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francisco.resendiz@eluniversal.com.mx
Roberto Gil Zuarth sostiene que el PAN hoy no tiene un discurso coherente, claro o ideológicamente bien armado. “Somos una suerte de melcocha de cosas que se repiten sin ton ni son”, afirma.
En entrevista con EL UNIVERSAL, dice que se ha conformado una “cofradía de leales” al aspirante presidencial Ricardo Anaya que excluye a todo militante que no piensa igual, que no cree en lo mismo que ellos y que no les rinde pleitesía ni se asume como parte “de su corte”.
“Alguien tenía el interés de ser candidato a la Presidencia y para serlo tenía la necesidad de asfixiar esa vida orgánica y ahí está el desenlace (...) está obligado a dejar que el PAN recupere su libertad en su vida orgánica, la cual es vocación de debate y sometimiento al juego democrático”, dice.
Tras una vida activa de más de 20 años en el PAN, donde ha sido legislador, secretario particular de Felipe Calderón en la Presidencia de la República, coordinador de la pasada campaña presidencial y presidente del Senado, rechaza que su decisión de dejar el escaño sea con miras a convertirse en fiscal General de la República o tener un espacio en la Suprema Corte. Hace una pausa en la política, dice, por congruencia, al no estar de acuerdo con Anaya.
De Andrés Manuel López Obrador sostiene que se le debe considerar un interlocutor válido, que debe tener un lugar en la mesa para impulsar el cambio y la campaña de miedo contra él, que afirma que “es un peligro para México”, es ineficaz en 2018, pues hoy en el ánimo social es más de indignación que de temor.
¿Por qué dejar la vida pública en este momento?
—Estoy convencido de que se ha acabado un ciclo de mi vida política. Llevo 20 años ininterrumpidos en el ejercicio de la política activa. Siento que en este momento se han agotado ciertas posibilidades. Son públicas y notorias mis diferencias con la dirigencia nacional. Hemos debatido públicamente la forma en la que el partido se ha comportado y ha tomado un derrotero que no comparto.
No soy y no quiero ser de los políticos que, con tal de conservar ciertos privilegios que da la política, buscan acomodarse a como dé lugar en lo que sea y a costa de lo que sea. Mi convicción es que es momento de asumir que hay política sin poder.
¿Deja Acción Nacional?
— Tampoco dejo Acción Nacional. Es mi partido. Seguiré siendo panista el resto de mis días.
¿Hasta cuándo se mantendrá lejos de la vida política?
—Uno sabe cuándo se va, pero no sabe cuándo regresará. Lo que pase en el país, en el PAN y en la elección de 2018, muchas cosas pueden cambiar y ahí se tomará una decisión: si se regresa o no y en qué condiciones. No comparto lo que está pasando en el PAN, me duele lo que está pasando en el PAN, me duele que haya militancia que se está yendo y nadie lamente que se vaya.
¿Entonces?
—Hay dos formas de hacer política. Una es incluir al otro, sobre todo al adversario, y la otra es excluyendo a todos, generando cofradías de leales y excluyendo a todo aquel que no piensa como tú, que no cree en lo mismo que tú, que no te rinde pleitesía, que no te asume como parte de tu equipo, de tu corte.
¿Es el caso del PAN?
—El PAN está instalado en esta segunda forma de hacer política de un tiempo para acá. Precisamente por eso no estoy en la condición de seguir ahí. Me quedan dos opciones: ésta, del retiro voluntario, de una salida congruente o la claudicación a lo que creo, pienso y a lo que he dicho y yo no soy de los que claudican.
¿Esta cofradía está al servicio de Ricardo Anaya?
—Es un grupo muy homogéneo, es muy hermético, que se ha distinguido por su impenetrabilidad.
¿Así ve al PAN?
—Yo veo un partido que no tiene un discurso coherente, claro, ideológicamente bien armado. Somos una suerte de melcocha de cosas que se repiten sin ton ni son.
¿El PAN ha dejado de ser lo que era a partir del liderazgo que tomó Ricardo Anaya?
—El PAN tiene tres grandes problemas. Está desdibujado desde el punto de vista programático, está en una condición de división extrema, falta una política de unidad y gobernabilidad interna, de disposición al diálogo, y, en tercer lugar, creo que el PAN tiene un problema de identificación de cuáles son las causas vivas que representa.
