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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Un: “¡Ya no más!” significaba recibir más castigo. La estudiante de entonces 24 años, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, decidió callar y aguantar de todo, incluso ser violada entre la pila de personas que habían sido detenidas en Atenco el 4 de mayo de 2006.
Claudia Hernández Martínez, de 35 años, tiene planes de casarse el próximo año; sin embargo, primero tiene una cita en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) en próximos días, donde estarán representantes del Estado mexicano por el caso de 11 mujeres que sufrieron agresiones sexuales durante el operativo en Atenco.
En entrevista con EL UNIVERSAL, relata lo que vivió ese día. Estaba en la zona para documentar sobre los movimientos sociales. Era el tema de su tesis.
Durante y después de su arresto, fue hincada contra la pared para recibir golpes, amenazas de muerte contra su familia y lo peor: agresiones sexuales por parte de policías. Son más de 11 años difíciles.
“Años difíciles”. “Han sido años muy difíciles. Iniciamos desde 2006 para demostrar que habíamos sido víctimas de violación a nuestros derechos humanos.
“Fue primero demostrarle al Estado, porque nos había llamado mentirosas o que éramos parte de un movimiento. Hemos tenido que recorrer un largo camino por todas las instituciones de administración de justicia sin obtenerla. Ahora hemos llegado a la Corte Interamericana porque se nos ha negado la justicia. Hemos tenido que repetir las declaraciones e ir con sicólogos. No se ha procesado a ningún responsable del operativo de Atenco”, dice.
Ella recuerda que llegó a “Atenco el 4 de mayo, era estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, estudiaba Ciencia Política y Administración Pública. Lo que me convocó llegar a Atenco fue que mi tesis de trataba de movimientos sociales. Me pareció oportuno ir a documentar lo que estaba ocurriendo; sin embargo, fue un operativo tan amplio. Estaba trabajando en una investigación”.
—Cuando la detienen, ¿se acuerda del nombre del policía o qué es lo que le dice?
—No. En realidad cuando vi que eran muchos granaderos que venían en bloques grandes, lanzando gases lacrimógenos, lo que hice fue correr, fue ahí cuando me detuvieron, me agarraron, inmediatamente me pusieron mi blusa sobre la cabeza.
Me empezaron a golpear mucho en la cabeza, después de subieron a una camioneta y me trasladaron al patio de una caso donde tenían a más gente detenida.
Malas palabras y amenazas de muerte. Insistían mucho en que nos iban a hacer lo mismo que le habían hecho. Dijeron que se las íbamos a pagar. Fueron golpes todo el tiempo.
—¿Después del patio, qué pasa?
—Nos tuvieron hincados frente a la pared y en fila. Comenzaron las agresiones físicas y sexuales. Nos levantaron para dar datos generales. Todo el tiempo nos estuvieron filmando. Cuando me meten al patio, vi a un muchacho como de 13 años, que estaba tratando de cambiarse la camisa porque la tenía toda ensangrentada; no obstante, los policías se le fueron encima, lo golpearon y cuando me atreví a decir que no le hicieran nada, me empezaron a golpear. Me destapan la cara y vi que había mujeres policías, me sorprendió mucho que no hicieran nada por defendernos, porque los agentes nos estaban haciendo tocamientos.
A cada pregunta que nos hacían era un golpe o cachetada. Nombre, dirección, que de dónde venía y quiénes eran mis padres. Nos sacaron a la calle, nos sentaron en la banqueta. Continuaron los golpes. Todo fue gritos. Fue terrorífico estar en esa situación. Llegó un camión, nos subieron. Estuve hasta arriba de la gente apilada en el pasillo del camión. Se quejaban de que ya no podían respirar. Decían que ya no más, por favor.
Fue ahí cuando los policías se portaron más agresivos con las mujeres, nos decían que era nuestra culpa lo que estaba sucediendo. Que si hubiéramos estado en casa haciendo tortillas, eso no nos habría ocurrido. Nos arrodillaron debajo de los asientos, metimos las cabezas lo más que se pudo de los asientos. Fue un trayecto de cuatro horas. Sentía calor y frío. Todo el tiempo nos agredían.
—Cuando dice agresiones sexuales, ¿qué le hicieron?
—A mí, desde la detención, me tocaron el cuerpo, los pechos, los glúteos, y dentro del camión fue donde me violaron. Uno no puede hacer mucho por las condiciones. Estar rodeada de policías. Sólo los miraba con coraje y con odio. Quería que ya pasara, que terminara.
En ese momento, como escuchaba a mis compañeras que decían ya no más y las atacaban más, mi mecanismo de defensa fue no decir nada. Aprendí ahí que cuando te quejas, más te golpean. Te bloqueas por el miedo. En ese momento comprendí lo que eran capaces de hacer. Mi objetivo en ese momento fue sobrevivir.
Espera que “se castigue a los responsables. Hablamos de toda la cadena de mando. Se ha intentado procesar a algunos policías que sólo operaron, pero no se está castigando a los que realmente permitieron y fueron responsables del operativo. A mi parecer, como politóloga lo digo, el objetivo del Estado de haber hecho una represión tan brutal fue borrar de la memoria del pueblo mexicano la victoria que significaba Atenco y en su lugar dejar el miedo, el terror sembrado en la comunidad para evitar la protesta social”.