Sólo hay una tragedia mayor que la pobreza: que en este país, no hayamos hecho nada para erradicarla. Que en las tres décadas recientes seamos la más eficiente fábrica de pobres de todo el planeta. Y que los gobiernos priístas y panistas sólo han maquillado un poco su máscara de hambre, dolor, enfermedad y muerte.

Cualquiera que sea la fuente, el panorama es desolador. Según acaba de publicar EL UNIVERSAL, el secretario ejecutivo del Coneval reconoce que en la más reciente medición de pobreza pasamos de 53 millones de pobres en 2012 a 55 millones en 2015; dos más en sólo tres años del actual gobierno. También hay 11 y medio millones de mexicanos en pobreza extrema; es decir, que padecen hambre todos los días. Al grado de que World Vision establece vergonzantemente que la desnutrición en México sólo es equiparable a la que se vive en África.

Los efectos son devastadores: la mitad de nuestra población carece de acceso a satisfactores tan elementales como salud, vivienda, educación, alimentación y seguridad social. Y mucho más grave aun cuando nos referimos a la población más vulnerable: más de la mitad de nuestros niños —8 millones, según el Conapo— son pobres y 6 millones de ellos no van a la escuela, de acuerdo al Conapred. El mapa de la pobreza y la marginación se acentúa en estados como Chiapas, 74 de cada cien de sus habitantes, 69 % en Guerrero, 61% en Oaxaca y 55 % en Michoacán. Una estadística reveladoramente conectada con los incesantes conflictos sociales en esas entidades.

Lo peor es que según el propio Coneval, los cambios realizados, como la transformación de Oportunidades a Prospera, no se han reflejado todavía en los indicadores de disminución de la pobreza. Porque prevalece una visión cosmética que ignora lo que subyace en el fondo: la apremiante necesidad de un nuevo modelo económico que incluya una gran estrategia agroalimentaria integral para cambiar realmente un destino hambriento y miserable.

La prueba más palpable de la carencia de una ruta crítica inteligente es que junto al reto de la pobreza y el hambre nos enfrentamos al desafío de la obesidad. Somos un país de niños y adultos cada vez más gordos. La propia secretaria de Salud —a veces existe—, Mercedes Juan, acaba de reconocer que la mitad de los recursos de su sector se destinan ya a atender la obesidad y sus consecuencias. Un reconocimiento tardío, porque desde hace años se anticipó la quiebra del sector salud por enfermedades como la diabetes derivada de la gordura.

Para ONG’s como Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, el diagnóstico es más que sombrío, oscuro de plano; la desigualdad permanece sin cambios, cada vez menos que tienen más y cada vez más que tienen menos; el moderado crecimiento económico de 2.5 promedio en los años recientes, no ha generado bienestar social; uno de cada dos mexicanos es pobre; uno de cada cinco carece de acceso a la salud; la desigualdad es la gran trampa de México y va en detrimento directo de las mujeres, los jóvenes, los niños y los indígenas; pero los pobres están en todas partes, lo mismo en zonas rurales y urbanas.

Así que la pregunta es válida: ¿Qué sentido tiene todo lo demás si cada vez tenemos más pobres y hambrientos? Bueno, no todos, sólo la mitad.

Periodista.

ddn_rocha@hotmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses