Nuestra empatía fue inmediata y derivó en amistad de muchos años. Así que lo disfruté y entrevisté en sus múltiples facetas como diplomático, escritor y sobre todo infatigable promotor de la cultura. También lo traté en diferentes y contrastantes momentos. Pero aun en circunstancias difíciles, uno era su denominador común: su categoría como extraordinario ser humano, con una dignidad y donosura que le venían de nacencia y alcurnia. Parecía uno de esos caballeros de antaño con melena contemporánea.

Por supuesto que lo entrevisté cuando, hace tres años, Rafa —para los amigos— fue nombrado de nuevo director de Conaculta. De esa conversación rescato algunas de mis preguntas y provocaciones, pero sobre todo las respuestas apasionadas y apasionantes de quien amó profundamente a México a través de esa argamasa fundamental que es nuestra cultura:

—¿Por qué un país como México con 60 millones de pobres y 20 millones de hambrientos ha de gastar en cultura si la cultura no se come?

—La desigualdad en México no solamente se traduce en términos económicos; este es un país resultado de choques culturales y ha sido nuestra lucha permanente encontrar lo que nos une y eso es la identidad, es decir lo que nos identifica a todos: desde la gastronomía hasta una pirámide pasando por Frida Kahlo, por Juan Rulfo y en medio de ellos Octavio Paz. Debemos revalorar en nuestro país la cultura y el papel que juega en la economía y la geopolítica, ya que somos, sin duda alguna, uno de los países de mayor riqueza cultural del mundo.

—Pero somos también nuestra circunstancia. ¿Cuál es la diferencia entre el 2000 cuando dejaste este cargo a ahora que te ha sido asignado de nuevo por el presidente Peña Nieto luego de 12 años muy complicados, una muy severa crisis económica, un aumento de la pobreza, una cadena de violencia que todos hemos vivido con más de cien mil muertos?

—Lo que han cambiado en estos años son los por qués, porque el diálogo entre los mexicanos se ha transformado, es una sociedad mucho más participativa incluso que hace 12 años cuando inicia la consolidación democrática del país en que nuevas voces toman lugar en la escena pública, en el Congreso, en los medios, etc. Y esto nos hace estar atentos a tres nuevas necesidades a las que hay que dar una respuesta: el surgimiento de nuevas herramientas para que el trabajo cultural llegue a más personas; reconocer que el tejido social se ha visto afectado por la presencia del crimen organizado, que ha deformado la cohesión en varias regiones del país, donde muchos jóvenes han sido cooptados por grupos criminales en busca de la sobrevivencia. Por eso queremos dar una mayor dimensión al trabajo cultural, para que se convierta en una nueva alternativa de tiempo libre de estos jóvenes.

—¿A ver, de qué estamos hablando, de un instrumento musical en lugar de un arma, de un pincel en lugar de un cuchillo?

—Sí, de darles un violín para una orquesta en lugar de un walkie talkie o una pistola. Una tercera realidad es que el país ha sido muy bien visto en la comunidad internacional, sobre todo por la riqueza de su cultura y yo creo que ésta debe ser un componente fundamental para mejorar nuestra imagen en el exterior.

Como se ve, Rafael Tovar y de Teresa no era sólo un hombre de cultura, sino un hombre de Estado. Urge un relevo que, aunque no esté a su altura, si honre su memoria y su legado.

Periodista.

ddn_rocha@hotmail.com

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