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El ex líder militar bosniocroata Slobodan Praljak, quien se suicidó el pasado miércoles delante del tribunal que lo juzgaba en La Haya, tomó “posiblemente cianuro de potasio” y murió por una “insuficiencia cardiaca”, informó ayer la fiscalía general holandesa.
Praljak, de 72 años, se suicidó momentos después de que el tribunal confirmara su condena a 20 años de cárcel por crímenes de guerra. Delante de las cámaras gritó que no era un criminal y luego bebió de un pequeño frasco que tenía en la mano. Praljak falleció pocas horas después en un hospital de La Haya.
El Instituto Forense holandés está realizando la autopsia del cuerpo de Praljak para determinar las causas exactas de su muerte. A la espera del informe final definitivo, y según se evidencia en los resultados preliminares de la prueba toxicológica, Praljak bebió efectivamente veneno, tal y como él mismo afirmó delante del Tribunal para la antigua Yugoslavia (TPIY) antes de morir.
A petición de la corte internacional, las autoridades holandesas iniciaron el día del fallecimiento “una investigación independiente” sobre la muerte. Además de la cuestión de qué sustancia tomó Praljak, la investigación del Ministerio Público en La Haya se centra en cómo el ex general bosniocroata obtuvo ese veneno y quién se lo suministró.
Según el abogado Erik Kok, que trabajó como asistente legal en el TPIY, es muy difícil evitar que un recluso obtenga “drogas o teléfonos móviles” dentro de prisión.
En declaraciones a la televisión holandesa RTL Nieuws, destacó que los sospechosos pueden salir a la calle bajo ciertas condiciones y están en contacto con personas.
El ala de la prisión holandesa de Scheveningen donde se encarcela a los sospechosos y condenados del TPIY está dirigida por la ONU y los guardias son sus funcionarios, lo que evita cualquier responsabilidad de los Países Bajos en este suceso.
Praljak fue condenado junto con otros cinco líderes bosniocroatas por haber organizado una campaña de terror y limpieza étnica contra musulmanes en Bosnia que, según el TPIY, fue planeada y ejecutada en complicidad con los gobernantes croatas de aquel entonces.
El fallo del TPIY desató indignación e ira en Croacia. El primer ministro, Andrej Plankovic, calificó el suicidio de Praljak como un “acto que demostraba una profunda injusticia moral”.