El principal objetivo de los contactos que ya realiza Luis Videgaray con Jared Kushner, el poderoso yerno de Donald Trump, es lograr que, antes de que tome posesión, el presidente electo de Estados Unidos acepte reunirse en su país con el presidente de México, Enrique Peña Nieto. Esa es la prioridad que mueve a una parte del gabinete peñista que busca desesperadamente ese encuentro como una forma de mandar un mensaje sobre la “relación cercana y de colaboración” que el gobierno mexicano intenta tener con la administración Trump.

Es tanta la premura con la que Videgaray busca que Trump reciba a Peña Nieto, que los oficios del ex secretario de Hacienda —que asume otra vez funciones diplomáticas que no le corresponden— ya provocan división en el gabinete, en el que se han formado dos bloques: uno encabezado por Videgaray, Aurelio Nuño y José Antonio Meade, a favor de acelerar contactos con el equipo de Trump en busca del encuentro en Washington, y el otro, formado por Miguel Angel Osorio Chong, Claudia Ruiz Massieu e Ildefonso Guajardo, que le sugieren al presidente mayor mesura con el presidente electo y esperar hasta después de la toma de posesión para que la comunicación fluya por las vías formales y diplomáticas.

Es la misma división del gabinete peñista que surgió durante la cuestionada visita de Donald Trump a Los Pinos el pasado 31 de agosto. Ya en aquella ocasión, mientras Videgaray, Nuño y Meade querían traer al entonces candidato republicano y convencieron al presidente, el otro bloque formado por Osorio, Ruiz Massieu y Guajardo expresaba sus reservas y le recomendaron a Peña Nieto incluso cancelar la visita cuando ya estaba programada, ante la polémica y el rechazo que generaría. Aquella vez Peña hizo caso a Videgaray y pagó las consecuencias, con todo y la dolorosa salida de su “hombre fuerte”, hoy
de regreso y operando desde las sombras.

Tan real es la operación de Videgaray en la búsqueda de un encuentro con Trump, que a la Cancillería mexicana y a su titular Claudia Ruiz Massieu las han vuelto a excluir de un tema que constitucionalmente les corresponde, y mientras el ex titular de Hacienda acapara esos contactos y la comunicación con Jared Kushner, a la canciller la han relegado a que se encargue sólo de la atención a los migrantes mexicanos, ante las amenazas de persecución y deportación.

Hay incluso el temor entre algunos miembros del gabinete presidencial de que, aprovechando sus contactos con el yerno de Trump, Videgaray manipule al presidente para “sugerir” que la nueva administración en Washington ya no vería con buenos ojos a algunos secretarios mexicanos que se opusieron a la visita de Trump a México; es decir que, en afán de retomar el control que perdió en el gabinete y desplazar a los que le son incómodos en sus planes políticos, sobre todo hacia el 2018, Videgaray podría “recomendar” a Peña el cambio de secretarios como Osorio Chong, Guajardo y otros que le estorben en el camino.

Por lo pronto, la condición que le puso Peña Nieto a Videgaray, al autorizarlo a retomar sus contactos con el yerno influyente, fue sólo una pero terminante: “lograr la reunión con Trump antes del 20 de enero”. Si eso no ocurre, el resucitado don Luis habrá fracasado y entonces sí peligraría su anhelado regreso al primer círculo presidencial. ¿Lo logrará?

NOTAS INDISCRETAS…Aún resuenan ecos de su reciente instalación, y el nuevo Consejo Político Nacional del PRI ya convoca a su primera sesión el 14 de diciembre, justo dos días antes de las vacaciones decembrinas. Y lo que llama la atención de los priístas es la orden del día de 6 puntos para esa reunión: 1.Emisión de convocatorias para gobernadores. 2. Paridad de género. 3. Blindaje electoral. 4. Plan electoral 2017. 5. 50% de los cargos serán electos por convención y el resto por comisión. Y 6. Candidatos simpatizantes. Y en este último punto es donde muchos priístas han levantado la ceja, ¿candidatos simpatizantes?, ¿para qué cargo? Porque según los estatutos del PRI los “simpatizantes” solo pueden aspirar a cargos de alcaldes y gobernadores, pero no así a la Presidencia de la República, donde sí se exige ser cuadro o militante. La duda viene porque muchos priístas registraron que el 22 de noviembre pasado, en la instalación del Consejo, al secretario de Hacienda, José Antonio Meade, se le vio muy sonriente y en primera fila, vistiendo incluso una camiseta blanca con el logo bordado del PRI, a pesar de que él ha declarado varias veces no ser priísta. La camisa bordada se la regaló su amigo el dirigente Enrique Ochoa, quien a su llegada invitó a Meade a su oficina a que se cambiara la camisa que llevaba y a ponerse en su lugar la de priísta. ¿No será que están pensando en esos “candidatos simpatizantes” que son amigos de la dirigencia priísta?...Ruedan los dados. Cayó Serpiente. Mal inicia la semana.

sgarciasoto@hotmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses