El miércoles 6 de abril, tres días antes de partir rumbo a Alemania y Dinamarca, los miembros del gabinete presidencial fueron llamados a reunión en Los Pinos. Todos los secretarios y directores del equipo legal y ampliado estaban presentes. Parecía un encuentro más de evaluación de los que periódicamente se realizan, hasta que aquel mediodía el presidente Enrique Peña Nieto tomó la palabra: “De los tres poderes que forman el Estado mexicano, sólo hay uno que se deposita en una sola persona. Sólo el Ejecutivo tiene un titular y ese soy yo; los otros poderes son colegiados”, comenzó diciendo con el gesto adusto el mandatario.
La explicación, casi de teoría política, hizo que todos los secretarios y directores dejaran en la mesa sus tarjetas y levantaran la vista al percatarse de que el tono de Peña Nieto, aunque amable, comenzaba a sonar como un regaño. “Eso significa, que al haber un solo titular del Ejecutivo, aquí el único que puede tomar decisiones soy yo. Nadie más puede tomar decisiones a título personal”, les decía el presidente. Su hablar era pausado, como midiendo cada una de sus palabras y el efecto que buscaban. “Yo tengo un gran equipo, de gente capaz y en los que confío, pero no se confundan, ninguno de ustedes puede decidir por su cuenta y sin consultarme. Yo soy el único que puede tomar decisiones”.
Para ese momento ya el ambiente se empezaba a sentir tenso. El tono era inusual y, según la versión que confirman dos secretarios y un director que estuvieron presentes en esa reunión en Los Pinos, nunca en los 3 años 4 meses de su presidencia, habían escuchado a Peña Nieto hablar de esa manera a su gabinete. “Para que no se equivoquen, si no saben, lo mejor es que pregunten. El Poder Ejecutivo es unipersonal, y todas las decisiones las tomo yo”.
En el salón Presidentes, de la residencia oficial, los secretarios y directores comenzaban a mirarse unos con otros como preguntándose qué había pasado y por qué el mensaje del presidente sonaba como un regaño. Las miradas se centraron, de inmediato, en los “presidenciables” del gabinete, como posibles destinatarios de la llamada de atención. Luis Videgaray, Miguel Osorio, José Antonio Meade y Aurelio Nuño se veían incómodos y de pronto alguno agachaba la mirada, como si sospecharan que las palabras podrían referirse al activismo de algunos de ellos.
“Todos nos volteábamos a ver discretamente mientras el presidente seguía hablando. Su tono era amable como siempre, pero sus palabras eran duras, directas, como si quisiera que alguno o algunos de los presentes captaran el mensaje que nos estaba dando a todos”, dijo uno de los integrantes del gabinete consultado sobre lo ocurrido en esa reunión que comenzó ese miércoles pasado el mediodía y continuaba después de las tres de la tarde.
Cuando salieron de la residencia oficial, los comentarios entre secretarios y funcionarios de gabinete ampliado rondaban, todos, el mismo tema: ¿A quién se refería el presidente, para quién iba dirigido el mensaje, quién se brincó las trancas o quién se movió y decidió algo fuerte por su cuenta? Las preguntas dieron paso a las especulaciones. La mayoría de los que escucharon a Peña Nieto, apostaban a que iba dirigido a los aspirantes presidenciales en el gabinete, a todos o a alguno de ellos en específico. Pero aun los que confirmaron la versión de lo ocurrido en esa reunión del 6 de abril, no saben a ciencia cierta qué o quién motivo el regaño, acomedido y ecuánime, pero al fin regaño, del presidente a su equipo o a algunos de sus integrantes.
Algo de lo que hicieron o dijeron sus colaboradores, tal vez de los más cercanos, no le gustó nada a Peña Nieto y motivó un mensaje de fuerte contenido político, que parece contrastar con el “banderazo” de salida que él mismo dio hace unas semanas a los aspirantes a la sucesión presidencial, cuando dijo en entrevistas, que “el que no se mueve no sale en la foto”. ¿Alguno se movió de más o sin autorización?
“No se confundan… No se equivoquen… El Poder Ejecutivo es unipersonal… Las decisiones las tomo sólo yo… Ninguno de ustedes puede tomar decisiones por su cuenta… Si no saben, mejor pregunten, para que no se equivoquen”, son algunas de las frases confirmadas que dijo el presidente frente a su gabinete legal y ampliado aquella tarde. ¿Quién o quiénes fueron los destinatarios del regaño y qué se comieron para que Peña recurriera a un tono que —varios de los que le acompañan desde que empezó el gobierno— dicen no haberle escuchado antes en una reunión de gabinete?
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