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Este es el momento de la gloria para Julia Carabias, quien porta la Medalla Belisario Domínguez al pecho, y en la tribuna del Senado, ante los poderes del Estado, dice el discurso de la razón y la esperanza en materia de medio ambiente, y con sencillez las palabras abren espacio a la emoción y comparte el galardón con sus grandes maestros y con su familia.
Y ahí, en la vieja casona histórica, sede de debates, de encontronazos políticos, y de acuerdos y negociaciones de antaño, dice con ternura, “sobre todo contigo, Laura. Gracias hija por comprenderme, apoyarme y hacerme feliz”.
Una mujer de ciencia y activismo social en el Senado, rodeada del reconocimiento de la República es llevada, paso a paso, con el despliegue de un programa colmado de honores, que van desde que es recibida en el portón de Xicoténcatl 9, un recinto lleno de iluminación intensa, con sus mármoles relucientes.
La bióloga mexicana galardonada es envuelta en la diplomacia de los parlamentarios. Una comisión de cortesía de senadores la abraza, la felicita, la conduce en esa legendaria casona, que es un templo político a la memoria del senador Belisario Domínguez, en cuya memoria se instituyó este galardón, el más importante de los que otorga cualquier instancia del Estado a un mexicano.
Es invitada a pasar al salón de sesiones, en el penúltimo turno de una prelación de menor a mayor importancia. Mujer de selvas tropicales y cubículos y aulas universitarios ve abrirse para ella la puerta de la gran sala donde están exponentes de la clase política en el nivel de legisladores, integrantes del gabinete y del poder Judicial, y sin que sea anunciada, sin embargo, la aplauden.
Ajena a esos sonidos de la jungla del poder, Carabias ni se amilana ni se exalta. Es la serenidad personificada. Pocas expresiones, muchos parpadeos en su mirar discreto, respetuoso. Le piden subir a la mesa directiva, ese estrado de maderas oscuras, donde será premiada por su trayectoria.
Ya están allí los presidentes del Senado, Ernesto Cordero; de la Cámara de Diputados, Jorge Carlos Ramírez Marín, y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Luis María Aguilar Morales.
Aquí no hay mujer que “cante” la llegada de los importantes. Pero es el Presidente el que está por entrar, el cortejo de avanzada —ayudantes civiles y militares, camarógrafos—, muchos disparos de flashes dan el anuncio de que ya llega.
La ceremonia cobra su cuerpo, como ha sido desde hace 63 años. El secretario de la mesa, Gerardo Flores (PVEM), lee el discurso que le costó la vida a Belisario Domínguez; el senador del PT Zoé Robledo Aburto dirige el mensaje en el que resalta la trayectoria de la galardonada, lo cual forma un relato ilustrativo de la vida y circunstancia de la bióloga y activista, además de militante socialista, fundadora del Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el proyecto de izquierda más importante que ha tenido el país, dice el mismo legislador chiapaneco.
Seguirá la condecoración, la emoción modulada de Julia Carabias, quien llega al atril con sus papeles, un discurso escrito de pleno contenido sobre su tema, el medio ambiente, en el que habrá de incluir unas líneas sobre la Ley de Seguridad Interior y su propuesta de que se lleve un debate con la sociedad.
La ceremonia en conjunto es uno de los eventos más elaborados.
Van la galardonada y el presidente Enrique Peña Nieto, así como los presidentes Cordero, Ramírez Marín y Aguilar Morales al contiguo Muro de Honor, donde ya está en letras doradas el nombre de Julia Carabias Lillo.
Y se dirigen al patio, donde montan una guardia en homenaje al senador de la República, Belisario Domínguez al pie de su estatua de bronce, que sería de oro de tanto brillo que refleja.
Se escucha el Toque de Silencio de la Banda de Guerra del Colegio Militar, en memoria del valiente y noble médico que fue asesinado.
Tantos honores en la jungla del poder han sido recibidos con sencillez por Carabias, quien cuando subió a la mesa directiva vio acercarse a Silvia Hernández.
En 1994, la vida era otra. Pero dos mujeres, la bióloga, secretaria de Recursos Naturales y Pesca, y la abogada, secretaria de Turismo, hicieron mancuerna y tuvieron éxito conjunto en el gobierno de Ernesto Zedillo.
Entre los invitados especiales de Carabias, su hija Laura Woldenberg Carabias, y sus maestros José Sarukhán Kermes, Gonzalo Harter, Arturo Gómez Pompa, Alfredo Barrera, Efraín Hernández. A ellos agradece, como a sus compañeros de causa: Rosaura Cadena, Enrique Provencio, Javier de la Mata.
La causa del medio ambiente llegó al muro de honor de los que han sido eminentes por su ciencia.