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Cuauhtémoc.- Los ancianos Romelia Pérez Cruz y Félix González Estrada , de 94 y 96 años de edad, improvisaron una galera donde se levantaba su antigua casa de adobe y teja, ubicada en el centro de este ejido, uno de los más devastados por el terremoto del 7 de septiembre del 2017. Aquí viven desde que la catástrofe les arrebató su hogar.
Nevy González Pérez, el hijo de los ancianos, improvisó con los 25 mil pesos que recibió, una galera de no más de seis por seis metros, para que sus padres puedan descansar, ver la televisión y ver hacia el parque del pueblo desde un ventanal.
Los 25 mil pesos que recibió de la Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano (Sedatu) y Banco de Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi), los regresó de nuevo a los funcionarios, quienes prometieron levantar la vivienda, pero la dejaron a medias, sin techo, sin repello, sin ventanas y puertas. González Estrada calcula que todavía le faltan otros 35 mil pesos para terminar la casa.
La minicasa que le construyeron a don Félix no reúne las condiciones para que las familias vivan en un clima caluroso. Algunas familias tuvieron que modificar el diseño, pero la mayoría de los damnificados recibieron los muros sin puertas, sin ventanas y sin techo.
En el ejido Cuauhtémoc , de 800 casas, Bansefi entregó a dueños de 500 viviendas una tarjeta, pero la mayoría de ellos únicamente recibió entre 15 y 30 mil pesos; en 210 casas más, los damnificados recibieron dos, pero sólo les llegó 30 mil pesos.
El dinero que recibieron fue insuficiente para terminar sus casas, ya que el material se encareció, así como la mano de obra de los constructores de la zona.
Eso es precisamente lo que vive Eloida García Cordero, quien aloja desde hace un año en su hogar a su hija, dos nietas y su yerno Belisario López Gómez, al que no le alcanzó el dinero para reconstruir su vivienda.
La mujer tuvo que pedir un préstamo de 13 mil pesos con el pastor de su iglesia; 12 mil más con Belisario; y cinco mil en un banco de Villaflores.
Belisario, cuya vivienda tuvo daño total, únicamente recibió 15 mil pesos, pero tuvo que pedir un préstamo a un banco por 50 mil pesos y ese dinero lo compartió con su suegra.
Con ese dinero, dejó su casa a medias, con paredes sin repellar, sin techo, sin puertas, sin ventanas y sin piso. La carpa de la comunidad internacional la usa para guardar sus enseres. Belisario calcula que necesita otros 40 mil pesos para terminar la vivienda ubicada en el Callejón Sin Salida, pero mientras tanto, sigue “refugiado” con su suegra.
Lo mismo le pasa a Julita Rincón Moreno, de 32 años, quien asegura que ella y su esposo Alember Molina, de 35 años, nada más recibieron 15 mil pesos, pero para poder reconstruir su casa tuvieron que pedir un préstamo de 20 mil pesos, que todavía no han pagado.
Cuenta que semanas después del sismo, el material de construcción y la mano de obra de maestros y peones albañiles se encareció en la zona.
El millar de ladrillo que llegaba de Chiapa de Corzo, Villaflores, Suchiapa o Coita, llegó a valer de 3 mil 500 a 3 mil 600; la bolsa de cemento se cotizó entre 195 y 200 pesos; mientras que un maestro albañil llegó a cobrar entre 18 y 25 mil pesos para levantar una casa, pero si el trato era por día, el costo era de 300 pesos y un peón 200 pesos, por ocho horas de trabajo. A la semana debían pagar tres mil pesos.
Patrocinio González Vázquez, de 70 años, hombre que vive solo en el Callejón Sin Salida, ha gastado 85 mil pesos y su casa quedó a medio terminar, porque “todo se encareció”.
Victoria Salinas Pérez, que recibió dos tarjetas por un monto de 120 mil, ya no terminó su casa porque le deben 35 mil pesos.
La nueva casa la montó sobre el trazo de su antigua vivienda, pero ya no pudo comprar las puertas, ni ventanas, ni instalar el techo, porque nunca llegó el dinero. “Si me hubieran dado todo, sí termino de construir mi casa”, declaró.
A un año del sismo, Salinas Pérez vuelve constantemente a su antigua casa para limpiar la maleza, que crece de manera vertiginosa.
Cuando los damnificados no encontraron respuesta de funcionarios de Bansefi y Sedatu, entonces cerraron carreteras y tomaron oficinas de esas dependencias, pero en una protesta de más de 24 horas, llegó la Policía a la altura de la comunidad La Garza, del municipio de Villaflores, donde “nos levantaron con la promesa de que el dinero nos lo darían en Tuxtla, pero fue engaño, porque no dieron nada”. En las movilizaciones la mujer participó en tres plantones, pero ni así los oyeron.
Alfonso Salinas, de 83 años, también dejó su casa a medio terminar, porque de los 120 mil pesos que le prometieron, solo le dieron 83 mil pesos. “Aquí sigo esperando el dinero para poder terminar mi casa”, apuntó.
afcl