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“Se me opacó la vista por completo, pero no se me apagó la vida. Sigo respirando, estoy vivo y quiero trabajar hasta donde el ser supremo, al que le digo Dios, me lo permita”, asegura José García Antonio, El señor de las sirenas, artesano invidente.
Originario de San Antonino Castillo Velasco, una comunidad del distrito de Ocotlán, narra que desde niño empezó a jugar con el barro y conforme fue creciendo aprendió a trabajarlo cada vez mejor; aunque hasta los 20 años descubrió que tenía verdadero talento.
Más tarde, su cuñado le regaló un horno. “En el barro encontré muchísimo qué hacer y hoy sigo trabajándolo. Soy artesano, ceramista o escultor, pues he llegado a hacer figuras de tamaño real que describen cómo fue la raza oaxaqueña, con mujeres de ropa típica y peinadas con trenzas”, describe.
También, con sus manos esculpe hombres del México antiguo. “Son hombres que se ven así como yo me visto, de calzones de manta, huaraches y sombrero”, explica José García, mientras palpa una de las sirenas que forman parte de la producción familiar.
Las sirenas, sus favoritas. Mientras José se encontraba en su taller, recuerda, un día tuvo la idea de hacer una sirena de barro. Poco a poco, fue experimentando con adornos y finalmente dio personalidad propia al ser mitológico que se convirtió en su preferido.
El artesano recuerda que fue a los 55 años de cuando perdió la vista a causa del glaucoma que ya había mermado su salud desde algunos años atrás.
Sin visión, paró sus labores por un par de meses, pero encontró los ánimos para retomar su oficio, auxiliado del tacto y sus otros sentidos.
El escultor refiere que nunca quiso convertirse en una carga para su familia; a más de dos décadas de haber perdido la vista, asegura que con el paso de los días recobró la autosuficiencia para realizar sus actividades de forma normal.
José encuentra en su esposa, Santa Reina Teresita Mendoza, la ayuda ideal para realizar su trabajo, pues también es artesana.
“Ella es mis ojos”, confiesa. Mientras él da forma a las piezas, su pareja afina los detalles y dibuja los ojos y el rostro; también peina los cabellos de las sirenas que le han dado popularidad internacional.
Su esposa explica que José nunca se sintió triste tras perder la vista, pero ella reconoce que en medio de la desesperación vislumbraba el fin del arte familiar. En un principio, José elaboraba figuras pequeñas, pero con el paso del tiempo perfeccionó la habilidad para trabajar a ciegas.
La historia de este apasionado artesano es un ejemplo de superación y orgullo para Oaxaca; su trabajo ha sido homenajeado en repetidas ocasiones a nivel mundial.
Recientemente, el Festival Shiin Naa Lasn 2017 (el arte del pueblo), de San Martín Tilcajete, le dedicó a José la decimoprimera edición de la muestra de arte. Además, su obra ha sido llevada hasta Nuevo México, Estados Unidos.
Legado familiar. Sus tres hijos aprendieron en el taller familiar: sus dos hijas se dedican a la elaboración de artesanías y su hijo es pintor y escultor. La herencia también alcanzó a los nietos, una de ellas, de nombre Lucero, que hoy tiene siete años, ha sido tres veces galardonada en diversos concursos culturales por su habilidad para hacer artesanías.
“Estoy muy orgulloso, es la mejor herencia que les puedo dejar, una herencia muy sana y bonita”, dice José sobre su oficio.