“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”
Voltaire.

 


Cuando López Obrador perdió las elecciones del 2006, en lo que pronto será llamado de manera oficial en los libros de texto como un “fraude electoral”, la izquierda se rasgó las vestiduras e hizo drama con pataleta constitucional.

Ante la presión del movimiento social y gracias a los asientos en el Congreso que ganaron los partidos afines al lopezobradorismo (ahí no “hubo fraude”), nuestra legislación electoral comenzó una travesía cada vez más compleja, por aquellos días se decía, no sin razón, que había que buscar un equilibrio en las reglas del juego político, que el dinero no debía ser el factor que inclinase la balanza, que no se valía que unos pudieran comprar tiempo en radio y televisión y otros, por falta de recursos, se quedaran silenciados. 

Un factor importante en esa y en todas las discusiones que se dieron, fue el papel que debería jugar el poder legalmente constituido, particularmente el ejecutivo, frente a una contienda electoral. 

Al final, se optó por complacer a los derrotados: el presidente en funciones debería cerrar el pico durante las elecciones. 

Y así lo hizo Calderón. Y así lo hizo Peña Nieto. Y así no lo hará, porque mandará al caño la ley, su especialidad, López Obrador. 

Francamente, no estoy de acuerdo con la estrechez de nuestra legislación, el presidente tiene razón cuando habla de la limitación a su derecho de expresión, sin embargo, fueron sus alfiles quienes, durante los últimos años, limitaron ese derecho para callar a quienes entonces detentaban el poder. No es lo mismo ser borracho que cantinero y ahora ellos no quieren seguir las mismas reglas. 

Por eso, López Obrador parece un crío berrinchudo que cambia las reglas a su antojo aun cuando él mismo fue quien las impuso, nuestro presidente se comporta como un bully, es como una copia tropical de su gran amigo Donald Trump

Hoy tienen el poder de cambiar las reglas del juego, ¿por qué en lugar de violar la ley no la modifican?, ¿será que tienen miedo de que cuando vuelvan a ser oposición se queden sin las herramientas que usaron para poder neutralizar a sus adversarios? 

De hecho, creo que un presidente debería tener la libertad de llamar al voto por su partido, eso es lo que pasa en muchos lugares del mundo libre, donde ni las derechas ni las izquierdas hacen dramas cuando pierden y, simplemente, aceptan el resultado. 

En lugar de destruir instituciones, López Obrador podría ser un estadista y plantear, legalmente, las nuevas reglas. Se vale. 

Solo que cuando pierdan, no chillen. 

De Colofón.

El Metro en la Ciudad de México es una bomba de tiempo para una tragedia mayúscula, las estaciones no pueden comunicarse entre sí, van a ciegas. Reflejo perfecto de nuestro amor por lo barato, por lo chafa y por lo bananero. 
 

@LuisCardenasMX