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Son los que uno debía presentar cuando reprobaba una o varias materias. Ahora le tocó al flamante secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño. Aunque no sea directamente responsable del tiradero que le dejaron. La displicencia de su antecesor Chuayffet y los devaneos del señor Miranda en Gobernación malparieron una enfermiza relación de amor-odio con el grupo de presión más poderoso del sexenio actual: la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Cierto, la CNTE, ya no es lo que era: antier, durante su anunciado “paro nacional” si acaso movilizaron unos ocho mil maestros en una decena de estados; las mayores manifestaciones se dieron en Michoacán, Chiapas y Guerrero; la aguerrida Sección 22 de Oaxaca bloqueó bancos y centros comerciales; aquí en el DF menos de un millar de maestros marcharon del Ángel al emblemático edificio de la SEP en el Centro Histórico, pero ya sin el estrangulamiento total de la ciudad.
En resumen, la CNTE sigue viva, pero notoriamente enflaquecida. Ha perdido su principal fuente de financiamiento que era el control del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca. Su dirigencia ha entrado en crisis por escándalos de corrupción y el propio impulso disidente se ha dividido. No obstante, la CNTE conserva aún mucha de la inercia opositora a una reforma que señalan como laboral, más que educativa. La misma que, desde la óptica del actual gobierno federal es la más importante, en tanto la más visible de todas las que ha emprendido.
Es por ello que el propio presidente Peña Nieto envió a su hombre de más confianza a hacerse cargo de una secretaría hasta ahora, paradójicamente, inexistente. Debo suponer que Nuño, todavía como jefe de la Oficina Presidencial, debió convencer a Peña de que la conducción del conflicto con la CNTE era simplemente desastrosa y que debía optarse por otra estrategia. En ese lance, el todavía muy joven y brillante funcionario sabía que se estaba jugando su futuro político: dejar el nido protector de Los Pinos, para salir a la calle a enfrentar a la turba magisterial mentadora de madres. Pero a la vez colocarse como un precandidato natural a la Presidencia de la República en 2018.
Hasta ahora el nuevo secretario parece decidido a persistir en sus tácticas: ha dicho que les descontará el día a los manifestantes que abandonaron sus escuelas; que a la tercer falta mensual —¿aunque se trate de miles?— los despedirá; que antes que nada está el derecho de los niños a recibir clases. Pero lo más significativo en Nuño es su doble mensaje: asegura estar dispuesto al diálogo “siempre y cuando este se dé bajo ciertas condiciones, como la aplicación de la ley a fin de implementar la reforma educativa y no para evadirla”; “ningún diálogo se puede dar bajo presión y menos violando la ley”.
Habrá que ver cuánto resiste este discurso. Y si este endurecimiento de la postura del gobierno es la vía más adecuada para contener la sistemática oposición de la CNTE que, por lo pronto, ha anunciado nuevas y próximas movilizaciones. Y no habría que descartar nuevos métodos de lucha y resistencia. O ver si es factible el diálogo para poner fin al conflicto. Lo único cierto es que al secretario Nuño le faltan algunas materias por aprobar.
Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com