Más Información
Anuncian instalación de 25 albergues en la frontera con EU por amenaza de deportación masiva; Rosa Icela dialoga con gobernadores
Tras denuncias en Infonavit, revelan fraude en Yucatán; resurge caso del Cártel Inmobiliario de los Mañé
A Julián LeBarón le mataron a un hermano. Meses antes había fundado SOS Chihuahua, una organización que quería luchar contra la ola de secuestro que se estaba viviendo en su estado.
En el verano de 2009, él y su hermano Benjamín fueron a visitar al gobernador José Reyes Baeza para exigirle que actuara. Días después un grupo de sicarios entró a casa de Benjamín para llevárselo junto con su cuñado, Luis Widmar. Horas más tarde los cuerpos de ambos aparecieron sin vida.
Ese mismo año tuve la oportunidad de entrevistar a Julián sobre este trágico episodio. Entre otras cosas quería yo saber si alguna lección había logrado recuperar de todo aquello.
Respondió que gracias a esa calamidad descubrió uno de los defectos más grandes de nuestra sociedad mexicana. Dijo que todas la veces que tenemos un problema grave le pedimos a Quetzalcóatl —un hombre mágico, solitario y venido de quién sabe donde— que nos traiga la solución, en vez de ponernos manos a la obra para resolverlo.
No hemos aprendido que cuando así procedemos crecemos la probabilidad de que, en vez de Quetzalcóatl, nos caiga encima Hernán Cortés y corte a todos la cabeza.
El error de SOS Chihuahua, afirmó en entrevista LeBarón, fue creer que la respuesta a la ola de violencia debía venir de una autoridad coludida, en lugar de hacer que la gente de Chihuahua trabajara para cambiar la realidad.
Pocos años después, Ciudad Juárez —que durante algún tiempo fue la capital mundial del homicidio— logró encontrar su propio camino hacia la pacificación. La resistencia juarense tuvo éxito porque ahí también tomaron conciencia de la lección aprendida antes por LeBarón: muchos dijeron al mismo tiempo “¡Basta ya!” y fueron ellas y ellos —personas de carne y hueso— quienes levantaron barricadas contra la violencia y el crimen organizado.
Hoy mi país está habitado por colectivos, organizaciones y movimientos de personas que no están dispuestas a resignarse ante la época terrible que nos ha tocado vivir. Por mi trabajo como periodista tengo noticia de ellas todos los días. Gente que no se lamenta más, porque se dedica a recuperar la paz.
Están por ejemplo las mujeres del Colectivo Solecito que, para hallar a sus hijos desaparecidos, aprendieron a desenterrar cadáveres. O las madres del colegio Matatena, cuyos hijos padecieron abuso sexual y, desde que se enteraron de tan horrenda noticia, han dedicado mucha energía para apoyar moral y sicológicamente a otros padres sufrientes del mismo dolor.
Son igual de ejemplares los familiares de las víctimas de Ayotzinapa que en poco tiempo han aprendido tanto de derecho internacional y de leyes mexicanas —porque solo así lograrán que la desmemoria autoritaria no borre el nombre de sus hijos.
Sobresalen los esfuerzos ciudadanos que con energía han transformado la realidad mexicana en temas como la educación, la transparencia, el acceso a la información, la justicia, los derechos humanos y las luchas contra la discriminación y la anticorrupción.
Aunque no es noticia tan espectacular como la que producen nuestros males cotidianos, en México cada vez que un plato se cae y se rompe hay alguien dispuesto a recoger los pedazos y a señalar de frente al responsable.
Son estos esfuerzos los que han permitido que, a pesar de todo, el país no se nos deshaga entre las manos. Son también las razones que animan cuando la cuesta se pone más escarpada. Recuerdos todos de un futuro que algún día habrá de imponerse, uno donde ya no estarán presentes ni Quetzalcóatl ni Hernán Cortés.
Un México donde cada ciudadana —codo a codo con otro ciudadano— asegure que el espacio público sea público y que nadie pueda estar por encima de las leyes. Uno donde los derechos dejen de ser prerrogativa de unos cuantos.
El día de ayer nació Nosotrxs, un movimiento cuyo principal propósito es vincular la energía ciudadana —activa en todo el territorio mexicano— para arrebatarle a los pocos ese espacio que debe ser de todos.
ZOOM: Mauricio Merino y Mariana Saiz compartieron los argumentos fundadores de Nosotrxs. El compromiso de este movimiento es conjugar en primera persona del plural una convocatoria para recuperar lo que es nuestro: las instituciones, las leyes, los derechos, los parques, las calles, y sobre todo, la política.
www.ricardoraphael.com
@ricardomraphael