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Quizá el discurso más duro que vaya a pronunciar el Papa durante su estancia en México no sea haber llamado corruptos a nuestros políticos y gobernantes en su cara; tampoco haber acusado a empresarios y élites que “sólo trabajan por sus privilegios” o incluso haber regañado a los jerarcas nacionales que se entregan al poder. Tal vez por encima de todo eso, lo más fuerte y doloroso que nos dirá Francisco en esta visita es que los mexicanos, sociedad y gobierno, debemos de pedirles perdón a los indígenas, a nuestros pueblos originales a los que hemos excluido, maltratado, oprimido y de los que aún hoy nos avergonzamos con un enorme racismo y discriminación que prevalece en nuestra sociedad que desprecia todo lo que considera “indio”.
“De modo sistemático y estructural vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón!, Perdón hermanos, el mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes”, dijo ayer el Papa frente a las etnias de Chiapas y de todo el país que acudieron a la primera misa oficial en lengua indígena celebrada por el máximo pontífice en San Cristóbal de las Casas, epicentro y cuna de la rebelión indígena zapatista que sacudiera a México hace 22 años.
De hecho, el discurso del Papa ante los indígenas chiapanecos y de otras etnias del país se produjo un día antes de que hoy se cumplan 20 años de la firma de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, entre el gobierno y el EZLN, suscritos justo en esta región de Los Altos de Chiapas el 16 de febrero de 1996, con el compromiso de incluir en la Constitución las demandas de reconocimiento, inclusión, autonomía y justicia de los indígenas chiapanecos que protagonizaron aquella rebelión liderada por el subcomandante Marcos. Dos décadas después, cuando esos acuerdos siguen sin ser constitucionales, Francisco puso el dedo en la llaga al recordar que esa misma exclusión, opresión y maltrato prevalece hacia los pueblos indígenas mexicanos, a los que se refirió como “los pobres más abandonados y maltratados”.
Y para que no quedaran dudas de su mensaje en favor de los indígenas, que le agradecieron diciéndole que “mientras muchos nos desprecian tu vienes y estás con nosotros”, el Papa visitó en la Catedral de San Cristóbal la tumba del obispo Samuel Ruiz, fallecido hace cuatro años, y autorizó oficialmente no sólo la celebración de misas en nahuátl y lenguas indígenas, sino también otorgó pleno reconocimiento a los “diaconados indígenas”, formados por indios que pueden ejercer este ministerio casados y en pareja, algo que defendió en vida el obispo Ruiz y que le valió en su momento censuras y críticas de la jerarquía católica mexicana y del mismo Vaticano. Hoy, junto con la defensa y el perdón a los indios, el Papa también reivindicó la obra e ideología del llamado Tatic, acusado y acosado en su tiempo por el poder político y eclesiástico.
Esa fue la trascendencia de la visita del papa jesuita a Chiapas, donde más tarde encabezó el encuentro de “Las Familias” en Tuxtla Gutiérrez y pronunció un emotivo discurso en defensa de los valores familiares y en contra de una sociedad egoísta y enferma. “Prefiero una familia herida a una sociedad enferma”, dijo ante más de 40 mil personas en el estadio Juan Manuel Reyna de la capital chiapaneca. La cara remozada con la que Chiapas recibió al pontífice católico y todo el despliegue realizado por el gobernador Manuel Velasco, no evitó que el tema indígena, con toda su carga de desigualdad, olvido y pobreza, fuera la prioridad en la agenda papal.
Dos veces pidió perdón el Papa a los indígenas mexicanos por la opresión y abandono que suman ya más de 500 años y que no están resueltos en México, aun cuando, tras el levantamiento zapatista hayan fluido miles de millones de pesos en recursos presupuestales a Chiapas, dinero público que terminó en muchas manos y en muchas partes, menos en la atención real de las comunidades indígenas que siguen esperando justicia. Por eso duele lo dicho por Francisco. Avergüenza la incapacidad de este país para hacer “examen de conciencia” y pedir perdón a sus pueblos indios. Lejos de eso sigue habiendo gobiernos que no los respetan, que los explotan políticamente mientras los mantienen pobres y marginados, al mismo tiempo que hay una sociedad profundamente racista, que los desprecia, los excluye y los discrimina.
sgarciasoto@hotmail.com