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Era la noche de un día de agosto de 1981. Dos años antes le habían entregado el Premio Nobel de la Paz y era ya una celebridad mundial. Por eso no me la creí cuando un querido amigo me llamó para darme la “exclusiva”: la Madre Teresa de Calcuta acaba de llegar, de incógnito y estará mañana unas pocas horas en su “obra” en los tiraderos de Santa Fe. Así que, con todo y mis dudas y mi camarógrafo me fui a buscarla muy temprano.
Imaginé que encontraría un angelito levitando en el aire. Me encontré con un pequeño torbellino caminando entre la basura y regañando en tres o cuatro idiomas a sus hermanas de la Congregación de las Misioneras de la Caridad, fundada por ella. Cuando me vio se puso furiosa y se me dejó venir: que quién me dijo que ella estaría ahí; que no quería que le estorbaran su trabajo; que disponía de muy poco tiempo; que, por supuesto, no me daría ninguna entrevista. Le dije que entendía y aceptaba, pero que me dejara al menos observar su labor un rato. Así pasaron varias horas y yo extasiado y ella viéndome de vez en cuando. Hasta que se compadeció, se acercó y me dijo: —¿Para usted es importante la entrevista? —Claro que sí Madre, me ayudaría mucho. Y así empezó aquella imborrable conversación que atesoro en video, en mi cerebro y en mi corazón y de la que les comparto algunas frases:
—La gente conocía de mi trabajo mucho antes del Nobel, que yo acepté sólo para gloria de Dios y en nombre de los pobres.
—El secreto está en que el amor a Jesús se traduce sirviendo a los pobres. Porque Jesús dijo: “Lo que ustedes hagan por el más humilde de nuestros hermanos, lo harán por mí”; así que alimentamos a Jesús al dar de comer al hambriento; lo vestimos al dar ropa a quien no la tiene; y lo albergamos al darle casa a quien carece de ella.
—No sólo hay hambre física, también hay hambre de amor; del que quiere que el otro signifique algo en su vida.
—No me pregunte por mí, yo soy lo que soy sólo a los ojos de Dios; soy un ser humano lo mismo que usted, como cualquier otro.
—¿Qué si he estado enamorada de otra persona? Yo estoy enamorada de Jesús, de la misma forma en que usted está enamorado de su esposa; y así como el fruto de su amor es su familia, el fruto de mi amor por Jesús es el servicio a los pobres.
—El amor empieza en casa. Si queremos que haya amor y paz en el mundo, esa paz y ese amor deben nacer en el hogar; si uno quiere traer júbilo al mundo, es necesario traerlo primero al hogar.
—Nuestro amor a Dios debemos traducirlo en una vida de trabajo. Lo que usted hace yo no lo puedo hacer; y tal vez lo que yo hago usted no sepa hacerlo; pero entre los dos estamos trabajando en nuestro amor a Dios.
—Por eso nosotros estamos igual en la India que en Europa o América, en todas partes; tenemos 230 casas para los más pobres de los pobres en 52 países.
—También por ello trabajamos con los leprosos, que son gente muy bella pero son los más rechazados porque la gente les tiene miedo; así que tenemos hermanos y hermanas que están trabajando con ellos y están surgiendo a una nueva vida porque se sienten amados.
—En México hay mucha gente pobre, pero también hay ricos; éstos deben aprender a compartir con los pobres; y entender que a los ojos de Dios los seres humanos somos todavía más importantes que las flores y los pájaros, que son tan hermosos.
Periodista
ddn_rocha@hotmail.com