Cuando los ingleses se percataron en 1940 que todos los pactos y negociaciones que hasta esa fecha habían hecho con Adolf Hitler no evitaron que el ejército nazi invadiera casi todo el continente y continuará su amenaza expansionista hacia la Gran Bretaña, entendieron, liderados por un valiente Churchill, que no podían dialogar más con un necio. Eso fue lo que ayer hizo en México el presidente Enrique Peña Nieto, que dedicó más de dos horas a “dialogar” con un hombre que durante todo un año ha insultado en todos los tonos posibles a México y los mexicanos; que llamó “gobierno completamente corrupto” a su administración y que amenaza con romper los acuerdos comerciales y con cerrar la frontera común con un muro, que además quiere que paguemos.

“Violadores, asesinos, corruptos, estafadores, ladrones de empleos, destructores de su economía gamberros, criminales”, eso y más nos ha llamado el candidato Donald Trump que ayer fue recibido, casi con trato de jefe de Estado, por el Presidente mexicano. ¿Qué le respondió a todas esas ofensas e insultos el presidente Enrique Peña Nieto? “Los mexicanos en Estados Unidos y en cualquier parte merecen respeto… (Le dije) que había habido mal interpretaciones o afirmaciones que lamentablemente habían lastimado y afectado a los mexicanos en la percepción que él viene haciendo de su candidatura, y de la cual soy absolutamente respetuoso… Que el pueblo de México se había sentido agraviado por comentarios que se habían formulado, pero que yo estaba seguro que su interés genuino es por construir una relación que nos lleve a darle a nuestras sociedades condiciones de mayor bienestar”.

¿Fue la respuesta y la defensa adecuada de un líder que sabe que, más que agraviados, sus compatriotas están enojados, enardecidos, molestos ante la agresión de un candidato racista que ha incitado al odio contra lo mexicano? En la lógica de la Presidencia de la República sí. “La reunión fue un éxito” y un gesto de audacia diplomática porque, decían ayer los voceros gubernamentales, el Presidente “le habló en tono fuerte y le dijo que no estábamos de acuerdo en pagar la construcción del muro”.

Pero en el sentir de los mexicanos que ayer recibieron con sorpresa e indignación la presencia sorpresiva de Trump en nuestro territorio, y en las reacciones de la oposición política, el presidente Peña Nieto se equivocó y cometió un error histórico y estratégico. No sólo al invitar y recibir a un personaje tan repudiado y a un candidato que va en picada en las encuestas, sino también en la forma en que lo trató y le habló, en un tono poco enérgico, excesivamente respetuoso y diplomático, como si se tratara de un jefe de Estado y no de un candidato.

En la Presidencia justifican la presencia de Trump “por el interés de dialogar con quién puede ser presidente de Estados Unidos”, y aclaran que mandaron al mismo tiempo las dos invitaciones, a él y a la candidata demócrata, Hillary Clinton, pero lo cierto es que al final el gobierno mexicano fue el que se ajustó a la agenda y la conveniencia del republicano, que fue el único en responder y que dijo que sólo podía venir este miércoles por un par de horas y justo antes de pronunciar un discurso sobre su propuesta migratoria en Arizona, con el que busca levantar su alicaída campaña. ¿No pudieron en Los Pinos proponerle otra fecha y dar tiempo a que la señora Hillary respondiera?

Porque ese será otro impacto negativo que podría tener la presencia de Trump ayer en Los Pinos; que del lado demócrata se sientan maltratados por haberle dado prioridad a su rival republicano y que incluso ya no quiera venir la señora Clinton como “plato de segunda mesa”. Y si se lastiman susceptibilidades demócratas, ¿de qué habrá servido la jugada diplomática ideada entre Los Pinos y la Cancillería y gestionada por el embajador mexicano Carlos Sada? Sólo para darle al indeseable datos, cifras y estadísticas de todo lo que les compramos los mexicanos a Estados Unidos y de lo mucho que depende nuestra economía de la suya, más lo que les aportamos en mano de obra calificada y barata. Toda esa información, que afanosa y detalladamente le dio Peña Nieto, la debe saber muy bien el candidato republicano, pero poco le importa en su nacionalismo a ultranza.

Trump debió bostezar cuando el Presidente mexicano —que en la reunión privada estuvo auxiliado por su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, como su traductor y acompañante— le repetía números, porcentajes y cifras sobre la relación comercial que debieron entrarle por una de sus enormes orejas y salirle por la otra.

Decía Sófocles que un hombre sensato no dialoga con un necio. Y ayer nuestro Presidente no sólo se vio insensato, sino ingenuo, si creyó que en dos horas y poniendo la otra mejilla iba a cambiar la visión torcida de un fascista y un necio.

sgarciasoto@hotmail.com

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