Una de las causas que representaba era la democrática y ésta empezaba en casa, iniciaba con los propios procesos internos. Se está instalando en el PAN esta lógica de que las decisiones sobre candidaturas y sobre el rumbo del partido se definen de manera cupular.
Lo que el PAN aportó a la transición democrática era el ejemplo en su vida interna. ¿Qué diferencia marca el PAN respecto al dedazo del PRI o el autodedazo de Morena? Absolutamente nada. No, lo que fue el partido más democrático de México, que nació combatiendo la simulación del PRI, hoy es un mal remedo de esas formas. El PAN está extraviado en su propia historia.
¿Ricardo Anaya tiene la suficiente fuerza para desdibujar a esos grupos que hacían al PAN un partido con una intensa vida interna?
—El PAN tenía vida orgánica que se explicaba por dos cosas: por un debate muy intenso en el marco de nuestra pluralidad y que sometíamos ese debate al veredicto democrático. Hoy no existen ni debates ni procesos internos democráticos. Alguien tenía el interés de ser candidato a la Presidencia y para serlo tenía la necesidad de asfixiar esa vida orgánica y ahí está el desenlace. Espero que el PAN recupere pronto esa vocación, eso que lo definió por mucho tiempo.
¿Esa libertad está secuestrada?
—Esa libertad está de alguna manera opacada por la ausencia de vida orgánica en el PAN. Si tú no estás en el equipo de Ricardo Anaya no tienes espacios de participación. Lo vemos en el Senado, las comisiones que ocupas dependen de qué tan cerca o lejos estés de Anaya y su coordinador.
Uno tiene dos rutas: o se adapta de manera incongruente a esas dolencias o se separa y dice: ‘Yo no estoy de acuerdo con esto y esperaré mejores tiempos’. Soy de los que piensan que el camino más congruente es el segundo.
Entonces ese grupo que ha tomado el control del partido ha asfixiado a quienes no caminen con ellos.
—No cuestiono, porque además es legítimo, el hecho de construir una mayoría, ganar los espacios internos y desde esa mayoría gobernar el partido. Lo que cuestiono es que esa mayoría lo que haga es asfixiar la vida orgánica del partido, cancelar todos los espacios de participación, debate, deliberación y de decisión.
¿Qué puede pasar con el PAN de mantenerse esta dinámica?
—Yo no quiero ser fatalista. El PAN es más fuerte que cualquier coyuntura. Lo que sí creo es que el partido va a tardar en recuperar ciertas dinámicas, cierta forma de ser y dependerá de la voluntad que pongamos los panistas para que el partido vuelva a vivir.
Creo que Ricardo Anaya está obligado a ganar en 2018, no tiene de otra, ya hizo todo lo que tenía que hacer para ser candidato y ahora está doblemente obligado para ganar la Presidencia. Tiene que hacer todo lo que esté a su alcance para cumplirle al panismo.
Pero el partido está en crisis...
—El partido está en una coyuntura que está generando tensiones y tarde que temprano tendremos que curarlas y superarlas.
¿Y López Obrador?
—Tengo enormes diferencias con él, creo que no tengo ninguna coincidencia con él. Pero sí reconozco que Andrés Manuel es quien representa una parte de la sociedad que debe ser incluida, que debe ser escuchada y que debe ser tomada en cuenta a efecto de construir los consensos que lleven a este país a estadios mejores.
No podemos marginar a esa parte de la sociedad, no podemos dejarlos a un lado. Tienen que estar sentados en las mismas mesas que nosotros, porque hay que construir país a partir de la suma de voluntades de toda la sociedad. No nada más de una parte de la sociedad que representa el PRI o el PAN o los partidos tradicionales que hicieron la transición.
Ni Meade ni AMLO...
—Por eso no estoy buscando chamba.
¿Sigue pensando que Andrés Manuel es un peligro para México?
—Como estrategia comunicacional, como narrativa para convencer a un electorado y movilizarlo en 2018 es una estrategia cuestionable y poco eficaz. Hoy hay en el ánimo social más indignación que miedo