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A finales de agosto el huracán Harvey golpeó la costa sur de Texas, dejando daños superiores a los 63 mil millones de dólares, la cifra más elevada registrada en los últimos 25 años en la región del Atlántico a causa de un desastre natural, después de Katrina y Sandy.
Siguiendo la estela de Harvey, apareció el huracán Irma, que dejó a su paso otra senda de destrucción, particularmente en las islas caribeñas de San Martín, San Eustaquio y Saba, en donde los vientos superaron los 250 kilómetros por hora. “Es el desastre natural más grande que ha golpeado nuestro reino en mucho tiempo”, fue la primera reacción del ministro holandés del Interior, Ronald Plasterk, tras conocer que 90% de las viviendas de la parte holandesa de San Martín habían quedado completamente o parcialmente destruidas.
Más allá de los desastres de Harvey e Irma, durante este verano, monzones extremos se cobraron la vida de mil 200 personas en India, Bangladesh y Nepal, mientras las lluvias torrenciales causaron severas inundaciones en Irlanda, Filipinas y Sierra Leona. En este último país más mil personas fueron sepultadas por el lodo. Los incendios forestales igualmente se intensificaron en California, España, Túnez, Grecia, Hungría y hasta en la helada Groenlandia.
Para el líder del Grupo Socialista del Parlamento Europeo, Gianni Pittella, basta usar un poco de sentido común para establecer la relación entre el cambio climático y los recientes eventos climatológicos. “Creo que incluso [el presidente estadounidense Donald] Trump [quien considera el cambio climático como un engaño en perjuicio de los intereses de su país] debe usar un poco de sentido común y ver lo que está sucediendo en su país y en el mundo”, dijo Pittella en un encuentro con la prensa en Estrasburgo.
La comunidad científica es más cautelosa. El Instituto Meteorológico de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés), indicó en su más reciente reporte que aún era prematuro fijar patrones. Cada año tienen lugar entre 70 y 110 tormentas tropicales, de las cuales, entre 40 y 60 alcanzan el nivel de huracán, y la temporada en el Océano Atlántico comienza en junio y dura hasta noviembre.
“Es cierto que ningún evento único puede estar vinculado exclusivamente al cambio climático, pero el aumento de las temperaturas a causa del calentamiento del planeta están afectando la intensidad de las tormentas”, dice a EL UNIVERSAL Anita van Breda, directora de Medio Ambiente y Gestión de Desastres del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
“Esto fue evidente con el huracán Harvey, que terminó generando un volumen histórico de agua que acabó inundando Houston”, continúa.
Lo que sí es claro es que los mortales ciclones tropicales sin precedentes registrados en El Caribe y los excepcionales incendios que golpearon las remotas tierras del oeste de Groenlandia, son un preludio de lo que le espera al mundo de no tomar acciones más firmes para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento del planeta.
“De cierta forma el 2050 es hoy. Lo que hagamos ahora determinará si seremos capaces de mantener la temperatura global por debajo de los 2 grados”, sostiene Paula Caballero, directora para el Cambio Climático del World Resources Institute.
De acuerdo con el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), resulta extremadamente probable que el calentamiento del planeta sea atribuible a la actividad humana, y de no introducir políticas complementarias de reducción de emisiones, la temperatura media mundial aumentará entre 1.1 y 6.4 grados centígrados a lo largo de este siglo. De aumentar los termómetros de la Tierra en tan sólo en 2 grados, los científicos anticipan fenómenos climáticos más extremos como inundaciones, sequías, lluvias intensas, olas de calor, incendios forestales, desaparición de glaciares y subida del nivel del mar.
Los modelos meteorológicos del IPCC proyectan bajo este escenario, que la intensidad de los huracanes aumente entre 2% y 11% a finales del siglo, mientras que la cantidad de lluvia entre 10% y 15%.
Tras más de dos décadas de negociaciones, en diciembre de 2015 la comunidad internacional finalmente se puso de acuerdo ante el desafío climático, trazando la hoja de ruta para mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 2 grados.
Sin embargo, el futuro del llamado Acuerdo de París está en riesgo luego de que el país que emite más emisiones per cápita, Estados Unidos, retirara su apoyo con la llegada de Trump a la Casa Blanca. “El Acuerdo de París dio al mundo una hoja de ruta indispensable para abordar el cambio climático, pero para alcanzar los ambiciosos objetivos delineados en el acuerdo, todos los países deben aumentar sus objetivos climáticos para mantenerse en el buen camino”, sostiene Anita van Breda. “El cambio climático no es sólo un problema ambiental. También es una cuestión económica, de salud humana y de seguridad. Está claro que nuestro mundo está cambiando, y está sucediendo más rápido de lo que nuestros mejores científicos predijeron”.
Según la base de datos del Centro de Investigación sobre Epidemiología de los Desastres (CRED por sus siglas en inglés), alrededor de 335 desastres asociados con el clima se registraron cada año entre 2005 y 2014, lo que representa un aumento de 14% en comparación al periodo 1995-2004, y casi el doble de los niveles de 1985-1994.
Para la experta, acontecimientos como el huracán Harvey deben interpretarse como un mensaje para los gobiernos: hay que acelerar las acciones para reducir las emisiones contaminantes, y hacer las comunidades más resistentes a eventos meteorológicos aún más extremos, por ejemplo, mejorando la planificación urbana, evitando construcciones en zonas de riesgo y recurriendo a nuevas tecnologías.
“Al reconstruir luego de un desastre, debemos tener en mente a la naturaleza. El medio ambiente desempeña un papel crucial tanto en el proceso de recuperación de un desastre, como en la reducción de los futuros riesgos por fenómenos meteorológicos extremos”, subraya.