Me cuesta imaginar cómo era la Ciudad de México en 1923. Pero el 20 de julio de ese año los gritos de los vendedores de periódicos atrajeron a la gente a las esquinas principales cuando estaba cayendo la tarde, y era la hora del cine o de ir a pasear a la Alameda .

Los voceadores, niños en su mayoría, corrían por Bucareli hacia la Avenida Juárez, hacia San Juan de Letrán, y a lo largo de Balderas . Llevaban en las manos ejemplares de El Universal Gráfico que todavía escurrían tinta.

“En estos momentos se recibe en la capital una noticia tremenda que nos anticipamos, como siempre, a dar al público: el general Francisco Villa ha sido asesinado”, se leía en aquellas páginas.

Aunque la información era muy precaria, y no se conocían aún los detalles, El Gráfico confirmaba plenamente la noticia. El Centauro del Norte había caído, según las versiones disponibles a aquella hora, asesinado por su propia escolta, o bien en medio de una emboscada.

La edición de aquella tarde voló. En aquella época no había en México periódicos vespertinos, pues todos los intentos realizados para lanzar a la venta diarios de la tarde habían fracasado. El Universal Gráfico había surgido como un sueño delirante del ingeniero Félix F. Palavicini el 1º de febrero de 1922.

Periodista aliado de Francisco I. Madero , y más tarde afín al ideal constitucionalista encarnado por Venustiano Carranza, Palavicini había abierto las puertas de El Universal seis años antes (1º de octubre de 1916); muy pronto descubrió que el hambre de noticias en aquel México sacudido por los horrores de la lucha revolucionaria, y por la zozobra desatada por la Primera Guerra Mundial, no alcanzaba a ser saciada por los diarios matutinos —que según la conseja envejecían tan rápido que por la tarde eran empleados para limpiar vidrios o envolver filetes.

Era necesario, decía Palavicini, un periódico que a media tarde llevara a los lectores información fresca sobre cuestiones palpitantes y asuntos de última hora.

En el brindis de fin de año de 1921, Palavicini anunció el nacimiento del “hermano menor” de El Universal. Un periódico que pusiera énfasis en las imágenes, a fin de aprovechar el desarrollo que había alcanzado la fotografía. Un periódico con la mayor cantidad de noticias en la menor cantidad de páginas. Un diario que permitiera al público estar bien informado sin perder demasiado tiempo.

Un periódico que costara solo cinco centavos.

Me cuesta imaginar cómo era la ciudad de aquellos días, pero era la época del jazz, del ruido de los autos, de los teléfonos repiqueteando y del paso rápido de los tranvías. Todo parecía ocurrir más rápido. Y El Gráfico era así: estaba marcado por la velocidad. Sus titulares y sus notas eran como relámpagos.

Palavicini había ensayado aquella fórmula cuando decidió anunciar, en una edición vespertina que se agotó en unas horas, el asesinato de Carranza.

Lanzaba ahora un periódico que era como un “¡Extra!”, cargado desde luego de noticias nuevas, pero con abundancia de notas sobre toros, deportes, espectáculos. En su discurso inaugural sostuvo que el periódico iba a captar a la gente que él veía haciendo fila en los estadios, los cines, los teatros, las carpas… gente que quería saber cosas sobre sus ídolos.

El primer número salió a la venta hace un siglo, el 1º de febrero de 1922. La nota principal anunciaba la ruptura de las relaciones diplomáticas entre México y Venezuela .

Ahora, los “papeleritos” de El Universal Gráfico corrían por la ciudad voceando el asesinato de Villa, quien según Frederich Katz y Jean Meyer podría haber firmado, precisamente en El Universal, su sentencia de muerte al declararle a Regino Hernández Llergo que prefería ver en la presidencia a Adolfo de la Huerta, y no al candidato elegido por Obregón: Plutarco Elías Calles .

Hubo una segunda primicia que consolidó al Gráfico como un diario indispensable. Procede de aquel día en que fue el primero en informar: “A las dos y veinte minutos de la tarde ocurrió hoy, en el restaurante de la Bombilla, en San Ángel, una tremenda tragedia: el general Obregón, presidente electo de la República, resultó muerto como consecuencia de cinco balazos que le disparó por la espalda, a quemarropa, un individuo que se hizo pasar como dibujante…”.

En el tiempo que siguió, cientos de diarios nacieron y murieron. Vino primero el radio, luego la televisión, más tarde las nuevas tecnologías. Para sobrevivir en lo que es ya otro país, otro México, El Gráfico transitó desde hace unas décadas hacia esa extraña forma de la fascinación que es la nota roja. Hoy, al cumplir un siglo, el decano de los vespertinos sigue narrándonos algo.