El texto se desintegra. Párrafo tras párrafo las palabras desaparecen para regresar al lugar de donde, sin permiso, fueron extraídas veinte años atrás.

Gracias al trabajo periodístico esas ideas robadas pueden hoy volver con sus dueños, como si fueran la obra devuelta a la pared vacía del museo.

El plagio merece tanto repudio como cualquier hurto. No debe ser objeto de condescendencia. Sin embargo, como en todo, hay especies distintas de plagiarios.

Los menos peores son aquellos que roban frases sueltas de otros autores para embellecer una prosa sin imaginación ni estilo. Son los que sustraen una rosa del jardín ajeno para adornar la casa propia.

Otra cosa mucho más grave que robarse una esferita de navidad es injertar lo plagiado en el tronco del árbol. Ahí la impostura es completa, usurpación, suplantación y fraude.

El problema con la tesis de licenciatura de Enrique Peña Nieto es que se trata del segundo y no del primer tipo de plagio.

El título de ese texto es El presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón. Resulta que el capítulo donde con intensidad se presentó el secuestro de varias decenas de párrafos es precisamente el dedicado a ese ex presidente mexicano.

De 144 párrafos con que cuenta el capítulo tercero, que lleva por nombre Álvaro Obregón y los inicios de la institucionalización revolucionaria, —sin duda el más importante— 112 tienen un origen robado.

Es decir, que no cuentan con cita que les respalde, ni comillas que les identifique como ajenos al autor del documento.

En ningún otro lugar de la tesis se abusó tanto de este recurso fraudulento: más de 56% del plagio detectado se ubica en ese solo apartado.

Esto implica que el plagio está en el corazón del documento. Si se retira ese capítulo no hay tesis y punto. ¿Cómo hablar del presidencialismo y Álvaro Obregón mientras se deja fuera a Álvaro Obregón?

El árbol sin su tronco es un montón de ramas secas.

Este episodio no tiene resonancia sólo por su carácter ilícito, sino porque además se presenta como metáfora de algo más. No lo enfrenta el jefe del Estado mexicano en la cúspide del poder, sino cuando su popularidad está anoréxica y parece que seguirá empeorando.

Como su tesis, la presidencia de Enrique Peña Nieto ha perdido consistencia. Poco a poco se ha ido vaciando de contenido.

De los argumentos que la construyeron casi ninguno sobrevive. Sin tronco las ramas flotan carentes de rumbo y sentido. El principal problema no es la ligereza, sino su falta de gravedad.

La historia de telenovela que primero ayudó para que obtuviera popularidad murió el día en que Angélica Rivera se vio forzada a defender un conflicto de interés que era indefendible. Todavía se escucha hoy el rugido de los leones mientras ella sobreactuaba para maquillar la cara de su marido.

El razonamiento de un gobierno eficaz, heredero de una larga experiencia política priísta, no se tiene en pie desde hace tiempo. Y tampoco llegó muy lejos la propuesta de un PRI renovado, gracias a la transición y los vientos del cambio democrático: como ninguna otra en el poder, esta administración ha sido aguijonada por la corrupción y el conflicto de interés.

¿Cuánto queda de la narrativa que encumbró a Enrique Peña Nieto? Tantas páginas como las de su tesis, una vez que se esfumó el capítulo principal.

ZOOM: Contra la ligereza sólo la densidad. Digan lo que digan de ella, Carmen Aristegui y su equipo están defendiendo el oficio periodístico de hoy y del futuro. Cada quien sus motivos, pero su método investigativo está blindado por los cuatro costados.

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@ricardomraphael

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