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En la enorme casona de cantera que alberga a la Casa de Gobierno del Estado de México, donde vive el gobernador Eruviel Ávila Villegas, el pasado 29 de febrero tuvo lugar una singular convivencia a la que asistieron gobernadores del PRI, secretarios del gabinete federal y el presidente Enrique Peña Nieto. La invitación corrió a cargo del gobernador anfitrión, quien al término de la reunión 50 de la Conago, que se efectuó ese mismo día en Toluca, invitó a sus colegas a un “brindis” en la residencia oficial para celebrar el fin de su presidencia en el organismo. El Presidente, que originalmente tenía previsto su regreso a Los Pinos después de asistir a la conferencia de gobernadores, no pudo despegar su helicóptero por mal tiempo y decidió pernoctar en la capital mexiquense, por lo que se sumó al convivio.
Según las versiones de al menos tres asistentes, la reunión de aquella tarde comenzó en tono formal por la presencia del Presidente, pero luego el ambiente festivo comenzó a apoderarse de los invitados. El anfitrión, Eruviel Ávila, sacó varias botellas de tequila “Casa Dragones”, su favorito (un tequila artesanal elaborado en Tequila, Jalisco, y que cuesta 3 mil 750 pesos cada botella) y comenzó a servir a los invitados.
“Un hidalgo, un hidalgo”, les decía el anfitrión, mientras llenaba una y otra vez las copas tequileras en sus manos. Se vaciaba la copa y los meseros volvían a servir. “Un cruzadito”, se escuchaba y dos o más asistentes entrelazaban los brazos para beber hasta el fondo el contenido de su copa. Así transcurrieron varias horas en uno de los salones de la casona ubicada en el Paseo Colón de la capital mexiquense. En la confianza y la privacidad de la Casa de Gobierno, mientras camionetas y guaruras esperaban afuera, los gobernadores y secretarios de Estado fueron entrando en calor. El Presidente departía con varios de ellos y se formaban grupos que conversaban amenamente
En algún momento, comentó uno de los asistentes, inició una discusión en una parte del salón. Un joven gobernador de un estado del sureste comenzó a reclamar a un secretario del gabinete. La discusión comenzó a subir de tono y empezaron los gritos. “Yo no voy a permitir que este ca… me trate de esa manera”, reclamaba visiblemente alcoholizado el mandatario priísta. A las palabras altisonantes siguieron empujones y jaloneos. El gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, quiso intervenir para sujetar a su colega, pero en respuesta recibió un puñetazo en la cara que le abrió el labio. Otro que intentó calmar al gobernador alterado fue el secretario de Salud, José Narro, pero recibió un fuerte empujón que lo tiró al piso.
Tuvieron que intervenir guardias del Estado Mayor Presidencial para sujetar al gobernador y controlar la penosa situación que ocurría en presencia del Presidente. Hasta ahí la versión que dan de ese “brindis” que se salió de control al calor de los tequilas.
¿Será práctica común que los brindis del gobernador mexiquense terminen así por el exceso de consumo de alcohol? La pregunta vale porque, aunque se trate de reuniones privadas y los funcionarios podrían argumentar que están fuera de sus horarios de trabajo, los encuentros ocurren en una residencia oficial, cuyo gasto y operación (incluidas las comidas y bebidas que se sirven a los invitados) corren a cargo de los impuestos de los mexiquenses.
De acuerdo con la respuesta a la solicitud de transparencia 00083/SF/IP/2015, el año pasado el gobierno del Estado de México gastó 14 millones 378 mil 240 pesos para sostener las tres “Casas de Gobierno” con que cuenta el Ejecutivo mexiquense, incluyendo la mencionada casona del Paseo Colón, donde habitan el gobernador y sus 4 hijos; otra en Valle de Bravo, utilizada para actividades sociales y de descanso, y una residencia en la Ciudad de México para actividades oficiales. Ese gasto incluye el pago de servidumbre, servicios y de los alimentos y bebidas, así como gastos de mantenimiento. La pregunta es ¿también incluye tequilas de 3 mil 750 pesos por botella?
sgarciasoto@hotmail.com