Como si emulara los pasos de su tío abuelo, el ex presidente Francisco I. Madero, que alcanzó la cumbre como líder de una revolución antirreleccionista que derrocó a Porfirio Díaz, pero una vez en el poder sucumbió ante el abandono y traición de sus amigos y el embate de sus enemigos, Gustavo Madero Muñoz, después de haber sido dirigente nacional del PAN y acariciar la posibilidad de ser candidato presidencial, hoy se encuentra solo, reclamando posiciones y acuerdos que dice que no le cumplieron, pero sin fuerza ni liderazgo para pelearlas.
Tras ser figura de primera línea en la política nacional en el último lustro, de haberse enfrentado y desafiado al presidente Felipe Calderón en la última parte de su mandato y de haber pactado y apoyado al presidente priísta Enrique Peña Nieto en la negociación y aprobación de sus reformas estructurales, hoy Madero parece cargar el peso histórico de su apellido y se encuentra relegado en una diputación donde ha perdido fuerza y ascendencia entre los panistas que no hace mucho lideró, abandonado por sus antiguos amigos y aliados y relegado por el que un día fuera su joven pupilo, el actual dirigente nacional panista, Ricardo Anaya.
Porque detrás de la versión que ha contado Gustavo Madero, sobre el incumplimiento de un compromiso de Anaya para hacerlo presidente de la Cámara de Diputados, posición para la que el líder panista prefirió a dos jóvenes legisladores como el morelense Jorge Bolaños y la queretana Guadalupe Murguía, hay versiones encontradas entre los dos personajes, pero un dato contundente: el 90% de los integrantes de la bancada panista avalaron los nombramientos hechos por Anaya y Madero no tuvo el apoyo a su aspiración ni siquiera del 10% restante.
La historia de este pleito comenzó hace un año, cuando se elegía al coordinador de los diputados panistas de la actual legislatura. Anaya citó a Madero en un restaurante de Polanco para hablar de las opciones para liderar la bancada. Era el 16 de agosto, en los días previos a la plenaria del grupo panista y la relación entre los dos ya no estaba en sus mejores términos.
En esa reunión Anaya le preguntó al diputado electo cómo veía el grupo y posibles nombres para la coordinación. Madero respondió que él tenía interés de ser coordinador, pero entendía que también había otros prospectos y que la decisión era facultad del CEN. Ricardo le contestó que iba a analizar perfiles y soltó algunos nombres, entre ellos el de Marko Cortés; le dijo a Gustavo que tomaba en cuenta su aspiración pero que de cualquier manera si la decisión no le favorecía “más adelante habrá otras posiciones que podríamos considerar como la presidencia de la Mesa Directiva u otros espacios”. Esa fue la frase que según Madero fue “un ofrecimiento” y que Anaya dice que no hubo tal y que sólo fue una mención de “futuras posibilidades”.
Se reunieron de nuevo una semana después, el 23 de agosto, en la Casa Portuguesa de Polanco. Ahí el dirigente le comunicó al chihuahuense su decisión de nombrar coordinador a Marko Cortés a lo que —según la versión del líder del PAN— Madero aceptó de buen modo y dijo que veía bien al michoacano que también fue cercano maderista. Se despidieron bien.
Vino después la plenaria de diputados del PAN, en Tijuana, Baja California, y ahí afloró la inconformidad de los maderistas. El ex dirigente intentó, con unos 15 diputados cercanos a él, una rebelión para tirar a Marko; hubo discusiones, jaloneos y señalamientos en la plenaria. Al final, por mayoría, los panistas apoyaron la designación de Anaya y Cortés fue presentado como líder de la bancada.
Luego habría un tercer encuentro entre Anaya y Madero a finales de agosto de ese año para hablar sobre la Comisión Permanente del PAN. Ya tensa la relación, guardaron las formas; Madero sacó una tableta donde traía una lista de candidatos que, dijo, impulsaría a la Permanente. Ninguno de los candidatos maderistas quedó y los consejeros panistas aprobaron la lista de 27 propuestos por Anaya, entre ellos enemigos de Madero como Josefina Vázquez Mota y Margarita Zavala.
Después de aquellos encuentros, donde uno dice que hubo “ofrecimiento” y el otro que sólo fue “un comentario”, se vieron un par de veces la semana pasada para comentar el nombramiento de la Presidencia de la Mesa Directiva. Cuando Anaya le anunció su decisión, Madero se dijo de acuerdo y no la objetó; pero días después estalló en los medios y acusó a su sucesor de incumplir su ofrecimiento y acusarlo de “secuestrar las decisiones del partido porque quiere ser candidato presidencial”. Es la ruptura final entre los dos y la última batalla que emprende un debilitado y marginado Madero. ¿Volverá a perder el sobrino nieto?
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