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Si nos atenemos al duelo de cifras —100 mil dijo Morena, 17 mil la SSP capitalina— no sería fácil medir el poder de convocatoria que tuvo ayer Andrés Manuel López Obrador y su partido en su movilización “contra la represión política” y por los muertos de Nochixtlán; pero si partimos del impacto mediático y político que tuvo el discurso del tabasqueño, está claro que ayer el lopezobradorismo enseñó un músculo fuerte de cara al 2018, al mostrar el crecimiento y organización de su estructura política.
Porque el de ayer puede considerarse prácticamente el debut de Morena como partido en la calles de la Ciudad de México, su principal bastión nacional, porque ya no necesitó, por primera vez desde su surgimiento hace cuatro años, de aliados como el PT y Movimiento Ciudadano para demostrar capacidad de convocatoria, ante el llamado de su dirigente y virtual candidato presidencial. No había, entre los miles de militantes que abarrotaron el Paseo de la Reforma —de la Glorieta Colón hasta la Diana según fotos aéreas— y que procedían de varias partes del país, ni una sola bandera, manta o logotipo que no fuera del Movimiento de Regeneración Nacional.
A partir de ahí, se puede considerar que la marcha-mitin de López Obrador fue un éxito y cumplió su cometido: confirmar que, a dos años de las elecciones presidenciales, la fuerza de López Obrador ya no sólo está en el discurso crítico contra el gobierno, con el que tuvo su primer impulso, sino que ahora también Morena ya es una fuerza política real y una estructura partidista, con presencia en varias regiones del país, organizada y capaz de abanderar sus causas y hacerse sentir cuando así se requiera.
Eso era algo importante en la estrategia de Andrés Manuel, sobre todo después de que en los comicios del pasado 5 de junio, el avance del PAN demostró que el voto de inconformidad y rechazo al gobierno de Peña Nieto y al PRI ya no era exclusivo del lopezobradorismo y que, en la búsqueda de opciones para expresar su malestar y “mal humor social”, como lo llamó el Presidente, una parte de los electores volvieron a confiar en la opción conservadora y conocida, como el panismo, por encima de la opción más radical que representa Morena.
Y en un discurso enfocado totalmente en la sucesión presidencial, López Obrador ubicó dos objetivos: reforzar la percepción de que el de Peña Nieto es un “sexenio acabado”, al pedirle al Presidente, públicamente y dos años antes del fin de su mandato, que ya comience la transición para “entregar el mando” en el 2018, ante los signos de “descomposición preocupante” que, dijo, se perciben en el país. El otro objetivo fue el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, de quien pidió su renuncia por haber ordenado la entrada de la Policía Federal en Nochixtlán. Andrés Manuel nunca se refirió al titular de la SEP, Aurelio Nuño, a quien prácticamente ignoró en su defensa de los maestros y de los dirigentes a los que llamó “presos políticos”, pero sí pidió la cabeza de Osorio Chong, a quien claramente ubica como un rival en el 2018.
Así que, hayan sido 100 mil o 17 mil (lo más seguro es que haya sido una cantidad intermedia), el de ayer fue el primer gran mitin de la anticipada campaña presidencial de López Obrador, y quedó claro que ese candidato ya trae mucho más que sólo frases pegajosas y su incendiaria verborrea antipeñista.
NOTAS INDISCRETAS… No todos en el PRI están tan enojados con la Iglesia católica y con el activismo de sus jerarcas en contra de su partido y del presidente Peña Nieto. Al menos no el gobernador de Durango, Jorge Herrera Caldera, quien seis días después de que el priísmo perdiera por primera vez el poder en su estado, acudió a un acto religioso encabezado por el obispo de Durango, José Antonio Fernández. Se trataba de la “Consagración de la Diócesis” duranguense y ahí Herrera Caldera se echó un discurso que hubiera hecho retorcerse en su tumba a Benito Juárez y sus Leyes de Reforma por la total entrega del gobernante a la institución religiosa. Según se ve en un video grabado en el evento religioso del pasado 11 de junio, Herrera no sólo consagró “al sagrado corazón de Jesús todo lo que somos y todo lo que tenemos en este estado”, sino que, frente al obispo, pidió “perdón por todas nuestras transgresiones en el pasado” y pidió ayuda divina para cambiar “todo lo que no sea de él. Yo Jorge Herrera Caldera, como gobernador del estado de Durango, declaro este juramento delante de Dios y del pueblo. Amén”. ¿Será que el gobernador aplicó aquello de “si no puedes con el enemigo, únete a él”?... Los dados mandan Serpiente. Mal inicio de semana.
sgarciasoto@hotmail.com