En estos tiempos, cuando la arrogancia cuenta con tantos adeptos, toparse con un acto de humildad vale oro y más.
La semana pasada un grupo de seis articulistas renunció a EL UNIVERSAL como manifestación de protesta por la cobertura que el periódico había impuesto sobre el Sistema Nacional Anticorrupción.
Ayer, en revancha, tanto el presidente como el director general de esta casa editorial respondieron con contundencia que no son negociables los compromisos del periódico con respecto a la democracia y la lucha contra la corrupción.
Al hacerlo recordaron que el oficio periodístico impone una experiencia ética cotidiana. Quienes lo ejercemos estamos obligados a verificar la información, a corroborar los datos, a contrastar y confrontar las fuentes, pero además tenemos la responsabilidad de construir comunidad y también Estado de Derecho.
Las valoraciones que se hacen de la información —y el tratamiento editorial que se produce todos los días— necesitan someterse sin fatiga a revisión. Rectificar y corregir son tareas inevitables del profesional y por tanto deben serlo también del medio para el que trabajamos.
En esto hay coincidencia con el método científico: hacer periodismo implica un constante sometimiento al ensayo y el error. Sólo así se producen las verdades del reportero: cincelando sobre un bloque de mármol que al final permite conocer la desnudez del hecho público.
De ahí que la arrogancia y el periodismo estén peleados. No hay aceptación de los errores propios que pueda hacerse sin humildad. Por eso el periodismo necesita de tal virtud. Se trata de un oficio que obliga a tener la piel muy dura porque el yerro es más común que el acierto.
Una vez ocurrida la rectificación, desearía ahora leer una carta firmada por quienes se alejaron de la casa, reconsiderando su posición para volver a escribir en estas páginas.
El país tiene problemas demasiado graves como para fragmentar los esfuerzos ciudadanos. Ayer Juan Francisco Ealy Ortiz hizo un exhorto en este sentido: “Si estamos unidos va a ser mucho más fácil salir adelante de la situación que está padeciendo el mundo de las comunicaciones”.
La invitación es al diálogo y no a la ruptura, a la conversación que edifica y no a pronunciar la distancia, a privilegiar actitudes razonables y a exigirnos recíprocamente lo que se necesite para hacer mejor periodismo.
Es falsa la especie que quiso incluir a EL UNIVERSAL dentro de una conspiración perversa, fraguada desde el Olimpo de la política, para descarrilar al Sistema Nacional Anticorrupción.
Sin embargo se sostiene la crítica sobre una investigación a la que le faltó cumplir con mejor método y estándares periodísticos. Reconocerlo así consolida al periódico, a la vez que ratifica el compromiso de la casa con sus lectores.
Puestas las cosas en su justa dimensión, sigue ahora mantener con rigor la exigencia para que todas las partes cumplamos con lo que nos toca. Para asegurar que sean las leyes y no los arreglos ilegales, la honestidad y no la mentira, la humildad y no la arrogancia, el buen periodismo y no su remedo, lo que se imponga para nuestro futuro compartido.
ZOOM: El periodismo contemporáneo necesita tres cosas para volverse más fuerte: ética, ética y ética.
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