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Reducido a unas cuantas tribus que se disputan los despojos que le quedan, el PRD dejó de ser —en los hechos y en su votación— una fuerza política nacional y el mayor partido de izquierda en el país. El eclipse del sol azteca coincide con la fuerza emergente de Morena y su consolidación como principal fuerza izquierdista en la República, dando pie a un éxodo inocultable de perredistas que abandonan su partido y buscan cobijo con sus primos morenistas, atraídos por el liderazgo y la figura ascendente de Andrés Manuel López Obrador que, al puntear en las encuestas, es visto como “opción” de poder y de gobierno por un desarticulado y desdibujado perredismo.
El desmoronamiento del partido nacido en 1989, heredero del Frente Democrático Nacional que llevó a Cuauhtémoc Cárdenas a las puertas de Los Pinos en la controvertida elección del 88, fue pronosticado por analistas y políticos desde la ruptura de Los Chuchos y Andrés Manuel tras el fracaso del tabasqueño en la elección presidencial de 2012. Fue cuestión de tiempo para que López Obrador, de la mano de Morena, con su registro como partido en julio de 2014, comenzara su estrategia de desfondar al PRD en las elecciones de 2015 de la Ciudad de México, donde asestó el primer golpe de un proceso continuado en los últimos meses con la salida de bases, grupos, cuadros militantes y liderazgos perredistas en los estados, las bancadas del Congreso, principalmente del Senado, y que tendrá sus dos momentos culminantes primero en el Estado de México, donde el desfonde ya es evidente y luego el golpe final en 2018.
El horizonte de vida para el PRD será la próxima elección presidencial, en la que los perredistas parecen destinados a jugar un papel testimonial si van con un candidato propio como Miguel Angel Mancera o a buscar una alianza de supervivencia que podría ser con el PAN, como proponen Los Chuchos, o con Morena y López Obrador, como plantean otras corrientes internas. De la corriente que se imponga dependerá el perfil y el tamaño del perredismo que sobreviva a la elección presidencial; pero, en cualquier caso, es un hecho que por primera vez en las sucesiones de los últimos 30 años —88, 94 y 2000 con Cuauhtémoc y 2006 y 2012 con Andrés Manuel— el PRD no será un actor protagónico en la disputa por el poder federal.
Basta ver lo que ocurre en el Senado, donde la crisis desatada por Miguel Barbosa, al pronunciarse a favor de López Obrador como “opción” para una alianza de izquierdas en 2018, ahondó la fractura y el éxodo de senadores y está a punto de acabar en litigio legal ante la decisión del CEN de remover a Barbosa y nombrar coordinadora a Dolores Padierna, y el anuncio del poblano de que derrotará a su partido en tribunales. A eso sumar el anuncio esperado de tres senadoras más, Iris Vianey Mendoza, Lorena Cuéllar y Luz María Beristain, que se sumarían a Andrés Manuel, con lo que ya serían 13 senadores “fugados” y la bancada se reduce a 9 de 22 senadores con que empezaron la legislatura.
Para colmo, en el Estado de México a la dirigente nacional Alejandra Barrales se le hizo bolas el engrudo al cancelar la elección interna de candidato —aconsejada por Miguel Angel Mancera dicen— para buscar una “designación directa”, lo que provocó impugnaciones de Los Chuchos, Galileos y Foro Sol, con sus respectivos candidatos, lo que dejará a quien sea el abanderado perredista al Edomex en franca desventaja y condenado a una campaña testimonial que, si bien le va, aspira al cuarto lugar.
Y aunque hay líderes perredistas que siguen negándolo, es cada vez más claro que del otrora poderoso PRD va quedando solo lo que no les ha quitado López Obrador. Y es previsible que después de 2018 el perredismo termine de atomizarse, ya sea con las últimas tribus que migren a Morena o en nuevas expresiones políticas que buscarán su registro como partidos, dejando, si acaso, un partido pequeño que no será ni la sombra de lo que llegó a ser el sol azteca.
NOTAS INDISCRETAS… La próxima semana el diputado Ulises Ramírez, que finalmente desistió de su impugnación a la candidatura del PAN en el Estado de México, organizara un acto para levantarle la mano a Josefina Vázquez Mota y cerrar así el capítulo de confrontación del panismo mexiquense. Al mitin, que será la rendición de Ulises, asistirá el ex gobernador de Puebla y aspirante a 2018, Rafael Moreno Valle, quien había sido el principal aliado del diputado Ramírez; ¿cerrará con eso la cicatriz del panismo mexiquense?... A propósito de cicatrices, nos cuentan que la que se vio el domingo pasado en la inscripción de Vázquez Mota junto al matrimonio Calderón fue totalmente superficial. Entre Josefina y el ex presidente Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala no hubo “ni perdón ni olvido” y si Vázquez Mota aceptó posar junto a ellos fue solo para la foto y no porque haya perdonado sus traiciones… Se agitan los dados. Cayó Serpiente. Descendemos.
sgarciasoto@hotmail.com