Más Información
Videojuegos, el nuevo gancho del crimen para captar menores; los atraen con promesas de dinero y poder
Óscar Rentería Schazarino, ha operado contra CJNG, Viagras y Templarios; es el nuevo secretario de Seguridad en Sinaloa
Más de 200 niños huérfanos por el crimen organizado en Sonora, disfrutan su posada; "queremos que su Navidad sea más feliz"
Al advertir que “el diablo entra por el bolsillo”, el papa Francisco confrontó en su jornada de ayer en Colombia a la jerarquía católica y la sacudió al instarla a dejar “comodidades y apegos” y a “ensuciarse, mancharse”, y pidió “estar atentos” a la corrupción en “los hombres y mujeres que están en la Iglesia”, porque “no se puede servir a Dios y al dinero”.
“Todos nosotros tenemos que estar atentos porque la corrupción en los hombres y mujeres que están en la Iglesia [católica] empieza así, poco a poco” y “se enraiza en el corazón y acaba desalojando a Dios de la propia vida”, afirmó Francisco, al alertar del choque entre Dios y dinero y que “no podemos aprovecharnos de nuestra condición religiosa y de la bondad de nuestro pueblo para ser servidos y obtener beneficios materiales”.
La sacudida fue hecha por el Papa ayer en tres mensajes en Medellín, capital del noroccidental departamento de Antioquia y adonde llegó en la mañana procedente de Bogotá para cumplir con el tercer y penúltimo día completo de la visita apostólica a Colombia que inició el pasado miércoles por la tarde y concluirá hoy en la noche en Cartagena de Indias, capital del norteño departamento de Bolívar, sobre el mar Caribe, y desde donde viajará a Roma.
En una homilía matutina en Medellín, Francisco afirmó que “como Jesús ‘zarandeaba’ a los doctores de la ley para que salieran de su rigidez, ahora también la Iglesia es ‘zarandeada’ por el Espíritu para que deje sus comodidades y apegos. La renovación no nos debe dar miedo. La Iglesia está siempre en renovación”.
“No se renueva a su antojo”, sino de manera “firme y bien fundada en la fe, sin apartarse de la esperanza”, aclaró, al subrayar: “La renovación supone sacrificio y valentía, no para considerarse mejores o más pulcros, sino para responder mejor al llamado del Señor”.
De seguido, y en una reafirmación del elemento central de su viaje a este país —afianzar la paz luego de más de 52 años de guerra— el Pontífice recordó: “Y en Colombia hay tantas situaciones que reclaman de los discípulos el estilo de vida de Jesús, particularmente el amor convertido en hechos de no violencia, de reconciliación y de paz”.
En un discurso vespertino, recordó que “hay situaciones, estilos y opciones que muestran los signos de sequedad y de muerte” y que “el veneno de la mentira, el ocultamiento, la manipulación y el abuso al pueblo de Dios, a los frágiles y especialmente a los ancianos y niños no pueden tener cabida en nuestra comunidad”.
Mancharse. Tras una multitudinaria bienvenida, el líder mundial del catolicismo exhortó a la cúpula eclesiástica colombiana a “ir a lo esencial”, a “renovarse” y a “involucrarse” o “ensuciarse, mancharse”.
En sus actividades de ayer en la tarde en Medellín, visitó la Casa Familia San José, que alberga niños y niñas abandonadas o en situación desfavorable. Luego asistió a La Macarena, centro de actividades especiales, donde explicó a sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas y sus familias que “el llamado de Dios no es una carga pesada que nos roba la alegría”.
“Dios no nos quiere sumidos en la tristeza” ni en “el cansancio”, les dijo. Tristeza y cansancio, añadió, “vienen de las actividades mal vividas, sin una espiritualidad que haga feliz nuestra vida y aun nuestras fatigas”. En el palco del centro estuvieron expuestas las reliquias de la Madre Laura, primera santa colombiana, canonizada por Francisco en 2013 y nacida en 1874 como María Laura de Jesús Montoya Upegui precisamente en Antioquia. En 2004 fue declarada beata de la Iglesia católica al atribuírsele un milagro por su intercesión y en 2012 se reveló un segundo milagro.
Francisco regresó anoche a la Nunciatura Apostólica, en Bogotá, donde ha dormido durante su estancia en Colombia, y, en una reafirmación del matrimonio tradicional entre un hombre y una mujer, en la acera del portón de esa legación diplomática fue recibido por parejas de recién casados y otras que celebran bodas de oro (50 años) y de plata (25).