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Por debajo de su arraigada cultura institucional y presidencial, que mantiene al PRI en aparente calma, hay en estos momentos en el viejo partido, tanto en la cúpula como en las bases estatales, una inquietud creciente, una marcada incertidumbre por el futuro inmediato y un malestar generalizado. La situación en que quedó el priísmo, tras las dolorosas derrotas del pasado 5 de junio, que lo llevaron a dejar de gobernar a 19.5 millones de mexicanos, ha generado una inconformidad soterrada por lo que ubican como causa principal de esas derrotas: malas decisiones del gobierno que afectaron a su partido y traiciones de funcionarios del entorno más cercano del presidente Enrique Peña Nieto.
Gobernadores, ex dirigentes nacionales, congresistas y líderes partidistas comparten, sin decirlo públicamente, el duro diagnóstico hecho por Manlio Fabio Beltrones al presentar su renuncia, sobre el impacto negativo que tuvieron acciones del gobierno en áreas específicas del gabinete presidencial, en los reveses electorales que sufrió el PRI, junto a la negativa presidencial para actuar contra gobernadores acusados de corrupción, arropados desde Los Pinos. El de los priístas es un malestar que, aunque cuestiona decisiones políticas y económicas e incluso la selección de candidatos, no está dirigido al presidente Peña Nieto, sino más bien a su grupo más cercano, cuyos integrantes, todos con perfil tecnócrata, tienen nombre y apellido: Luis Videgaray Caso, José Antonio Meade y Aurelio Nuño Mayer.
Ese malestar focalizado hacia un sector del gabinete, el más poderoso por cierto, se entiende mejor si se lee completo el discurso de Luis Donaldo Colosio citado por Beltrones en su mensaje de renuncia: “Entiéndase bien: tenemos un compromiso de lealtad cabal con el jefe de la nación porque encabeza el proyecto revolucionario, pero no habrá servidor público de cualquier otro nivel (léase secretarios de Estado) que claudique, desmaye o traicione, que no encuentre al partido enfrente… El gobierno actúa, el partido resiente. La irresponsabilidad de uno conlleva mayor responsabilidad para el otro. Por ello, los priístas seremos los primeros vigilantes del quehacer gubernamental… El partido espera de los funcionarios una mayor responsabilidad, mayor congruencia en sus actos”, decía Colosio en aquel discurso parafraseado por Manlio, que el primero pronunció el 3 de diciembre de 1988 al tomar posesión como dirigente nacional en el arranque del gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
La gran influencia y el poder que ha tomado el grupo más cercano de Peña Nieto, comandado por Videgaray, no son bien vistos en las cúpulas priístas, sobre todo de cara a la sucesión presidencial de 2018, donde hay sectores influyentes que no están de acuerdo con que el Presidente deje en manos de ese grupo las decisiones que afectarán el futuro de su partido. Por eso cobra fuerza internamente un movimiento, aún soterrado, que plantea una necesaria “reforma del PRI” que revise y proponga los temas que tienen que cambiar dentro del priísmo si se quiere revertir el “profundo desgaste” que sufrió su partido en las últimas elecciones y evitar más derrotas en 2017 y, sobre todo, perder el poder en 2018.
La reforma partidista que algunos grupos empujan de cara a la XXII Asamblea Nacional, que se pospuso en marzo y que podría convocarse en los próximos meses, pone énfasis en dos temas: autonomía del poder presidencial (dedazo) y democracia interna; curiosamente son los mismos temas históricos que exigían otros fallidos movimientos reformistas en el priísmo.
Mañana comentaremos sobre los intentos de reforma en la historia del PRI y las rupturas. Y si la revuelta en ciernes tendrá liderazgos visibles y quiénes en las cúpulas se sumarían a un movimiento que puede desencadenar otro choque histórico en el viejo partido.
NOTAS INDISCRETAS… Por encima de anécdotas y discusiones sobre populismo, la reciente Cumbre de Norteamérica marcó el regreso de México al mecanismo de cooperación trilateral y un reacercamiento importante con el gobierno de Canadá. Detrás de eso estuvo la operación de la canciller Claudia Ruiz Massieu, quien se anotó su mayor éxito en nueve meses de gestión. Tan bien le fue a la titular de la SRE que, aunque su nombre no figura hoy en la lista de los “presidenciables”, en su círculo cercano dicen que “nadie puede descartarla todavía”, porque en un escenario donde Hillary Clinton gane la presidencia de Estados Unidos, la canciller podría convertirse en una carta fuerte al 2018. ¿Será?... Los dados abren semana con Serpiente. Mal tino.
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