Mi admiración por Marie Curie ha crecido con el paso de los años. Como la primera mujer en recibir un Premio Nobel en áreas científicas y obtener un doctorado en ciencias en Francia, su legado es verdaderamente inspirador. En una época en la que las mujeres enfrentaban barreras estructurales, Marie Curie desafió las probabilidades al obtener el Premio Nobel en dos ocasiones (Física 1903 y Química 1911). Estos premios reconocieron sus investigaciones de frontera sobre la radioactividad y el descubrimiento del radio y el polonio, fundamentales para los tratamientos contra el cáncer. A pesar de los numerosos retos personales y profesionales que enfrentó, Marie Curie rompió paradigmas y preparó el camino para que las mujeres creyéramos en nuestra capacidad para ser científicas, contribuir al conocimiento en las ciencias básicas y ser reconocidas por ello.
Aun así, más de 120 años después, de los 639 científicos que han sido reconocidos con el Premio Nobel en áreas científicas, solo el 3.7% son mujeres, y ninguna mujer de América Latina o África ha recibido dicho premio en estas áreas. La subrepresentación histórica de las mujeres en estos reconocimientos tiene diversas causas, que van desde un acceso limitado a la educación hasta la invisibilidad de sus contribuciones y los estereotipos de género en el ámbito científico. 2009 y 2011 fueron los dos años en los que más mujeres han sido galardonadas con el Premio Nobel en Física, Química y Medicina, sin embargo, aún persiste una significativa brecha de género en las áreas científicas que requiere un análisis profundo y un cambio estructural.
Comencemos. Solo el 30% de las mujeres eligen estudiar carreras relacionadas con ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), y solo 1/3 de los investigadores en estas áreas son mujeres (ONU Mujeres). Esta disparidad se refleja en la menor presencia de mujeres estudiando, investigando y empleándose en estas disciplinas, lo que contribuye a reforzar la brecha de género. Según el libro "Invisible Women", mismo que recomiendo ampliamente, las referencias a las mujeres en libros de texto y materiales escolares son escasas o inexistentes, lo que limita los modelos a seguir para las niñas y disminuye su confianza en sus propias habilidades.
Sin embargo, este fenómeno no comienza al momento de elegir una carrera, sino que se gesta desde la infancia. Según un estudio publicado en la revista Science, a partir de los seis años las niñas comienzan a mostrar menos confianza en sus habilidades intelectuales que los niños, especialmente en áreas percibidas como intelectualmente desafiantes, como lo son las matemáticas. Esto a pesar de obtener calificaciones más altas en promedio (Gender stereotypes about intellectual ability emerge early and influence children’s interests). Esto sugiere que la percepción de las niñas sobre sus habilidades intelectuales no se basa en su propio rendimiento escolar. Estas percepciones originadas desde una edad temprana pueden darnos luz sobre por qué las mujeres eligimos ciertas carreras y evitamos otras.
Si queremos contribuir a cerrar la brecha de género en las áreas científicas, debemos comenzar desde la infancia, inspirando a las niñas a explorar las disciplinas STEM y apoyándolas a perseguir sus sueños sin importar los estereotipos. Cada niña merece la oportunidad de desarrollar su potencial al máximo y hacer una contribución invaluable al mundo de la ciencia.
Vicepresidenta de Integridad y Cumplimiento del Tec de Monterrey