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Una legión de bots cayó encima de Ivonne Ortega, ex gobernadora priísta de Yucatán. No es la primera vez que sufre represalias. Desde que se decidió a jugar la carta disidente, le llueven críticas. Hay quien no le perdona andar desordenando la casa con eso de expresar en público su deseo de ser candidata tricolor a la Presidencia.
De nuevo este fin de semana le arrojaron cascarones de huevo, y todo porque asistió a un evento de correligionarios que están en desacuerdo con que el PRI repita el método del dedazo presidencial hacia las elecciones del 2018.
El viernes pasado se reunió un grupo variopinto de priístas autodenominado “Alianza Generacional.” No se trata de una plataforma política que apoye a la señora Ortega, sino de algo que suena más serio: el Tucode, “todos unidos contra el dedazo.”
Al parecer, la enfermedad del divorcio no solo amenaza a la izquierda o al PAN, también en el partido tricolor merodea este virus. Hay quien cree que solo el presidente Enrique Peña Nieto tiene derecho a nombrar al futuro candidato del PRI, mientras que otros reclaman que ese mecanismo unipersonal y autoritario debería quedar en el pasado.
Arturo Zamora, líder de la CNOP, no tardó en usar la voz para combatir a los del Tucode: pidió a la militancia priísta que no haga caso de “esos políticos de café que quieren destruir al PRI.” Luego recordó que los éxitos de Coahuila y Edomex demostraron la ventaja de respetar las tradiciones priístas.
De su lado, 89 políticos nada improvisados anunciaron que acudirán a la XXII Asamblea del PRI con la demanda de que la próxima candidatura tricolor se elija a través de una consulta directa a las bases de militantes y simpatizantes.
Entre otros convocantes de esta iniciativa se encuentran José Encarnación Alfaro, político sonorense de larga trayectoria; José Ramón Martel, funcionario y legislador priísta desde los años ochenta, Alberto Aguilar Iñárritu, promotor de la social democracia dentro del PRI, e Ivonne Ortega, ex gobernadora yucateca.
Muchas cosas pueden decirse de los disidentes, excepto que se dediquen a hacer política en un café. A diferencia de algunos dirigentes tricolores, todos ellos han competido antes en el terreno electoral y han triunfado.
¿Quién está detrás de esta disidencia? ¿Cuál podría ser la desembocadura de su propuesta?
Excepto Enrique Peña Nieto y quienes pudieran verse beneficiados por la voluntad de su dedo, son muchos los que temen que el método tradicional termine por hundir a su partido. No son tiempos, argumentan, para que el tricolor renuncie a elegir democráticamente al principal abanderado.
Para los del Tucode, los éxitos de Coahuila y el Edomex están sobrevaluados. Ambas elecciones costaron demasiado, política y económicamente. Y todavía está por verse cuál será la última palabra al respecto, emitida por el Tribunal Electoral.
Recientemente Manlio Fabio Beltrones me dijo en entrevista (No Hay Lugar Común Azteca 13 - 07/04/17) que al PRI le convenía encontrar un método distinto al dedazo. Cabe prever que Miguel Ángel Osorio Chong comparta un argumento similar. Si se miran las preferencias en las encuestas, al actual secretario de Gobernación le convendría sin duda la consulta a las bases.
En cambio, a otros aspirantes con menos reconocimiento de nombre, y por tanto con menor preferencia popular, les suena óptimo que el gran elector los unja desde Los Pinos. Se entiende que apoyen el dedazo porque les acomoda, más que por ser conveniente para su partido.
Los priístas habrían de recordar lo sucedido en 1988, cuando la incapacidad de esa fuerza política para dar cauce a la disidencia de entonces provocó la emergencia del Frente Democrático Nacional, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.
ZOOM: Si al Tucode se le intenta aplastar cabe que el tricolor termine experimentando una peligrosa sangría. El tema debe preocupar en el PRI, precisamente porque es una ingenuidad suponer que su origen está en una mesa de café.
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