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metropoli@eluniversal.com.mx
A partir de este viernes, cada 15 días o mensualmente, los 150 alumnos de la preparatoria Vladimir Ilich Ulianov Lenin, ubicada en la zona limítrofe entre los municipios de Toluca y Metepec saldrán a las calles a vender abrazos, dulces, chicharrones o esquites, lo que sea necesario para obtener recursos y poder equipar la escuela que desde hace cinco años inició operaciones, aunque sin instalaciones dignas para un adecuado funcionamiento.
Los docentes y el director fomentaron esa iniciativa llamada truequeo, que tiene como finalidad traer productos que los padres de familia aportan para ponerlos a la venta en cinco, 10 o 50 pesos. El anhelo es que la comunidad de la delegación Valle Don Camilo se anime a adquirir dulces o antojitos y hasta tacos de guisados, de modo que contribuyan con la rehabilitación de las aulas y la compra de pupitres, que es lo más urgente.
El director, Joel Osorio Gutiérrez, explicó que a la fecha egresaron tres generaciones, entre quienes hay ahora alumnos de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). En octubre del año pasado fue reconocida oficialmente por la SEP, aunque siguen sin recibir equipamiento ni instalaciones dignas, a pesar de haber enviado exhortos a la Junta de Coordinación Política de la Legislatura mexiquense, el ayuntamiento de Toluca y las secretarías de Educación estatal y federal.
La institución de dos pisos en obra gris cuenta con algunas aulas, que por el momento tienen sillas que llevaron de sus casas los adolescentes; trabajan con material didáctico, proyectores, tres computadoras donadas por los propios padres o los docentes, y también organizaciones civiles.
“En esta escuela están inscritas personas de las regiones indígenas de la capital mexiquense, sobre todo de la parte norte y de la delegación Santa Ana Tlapaltitlán, San Pedro Totoltepec, San Mateo Otzacatipan, Tlacotepec, Capultitlán, también de Lerma y San Mateo Atenco, casi todos de escasos recursos”, dijo el responsable de la escuela ubucada en las calles de Montes Urales, esquina 5 de Mayo.
El truequeo se llevará a cabo cuantas veces sea necesario, dijeron alumnos y docentes. A ritmo de música de banda, con grandes bocinas en ambos lados de la acera, instalaron mesas y escritorios, anuncios con cartulinas donde colocaron los precios de los productos a la venta; toda una kermés entre la malla ciclónica y el arroyo vehicular.
Enfrente de la institución atraviesa una de las vialidades más transitadas de Toluca, a unos metros están el mercado Benito Juárez y la terminal de autobuses local, dos zonas consideradas entre las más inseguras de la capital por la cantidad de taxis, camiones y autos que circulan, así como el ambulantaje, al que algunas empresas de transporte foráneo atribuyen la presencia de carteristas.
Profesores con bajos salarios. El plantel tiene seis aulas en dos pisos, una oficina de la Dirección, la Secretaría Escolar, un pequeño salón para la orientación vocacional a los jóvenes. El techo sirve para que los muchachos salgan al recreo. Al transitar por las calles de esta zona es posible observar primero una fachada donde hay locales comerciales con venta de muebles de madera, un taller de cruces y lápidas de cantera, además de un mecánico; detrás de ellos una manta mayor a los tres metros de ancho con el nombre de la Preparatoria Oficial número 168.
Son 26 docentes, de los cuáles menos de la mitad reciben un salario, pero no completo: de las 144 horas trabajadas sólo les son reconocidas 72, casi todos egresados de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) o de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), que apenas hace un año comenzaron a cobrar, porque en años pasados la mayoría impartía clases por amor a la vocación. Además, laboran dos secretarias y una responsable del control escolar.
Para los alumnos esta actividad es desarrollada con amor, con ganas de salir a adelante y de contar con un patio para su escuela, porque estar arriba, en el techo, “da mucho miedo”.
Con grandes sonrisas, posando para la foto, ofrecen abrazos a todo aquel que atraviesa por las calles.
Por la vía atraviesan autos particulares, sobre todo transporte público, a partir de las 9:00 horas. Los alumnos tienen fe en recaudar el dinero necesario para comprar los pupitres. “En sí necesitamos una escuela más grande, tener un patio. Nosotros preparamos todos los alimentos y la iniciativa es de todos, queremos colaborar para que la escuela mejore y a nuestros docentes les paguen”.
Hace tres años egresaron los primeros 25 alumnos que concluyeron el bachillerato, muchos indígenas.
Todos son una comunidad unida, se convirtieron en una escuela que prioriza la formación de valores, con base en el apoyo y la empatía. Todos en la calle son uno, las mismas carencias y los mismos objetivos.