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Las consecuencias del tráfico de armas desde Estados Unidos a México han sido “devastadoras”, según un estudio publicado ayer por el Center for American Progress (CAP). La importancia de las armas estadounidenses —en su mayoría adquiridas legalmente— en el crimen organizado en tierras mexicanas es más que notable: de las 106 mil 1 armas de fuego recuperadas en investigaciones criminales en México entre 2011 y 2016, 70% habían sido originalmente compradas legalmente en EU, según datos del buró estadounidense de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos (ATF).
“Estas armas con lazos en Estados Unidos representan sólo una fracción total de armas que cruzan la frontera sur”, apunta el centro de estudios y pensamiento progresista. Según algunas estimaciones, el tráfico de armas entre Estados Unidos y México estaría cerca de las 213 mil armas anuales.
“El impacto rampante del tráfico de armas desde Estados Unidos a México ha sido devastador”, señala el informe, recordando que en 2017 el país alcanzó su nivel máximo de homicidios de las últimas dos décadas. Y si bien tienen mucha importancia los “altos niveles de impunidad”, el CAP apunta que el acceso a las armas es “clave” para entender el incremento de homicidios.
“Muchas de estas armas fueron legalmente exportadas y no utilizadas con fines criminales, sino hasta que cruzaron la frontera”, señala el reporte.
El aumento de crímenes con armas en México de los últimos años es meteórico: de 15% en 1997 a 66% en 2017. También se elevó el uso de armas de fuego en robos, de 58% en 2005 a 68% en 2017.
La preocupación más grande, como es de esperar, es cuando las armas provenientes de Estados Unidos caen en manos del narcotráfico y bandas criminales. “Las organizaciones criminales en México usan armas de fuego para las brutales guerras contra grupos criminales rivales y agencias del gobierno, así como para extorsionar a la población civil. Muchas de las armas usadas por estos grupos tienen su origen en Estados Unidos”, señala el CAP.
Según la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno de EU (GAO), casi la mitad de las armas con origen en EU que se confiscan en México son rifles semiautomáticos, tipo AK-47, AR-15 o variantes. Precisamente son las armas preferidas por las organizaciones de narcotraficantes, ya que son fácilmente convertibles en rifles de asalto automáticos.
La misma oficina apunta que, entre 2009 y 2014, la mayoría de este tipo de armas incautadas en México tenía origen en tres estados fronterizos de Estados Unidos: Texas, California y Arizona.
La gran cantidad de armamento que se trafica tiene su origen no sólo en la gran cantidad de armas que hay en la Unión Americana (se calcula que cuenta con un inventario de 300 millones de armas), sino por las “débiles leyes” en la materia.
“Los traficantes se aprovechan de la compra de armas en Estados Unidos, a un costo relativamente bajo, antes de traficar estas armas a países vecinos para una reventa con un beneficio sustancial, creando un riesgo significativo para la seguridad pública de estos países en el proceso”, apunta el informe.
Esa facilidad de compra y distribución estaría “socavando” las leyes de armas más restrictivas de países como México, que no podrían impedir que el flujo atraviese la frontera con casi total impunidad.
En el informe Más allá de nuestras fronteras: cuánto contribuyen las débiles leyes de EU a la violencia en el extranjero, el CAP no se centra sólo en México, sino en el resto de Centroamérica y el Caribe. Estados Unidos es, sin lugar a duda —sostiene el documento—, la principal fuente de armas criminales en la región.
La exportación de violencia a través de las armas es alarmante: entre 2014 y 2016 se detectaron 50 mil 133 armas de fuego originarias de Estados Unidos en investigaciones criminales de 15 países de la región. Un cálculo rápido determina que en ese lapso se produjo un crimen cada 31 minutos con un arma estadounidense. El llamado del CAP a las instituciones estadounidenses es claro: tienen que actuar por la “obligación moral de mitigar su rol” en la oleada de violencia en Norteamérica, Centroamérica y el Caribe.
“Desde principios de su campaña presidencial, una frase repetida de Donald Trump ha sido la necesidad de proteger a EU de las amenazas extranjeras”, apunta el estudio.
“A veces no se toma en cuenta en el debate que el nivel de exportación de violencia va en la otra dirección y, en particular, el rol sustancial de Estados Unidos en la provisión de armas que son usadas en violencia letal en otras naciones”.
Si bien no en la figura de Trump, la preocupación del CAP es compartida por parte el gobierno estadounidense, al menos por su jefe diplomático, el secretario de Estado, Rex Tillerson, así como las cabezas visibles encargadas de seguridad y justicia.