Cada día de las semanas recientes hemos cargado con las rabias y vergüenzas que nos hacen pasar en el futbol nuestras mal llamadas Selecciones Nacionales, que la vox populi ha rebautizado como Decepciones Nacionales. Primero con una versión “A” en la Copa Confederaciones ante rivales de cierta jerarquía y luego en el productivo relajito llamado Copa de Oro que se juega en Estados Unidos, con equipos de segunda, pero con entradas de primera del paisanaje hispano.

No es este el espacio para explicar porqué a fulanito lo cambiaron ni porque a zutanito no lo convocaron. Lo que me asombra es que hasta ahora el debate se haya limitado a lo que sucede dentro de la cancha y se pierda de vista —por perversión o ignorancia— a ese protagonista múltiple y fundamental sin el cual el fenómeno del futbol sería imposible: el público que paga un boleto en el estadio o la renta de un sistema de tv para ver los partidos.

Por eso hoy puedo afirmar con todas sus letras que los señores federativos Decio de María, Guillermo Cantú y el entrenador Juan Carlos Osorio están cometiendo un fraude de enormes proporciones en contra de todos los aficionados mexicanos al futbol. Porque, simple y llanamente, no están presentando al mejor equipo posible en cada juego. Y eso es una estafa. Y los ridículos argumentos para justificarlo nada más no se sostienen: desde el lamentable Dueñas que dice que ellos no juegan para darle gusto a la gente, hasta la insoportable cantaleta de que hay que respetar un “proceso” que por cierto nadie sabe de qué se trata.

En cualquier obra teatral que se respete le advierten a usted que el actor protagónico hoy no se presenta y quién lo suple. ¿Alguien ha visto una película donde al final aparezca un letrero diciendo que lo que hemos visto es un bodrio porque el director se encuentra en medio de un “proceso”?

Pues es lo que el trío de sinvergüenzas está haciendo: experimentando con un “proceso”. Lo malo es que no es a puerta cerrada ni a manera de ensayo. Sino ante cientos de miles o millones de espectadores en los estadios y en sus casas y cobrando carretadas de dinero. Y lo peor, castigando y denostando el ánimo nacional por sus puros caprichos. Y en paralelo, olvidándose de principios fundamentales de lo que mi querido Ángel Fernández llamaba: “El juego del Hombre”.

—Se trata precisamente de eso, un juego que han de disfrutar por igual quienes lo ven y quienes lo practican.

—El juego se llama Futbol Asociación. Pero, ¿cómo vas a asociarte en la cancha si los tipos que tienes a un lado y otro, adelante y atrás son siempre diferentes?

Por eso al señor Osorio, que se cree un genio, hay que encerrarlo dos veces y en Barcelona. Primero en el Museo Picasso, para que aprenda —con las primeras y fotográficas obras del malagueño— que primero se domina la realidad y luego se puede atrever a las genialidades de un ojo arriba de otro; después, una pasadita al museo del Camp Nou, para que vea las fotos del campeonísimo Barça de hace siete años. Seis de sus jugadores de entonces siguen hoy de titulares: Iniesta, Mascherano, Alba, Busquets, Piqué y el deslumbrante Messi. Para que cuando Osorio regrese a Colombia les platique a sus parientes más entrañables su cuento de las rotaciones.

PD. Gracias a Jamaica por salvarnos de la goliza frente a Estados Unidos.

Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com

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