Si cualquier cineasta hubiera llegado hace unos años a proponer este guión, seguro era echado a patadas de la productora cinematográfica por inverosímil: el personaje protagónico nacido en un humilde rancho se convierte en el narcotraficante más poderoso del mundo; en el adversario omnímodo del gobierno y en el referente más mencionado en un país de más de 100 millones de habitantes; se fuga dos veces de los penales de máxima seguridad, en la segunda ocasión a través de un túnel increíble de un kilómetro y medio; se cautiva con una famosísima actriz y juntos contactan a una de las grandes estrellas de Hollywood para realizar una película autobiográfica que reivindique y exalte al mismísimo capo, quien, para su desgracia, es recapturado. Un relato imposible que es, sin embargo, absolutamente real.

Sólo que esta historia aún no termina de escribirse. Falta ver qué decide hacer el gobierno con el criminal más temido del planeta, una vez que termine de autofestinarse con lo que era un reclamo y una obligación moral y legal. Es poco probable que decida procesar y juzgar aquí a Joaquín El Chapo Guzmán. Es muy probable que lo extradite fast track a Estados Unidos.

Para mí resulta indispensable que El Chapo sea investigado primero en México, para indagar sobre quiénes y desde qué nivel lo han apoyado desde las alturas en todos estos años y para sus dos evasiones, sobre todo la última. Porque en el caso de la extradición el gobierno peñanietista, tan golpeado por los medios internacionales, daría una lastimosa exhibición de debilidad. De un país que no puede mantener en prisión a Guzmán Loera, por un pánico permanente a lo que sería una catastrófica tercera fuga.

Lo que también falta por definir en esta película de la realidad es el papel clave que jugaron en esta historia la celebérrima y guapérrima Kate del Castillo y el carismático y enigmático Sean Penn. Porque ahora resulta que el gobierno ha tenido que reconocer que la recaptura del Chapo no se debió —como se dijo en su momento— a un trabajo de inteligencia sobre sus operaciones de trasiego de droga, su complejo entramado financiero o sus empresas lavadoras de dinero. No. Su nueva aprehensión —y así lo reconoció la señora procuradora— se debió fundamentalmente a que supieron que se estaba gestando una película.

He visto pocas veces a Kate del Castillo, pero le tengo un enorme aprecio personal y profesional. Además de sus atributos evidentes me parece valiente y talentosa. Y si estableció una relación personal con Joaquín El Chapo Guzmán, está en todo su derecho. Pero si como productora recibió algún anticipo, la cosa se le va a complicar y más vale que lo aclare. Igual el hecho de que la entrevista —lo dice un aviso inicial, y el propio Chapo— sea publicada por Rolling Stone cuasi simultáneamente a la captura del Chapo.

En cuanto a Sean Penn, mis respetos por su activismo. Pero como entrevistador es un gran actor. De cualquier modo, su relato y aun el interrogatorio a modo, tienen un valor periodístico innegable.

Para concluir, y antes de que en esta gran pantalla surrealista que es México aparezca la palabra FIN, sólo una pregunta: ¿qué pasará en la segunda parte de esta película titulada El Chapo: la Fuerza del Imperio?

Periodista

ddn_rocha@hotmail.com

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