El bombardeo es constante, pero la verdad, son muy pocas las películas que encuentran un nicho en las plataformas digitales.

Lo que muchos quisieran ver no está ni en Netflix, Prime Video o Star+, sino en otras muy escondidas en la red, en caso de estar. Cada país tiene su sistema propio, por lo que así le va al cinéfilo.

México no es la excepción y mucho menos donde las buenas cintas escasean, luego de pasar por uno que otro rimbombante festival, la mayoría acaban enlatadas y ni los libros de Jorge Ayala Blanco las registran, lo cual es grave porque son muy pocos los que pueden verlas. ¿Para qué filmar, si luego las películas no son susceptibles de poder verse? Ese, entre otros, es un insondable misterio de la exhibición.

También lo es el sistema de programación, donde desde hace mucho, la Cineteca Nacional está manejada por varios fulanos apolillados que, salvo sus gustos personales europeos exquisitos, le tienen una especie de aversión enferma al cine mexicano.

Películas como Fractal (2020), de Mariana González, un drama de secuestros y desapariciones donde tres amigos buscan a una compañera de ellos que se esfumó, de no ser por las copias clandestinas, no tuvo gran oportunidad.

Otra peli, Ánima (2023), de Alejandro G. Alegre, es una cinta de horror en donde un hombre es sorprendido por un sujeto idéntico a él, lo que lo hace darse cuenta de que el mundo está dominado por un ser superior. La película fue parte de la programación del Festival Mórbido, de Cine Fantástico y de Terror, realizado en algunas ciudades mexicanas.

El Asia Film Festival presentó en 2022 un par de cintas procedentes de Japón: Una lección criminal, un thriller de asesinos en serie, de Kazuya Shiraishi, y Bad city, de Kensuke Sonomura, una película de acción y criminalidad cuyas réplicas mejor aparecieron en el mercado informal.

Por otro lado, Ferrari, de Michael Mann, el de “Heat”, aborda ahora un drama biográfico de automovilismo con la vida de Enzo Ferrari. En el cine duró apenas un suspiro este drama de la famosa escudería de coches.

Por otro lado, el de las series, algunas tan populares, sobre todo las de acción y criminalidad, han pasado de los episodios que han dado lugar a historias que se prolongan más de la cuenta, que disputan formatos de miniserie para contar historias que bien podrían dar para ser una película.

¡Pero qué se le va a hacer! Si así son las exigencias del mercado dominado por las princesas, los animales que hablan, los dramas familiares, de superhéroes de acción retardada y demás.

El mundo de los rockumentales, mucho mejor apreciado por fanáticos de diversos géneros musicales, es el que no deja de sorprender, en sus muchas maneras de abordar un fenómeno vigente que tiene su mejor plataforma en YouTube.

Algunos de los rockus ahí presentados vienen subtitulados y son una maravilla cultural e histórica. Títulos como Hype! (1996), de Doug Pray —con una historia pormenorizada del fenómeno del grunge que potencializó a Nirvana, Pearl Jam, Melvins, Mudhoney y Soundgarden, desmenuzado por músicos y expertos y apoyado en archivos de televisión— es una cosa del otro mundo que deberían de aprender los analfabetas del celular, que cada semana descubren el Tianguis del Chopo como la octava maravilla.

No hay más rockumentales hechos como Dios le ha dado a entender a esta pobre turba, experta en ese otro filón llamado Avándaro, rockus (por llamarlos de alguna otra forma), hechos sin rigor, imaginación y sustento.

La tónica de estas filmaciones con calidad callejera es paupérrima, en la mayoría de sus ejemplos, aunque hay algunos que mínimamente se salvan.

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