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Quien fue considerado el hombre “más peligroso del mundo” se convirtió en un anciano solitario, flaco, que se queja de dolores de cabeza y garganta constantes.
Tras dos años de su tercera captura, Joaquín Guzmán Loera pasó de ser el jefe del cártel de drogas más poderoso del mundo, a un hombre que vive deprimido, a quien le falla la memoria cuando habla, según sus abogados.
De esa manera quedó reducido quien fuera el jefe del Cártel de Sinaloa, y calificado como “el hombre más peligroso del mundo” por el jefe de la Agencia Federal Antidrogas (DEA) en Chicago, Jack Riley.
En 2011, el decano de la agencia antinarcóticos lo definía de esta forma: “Si creen que la mafia italiana es lo peor de lo peor en materia de crimen organizado, piénsenlo otra vez: El Chapo Guzmán se los come a todos”.
Según la revista Rolling Stone, nació en una familia pobre de campesinos; a los seis años vendía naranjas y ayudaba a sus padres en la siembra de maíz.
Su origen no determinó su destino: a los 52 años, en 2009, la revista Forbes lo incluyó en su lista de los hombres más ricos.
No le fue posible irse “por la derecha” puesto que, en sus palabras, a los 15 años la única opción que tuvo para sobrevivir: cultivar marihuana y amapola.
“Me crié en un rancho que se llama La Tuna, allá hasta la fecha no hay trabajo, la manera de tener para comprar la comida, para sobrevivir, es sembrar amapola, marihuana, comencé a cultivarla y venderla”, dijo a Rolling Stone.
Cuando relata que comenzó a “salir” a Culiacán se refiere a cómo avanzó de la mano de sus padrinos: Miguel Ángel Félix Gallardo, El jefe de jefes, y Rafael Caro Quintero, hasta convertirse en quien fuera el hombre más buscado por agencias de EU y México.