El territorio nacional se ha convertido en un cementerio. Unos mueren por negligencia, otros por indolencia y una buena cantidad adicional por prepotencia y abuso de autoridad. Lo ocurrido en la cárcel de facto en Ciudad Juárez, conocida pomposamente como “estación migratoria”, no fue un incidente, no fue un accidente, no fue un hecho fortuito. Los dejaron morir quemados, asfixiados. No era un albergue, como mintió el presidente. Estaban retenidos sin poder salir. Enjaulados como bestias, en condiciones infrahumanas. Solo un video que comenzó a circular el martes permitió mostrar la brutalidad humana de la tragedia. Si la migración, por sí misma, es una condición nefasta para quien se ve obligado a dejarlo todo en búsqueda de oportunidades que su propia tierra no le ofreció, a la tragedia de Ciudad Juárez le agregamos la inclemente respuesta oficial. En el pasado (Guardería ABC, Ayotzinapa, Nochixtlán, etcétera) pregonaban desde la oposición ¡fue el Estado! al tiempo que exigían la renuncia de medio mundo, incluido el presidente de la república. Ahora, callan como momias y piden a la nueva oposición no lucrar con el dolor humano ni actuar como aves de carroña. No tienen un gramo de madre. El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, tuvo la osadía de endosar al canciller Marcelo Ebrard la responsabilidad del caso, so pretexto de que existe un decreto presidencial que crea una comisión intersecretarial para tratar la materia. Olvida Adán Augusto que una comisión intersecretarial no puede estar por encima de leyes federales, en concreto: la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y la Ley de Migración, mismas que, con todas sus letras, adscriben el tema y al Instituto Nacional de Migración, a la mismísima Secretaría de Gobernación. Con ese pueril pretexto, Adán Augusto no ha puesto un pie en Ciudad Juárez. Ah, y cuando el indolente presidente fue para allá, no se reunió con migrantes, sus familiares o el cuerpo médico que atendía a los heridos. Fue a un mitin de campaña vestido como acto oficial con los “siervos de la nación”. Fue tan cobarde que, cuando lo increpó Cony Gutiérrez, integrante de un colectivo chihuahuense contra la militarización, demandando justicia, la respuesta presidencial fue de un macho, misógino y cobarde: “te mandó Maru, mi amor”. Agréguense al mortal cóctel la nueva ruta de secuestro de migrantes descubierta en San Luis Potosí; los muertos por negligencia durante la pandemia; los fallecidos a falta de quimios; los más de 140 mil homicidios dolosos; los once feminicidios diarios y los 137 que murieron en la explosión de un ducto de combustible en Tlahuelilpan, sin un solo detenido. En suma: estamos gobernados por una punta de incompetentes, indolentes, miserables y asesinos. Es hora de ponernos de acuerdo y rescatar a México.