Como ejercicio democrático para conocer posiciones, pensamientos y propuestas de los candidatos ante la problemática social, estuvo lleno de lugares comunes y propuestas genéricas; como espacio de contraste para evaluar debilidades, fortalezas, historias personales, honestidad o capacidad de los aspirantes resultó decepcionante; y hasta en términos de formato y producción televisiva, el primer debate entre los candidatos a gobernar el Estado de México fue demasiado pobre y aburrido. Un debate gris y anodino que no despertó entusiasmo alguno, con candidatos robotizados y contenidos que ni sacaron sus mejores armas, ni lucieron su mejor imagen, ni se atrevieron a lanzar una sola frase audaz o una propuesta osada fuera de la demagogia tradicional. Nada para recordar.

Si se hubiera tratado de un Pago por Evento los varios millones de televidentes o internautas que siguieron la transmisión de este primer debate en la elección mexiquense tendrían que exigir que les devuelvan lo gastado. En hora y media de duración no hubo un solo momento climático ni de tensión. Ni siquiera cuando Josefina Vázquez Mota abrió el debate con una acusación de descuentos ilegales de Delfina a los trabajadores de Texcoco, que la candidata de Morena dejó pasar sin responder; tampoco cuando al correcto y pulcro Alfredo del Mazo lo acusaron de beneficiarse de la corrupción de OHL e Higa, o de ser “amigo de los Duarte, los Borge o los Yarrington”; y menos cuando el priísta intentó un tibio revire a Josefina “por los mil millones que te robaste de los migrantes”. Nada que sacudiera, que preocupara y mucho menos que descompusiera al adversario. Ataques que fueron como balas de salva y repitieron acusaciones ya sabidas, que no sorprendieron a nadie, menos a los supuestos acusados.

Fue como si de pronto la llamativa y estratégica elección mexiquense se volviera intrascendente; como si la llamada “joya de la corona”, a juzgar por el nivel de debate mostrado por sus aspirantes, se volviera un vulgar brillante. Porque ni en las cifras, ni en los datos, ni mucho menos en sus diagnósticos o propuestas de solución, los candidatos supieron reflejar las dimensiones de un estado que, tanto en sus recursos como en su grave problemática económica, política y social, es de primer orden. De la inseguridad, con mucho el problema más grave y sensible para los mexiquenses, apenas menciones, esbozos, promesas vagas; del feminicidio y la violencia contra las mujeres, que colocan a la entidad mexiquense como la de mayor incidencia nacional y con “alerta de género” en varios municipios, sólo menciones superficiales que no reflejaron ni por asomo —ni siquiera en el discurso de tres candidatas mujeres— el drama y la tragedia de miles de mujeres violadas, maltratadas y asesinadas brutalmente todos los días en ese estado.

Del narcotráfico y su violencia en la zona sur del estado, colindante con Guerrero y Michoacán o la operación de cárteles de las ciudades más pobladas ni una sola mención y de la inseguridad en el transporte, quizás el delito más común en las grandes zonas urbanas mexiquenses solo hicieron comentarios generales y ningún dato o estadística que lo dimensionara y mucho menos propuestas concretas y aterrizadas para combatirlo. Lo mismo pasó con la corrupción, el otro gran tema de la noche: menciones genéricas a las grandes constructoras beneficiadas en el estado, Higa y OHL, alusiones rápidas a la Casa Blanca de Peña Nieto y del Grupo Atlacomulco y una sola cifra constatable del costo de la corrupción en la entidad de 117 mil millones de pesos. Para combatirla los mismos planteamientos demagógicos: fiscalía autónoma, eliminación del fuero, persecución de los funcionarios corruptos y hasta cadena perpetua para ellos. Una sola mención al gobernador Eruviel Ávila y al presidente Peña Nieto del candidato del PT, Óscar González, que dijo que “los voy a meter a la cárcel” por “lo que han robado al estado”.

Un Alfredo del Mazo contenido, acartonado, demasiado preocupado en demostrar superioridad y preparación para gobernar “fuerte y con todo”, como su predecible eslogan. Una Delfina Gómez que, aunque apeló a la idea de ser “una gente como tú”, no tuvo argumentos convincentes y confirmó que sola y sin López Obrador pierde fuerza y presencia; una Josefina Vázquez Mota que, aunque enseñó el colmillo y fue la que mejor le hablaba a la cámara, no dejó de ser la misma Josefina de siempre: plana, acartonada, hablando siempre como si estuviera grabando un spot. De Juan Zepeda, que había despertado expectativas, decepcionó su insistencia en presentarse como “alcalde exitoso” y en hablar de Ciudad Neza como si fuera Estocolmo.

Al final, el primer debate de la competida elección mexiquense no reflejó el fragor de la contienda que se libra en ese estado. Fue tan anodino que difícilmente hubo un ganador claro y creíble, pero eso sí, muchos perdedores en el electorado mexiquense, sobre todo el indeciso, que tendrá que esperar a ver si un segundo debate lo ayuda a decidirse. Porque este, literalmente, pasó de noche.

sgarciasoto@hotmail.com

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