El saldo más claro del primer debate presidencial de Estados Unidos —del que como nunca estuvieron pendientes los mexicanos— fue ver a una Hillary Clinton absolutamente superior en capacidad, experiencia y mensaje, mientras su rival, Donald Trump, confirmó improvisación, fue exhibido como mentiroso y discriminador, y hasta su imagen de magnate exitoso, que lo llevo a la candidatura, no salió bien librada. Pero mientras muchos en México celebraban ese resultado, en Los Pinos no debió hacerles gracia que el candidato por el que apostó abiertamente el presidente Peña Nieto saliera vapuleado de un debate que puede ser decisivo.
Y es que cada vez se ve más claro que lo de Peña Nieto, al invitar a Trump a México y recibirlo como jefe de Estado en Los Pinos, más que un “error de cálculo político”, como se interpretó en un principio, fue una clara apuesta política del mandatario mexicano con doble intención: ayudar al abanderado republicano a elevar su imagen de “presidenciable”, capaz de hacer política exterior y dialogar con un gobierno constituido, sin importarle el nivel de rechazo que generaba en nuestro país; y además mandar un mensaje al bando demócrata y al gobierno de Obama, de los que Peña siempre se ha sentido no sólo distante sino maltratado y rechazado.
Por eso la insistencia de Peña y de Videgaray de que invitaron a Trump “porque puede ser el próximo presidente de Estados Unidos”. Y aunque la afirmación se sostendría en las encuestas, más que un argumento, la frase encerraba la verdadera intención y la apuesta que el Presidente de México decidió hacer, a contracorriente de la mayoría de mexicanos y contra la opinión de miembros de su gabinete, en las elecciones en curso en Estados Unidos.
Enrique Peña Nieto siempre se sintió, primero como candidato y luego en estos cuatro años como Presidente, menospreciado por la administración Obama. No tiene una buena relación con Hillary Clinton, quien desde el Departamento de Estado se encargó de sembrar en contra de su candidatura, la idea y el mensaje de que “Si Peña llega a la Presidencia de México volverán las negociaciones con los cárteles de la droga”. ¿Sabían algo concreto?
Cuentan que en una ocasión, en diciembre de 2011, en los prolegómenos de la sucesión mexicana, un alto general del Pentágono buscó a la entonces presidenta del SNTE, Elba Esther Gordillo, en su mansión de Coronado, en San Diego. El mensaje del alto mando estadunidense fue directo: “Mi gobierno está preocupado por su cercanía con un personaje como el candidato Peña”, le dijo. La Maestra, en ese momento aliada cercana, defendió al candidato del PRI y le dijo al general que tenían que conocerlo y reunirse con él, para lo que Gordillo se ofrecía a organizar un encuentro de acercamiento. “Ni se moleste, no nos va a dar la cara”, respondió el militar.
El encuentro prometido por Elba finalmente se llevaría a cabo en marzo de 2012, en pleno arranque de campaña. Desde Estados Unidos viajaron a México aquel general del Pentágono y un acompañante más, también de rango militar. La reunión, pactada con Peña, se llevaría a cabo en la Ciudad de México, hasta donde llegaron puntuales a la cita los representantes del US Army. En el lugar los visitantes esperaron junto con Gordillo, pero pasó el tiempo de la cita y el candidato del PRI nunca se presentó. “Se lo dije, que no se atrevería a darnos la cara”, le dijo el general del Pentágono a la lideresa magisterial antes de despedirse y volver a su país.
Ya desde la campaña la relación de Peña Nieto con la administración demócrata nunca fue buena. Y se confirmaría después en varios episodios en los que el trato al Presidente de México por el gobierno de Obama ha sido más bien frío y distante, cuando no abiertamente adverso. Como en aquella Cumbre en Canadá donde, tras la intervención de Peña sobre la amenaza del populismo, Obama lo corrigió en público y lo dejó en ridículo. Muchos ataques y filtraciones sobre corrupción y casos como la licitación del Tren México-Querétaro otorgada a China, que han dañado la imagen de Peña, tuvieron detrás la mano de agencias estadounidenses.
Eso lleva a pensar que detrás del supuesto “error histórico” cometido por Peña Nieto al acercarse a Trump y traerlo a México, hubo más bien una apuesta política consciente del Presidente mexicano en la cerrada carrera presidencial de Estados Unidos. El problema es que esa apuesta, a la luz de lo ocurrido ayer en el debate, puede ser muy costosa para Peña y para el país. Si gana Trump, tal vez celebrarían en Los Pinos, aunque fuera un triunfo ingenuo e ilusorio ante la amenaza real que representaría el republicano en la Casa Blanca. Pero si gana Hillary, no hay duda que a Peña Nieto le espera la Siberia latinoamericana en los dos últimos años de su gobierno.
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