Han pasado 27 años desde que tres jóvenes narcos, entonces considerados de poca monta, ascendieron a la fama en el narcotráfico mexicano. Tras la caída de Miguel Angel Félix Gallardo, apresado en 1989 en los inicios del sexenio de Carlos Salinas, los hermanos Coronel (Ignacio y Magdaleno) comenzaron a trabajar con tres narquillos hasta entonces desconocidos, pero que pronto cobrarían relevancia en los liderazgos del Cártel de Sinaloa hasta llegar a ser tres de los capos poderosos que encabezaron la organización: Héctor El Güero Palma, Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael El Mayo Zambada. Hoy dos de aquellos tres “compadres” están en poder de las autoridades y un tercero sigue libre.
Al Chapo Guzmán lo movieron intempestivamente del penal de “máxima” seguridad de Almoloya la madrugada del 7 de mayo en un avión a Ciudad Juárez, en medio de un fuerte dispositivo de seguridad militar. Oficialmente, se dijo que el cambio de prisión obedeció a “estrategias de seguridad e inteligencia” del gobierno mexicano; pero en la realidad, según fuentes de seguridad federal, el cambio repentino tuvo que ver con que se detectó un nuevo plan del narcotraficante sinaloense para fugarse, una vez más, del penal del Altiplano. Aunque no dan mayores detalles, las fuentes cercanas a la Comisión Nacional de Seguridad Pública afirman que, a diferencia de la fuga espectacular de 2015, esta vez los sistemas de inteligencia alertaron a tiempo del nuevo plan de El Chapo para burlar la seguridad del penal y volver a escaparse.
Y mientras El Chapo es fuertemente vigilado en el Cefereso de Juárez, donde espera su posible extradición a Estados Unidos, desde el vecino país llegó ayer Héctor El Güero Palma, custodiado fuertemente por U.S. Marshalls que, apoyados por el Ejército mexicano y la Marina, lo entregaron en la frontera de Matamoros, desde donde la Policía Federal lo trasladó a instalaciones de la SEIDO en la Ciudad de México, y de ahí, según se manejaba anoche, sería puesto a disposición de una procuraduría estatal que tiene orden de aprehensión contra el capo originario de Mocorito, Sinaloa.
Al Güero, de 56 años, vestido con camisa azul y cachucha negra, se le veía avejentado; el rostro ajado, bigote claro y bien arreglado, y la misma mirada altiva y fuerte que lo caracteriza desde sus épocas de capo sanguinario. Pasó sólo 9 años en la cárcel de Atwater, California, gracias a negociaciones que hizo con las fiscalías de Estados Unidos, a donde fue extraditado en 2007 cuando ya había cumplido una condena recortada de 7 años en México, gracias a varios amparos que ganó a la PGR. Hoy la duda es si Palma Salazar librará las acusaciones del fuero común que le quedan y si podría quedar libre. Su perfil criminal, sumado a las múltiples venganzas con sus antiguos enemigos, lo convertirían de nueva cuenta en un capo altamente peligroso, aunque él ha declarado que sólo vuelve a México “para estar con mi esposa y mis hijas”.
El último de los tres compadres, Ismael El Mayo Zambada, sigue siendo una incógnita para las agencias mexicanas y estadounidenses. Su operación clandestina en la sierra de Sinaloa y el llamado Triángulo Dorado —aunque dicen que también se mueve a placer en Culiacán y otras ciudades de Sinaloa y Durango— no parece estar dentro de los “objetivos prioritarios” del gobierno mexicano en su lucha contra el narco, lo que lo vuelve un capo que ejerce (con cierto margen de libertad y protección) el liderazgo del cártel de drogas más importante de México y del mundo. Es el único de los tres compadres libre y no se ve que eso pueda cambiar pronto. Con El Mayo Zambada, que hoy delega parte de la operación del tráfico de cocaína, marihuana y drogas sintéticas en sus hijos, no se sabe a ciencia cierta si es “el capo más buscado” o más bien “el menos encontrado” por el gobierno mexicano.
NOTAS INDISCRETAS… En la Secretaría de Energía se da por hecho la inminente salida de la subsecretaria Lourdes Melgar. La funcionaria, dicen fuentes de la dependencia, se irá en medio de cuestionamientos por la falta de avances en la implementación de la reforma energética. Además, se habla de “tráfico de influencias” con operadores de gas en el país, para favorecer a empresas, entre las que se menciona a la señalada Gas Nieto, que recibió facilidades para incrementar sus operaciones y ganancias. Los cercanos a la subsecretaria afirman que se podría ir a una embajada; pero sus detractores dicen que, ante el cúmulo de irregularidades en su gestión, le iría bien si sólo la despiden… Los dados mandan Escalera doble. Bueno el tiro.
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