier oportunidad para cerrarle sus negocios. Esta conducta es la que aplauden y defienden nuestros “progres” naranjas del

emecismo. Una vez plenamente demostrada la extorsión, Lorena consiguió el respaldo de una parte de la prensa y la opinión pública, convirtiéndose en la más tenaz de las críticas del gobernador, obteniendo fama nacional y la atención e interés de este cronista.

La conferencia de prensa concluye y la diputada Lorena de la Garza nos invita a comer mariscos. Mientras devoro unas tostadas de ceviche, hago la pregunta obligada sobre sus aspiraciones futuras. “No van más allá de los próximos diez años” me contesta. “Yo tengo claro que quiero estar con mis hijos cuando pasen por los difíciles años de la adolescencia. Mi esposo y ellos me van a necesitar para esa etapa.” “¿De verdad?” la cuestiono. “Sin duda. Voy a servir a mi comunidad estos años al máximo alcance de mis capacidades. Después me habré ganado el tiempo libre para dedicarlo a mi familia. Es una decisión irrevocable. Pero mientras, le vamos a meter todo a la política. Mamás defendiendo la democracia ¿te acuerdas?” me explica con su fotogénica sonrisa. No puedo evitar el recuerdo de Jacinda Arden, quien después de una exitosísima gestión como primera ministra de Nueva Zelanda en plena pandemia, un buen día anunció que dejaba el poder para cuidar a sus hijos. Estoy por preguntarle a Lorena sobre ese antecedente, pero prefiero dejarla hablar de lo que ella quiera y escucharla. “Hay candidatos que vienen a Nuevo León a hablar de nearshoring, pero como viste, todavía hay muchísima pobreza por resolver.” “Muchas cosas a las que no nos debemos acostumbrar y esa es mi pelea” dice. Le creo y le deseo éxito. Ojalá que en todo México se multipliquen las Lorenas y organicen a las mamás en defensa de la democracia y la libertad. Entre tanto, hay que darle seguimiento a esta diputada.

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