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En México nos revienta la corrupción. Es el tema que más nos enoja cuando hablamos del gobierno y los políticos. Solemos llenar la boca de palabrotas cuando nos enteramos de que alguien se embolsó dinero que era de todos y luego no pasó nada.
Lo que resulta menos evidente es si estamos dispuestos a utilizar nuestro voto en las urnas para castigar a gobernantes y partidos torcidos. A veces parece que entre la queja y la acción hubiera un abismo más grande que las Barrancas del Cobre.
Este domingo puede servir como experimento para medir el grado de nuestra tolerancia hacia lo chueco. Doce estados tendrán elecciones para gobernador y los escándalos de corrupción han ocupado protagonismo en varios de ellos.
¿Habrá sanción en las urnas para los responsables? No es posible generalizar la respuesta, pero vale la pena hacer un ejercicio rápido de revisión en algunas entidades.
De toda evidencia los más intolerantes frente a la corrupción son los veracruzanos. El lodo ha sido tan abundante que por ella los dos Yunes se hunden lentamente. De otra manera no es posible explicar el crecimiento de un perfecto desconocido, el candidato a gobernador por Morena, Cuitláhuac García.
En esta entidad las encuestas dan resultados tan cerrados que todo puede pasar. Sin embargo la partida a tercios tiene una sola explicación: entre la podredumbre del PRI de Duarte y la del panista Miguel Ángel Yunes, mejor apostar por un señor tan desconocido que ni sus mañas se saben.
Oaxaca es otro caso similar. En esa entidad el gobernador saliente tiene una hoja de servicio del color más podrido posible. Su principal operador, Jorge Castillo Díaz, está acusado de haberse embolsado más de siete mil millones de pesos y nadie puede creer que Gabino Cué fuese ignorante de la maniobra. Esto trae de alas caídas al candidato panista, José Antonio Estefan Garfias, y el gobierno que dice adiós podría terminar, a la vuelta de una tuerca, políticamente sepultado y judicialmente perseguido.
El candidato oaxaqueño del PRI, Alejandro Murat, también tiene cuentas pendientes, sin embargo con habilidad ha logrado endosárselas a su padre, el ex gobernador José Murat, y con ello proteger en algo las manchas de su plumaje.
Curiosamente en esta entidad no hubo una tercera opción capaz de capitalizar la descalificación de los protagonistas.
El tercer estado a observar es Chihuahua. Ahí el gobernador César Duarte (el otro Duarte señalado por corrupción) carga con la acusación de haberse comprado un banco usando dinero de la tesorería pública. Las pruebas son irrefutables y cabe que las demandas en su contra un día lo lleven a rendir las cuentas que hasta ahora ha logrado ocultar.
Este antecedente ha lastimado la viabilidad de Enrique Serrano, el candidato del PRI, que también ha sido señalado por participar en los peores enjuagues del duartismo.
El gran beneficiario de este escándalo ha sido el candidato del PAN, Javier Corral, a quien le han querido inventar historias fantasmagóricas de hermanos narcotraficantes. La ventaja es que el autor de tanta mentira no logró convencer al electorado con su literatura panfletaria.
Este domingo Chihuahua medirá la tolerancia a la corrupción que sus pobladores padecen. Dicen los que saben que no es lo mismo Chihuahua capital que Ciudad Juárez. Vale desde ahora preguntarse cuál de las dos ciudades tiene mejor puesta la dignidad.
Sinaloa no debe escaparse a este análisis. En este estado ha habido escándalos por la construcción de hospitales con la fórmula de asociaciones público-privadas que han dejado a más de uno enfurecido por cuánto apesta ese negocio. Acaso estas y otras historias de corrupción podrían explicar porqué el gobernador saliente sería sustituido por un candidato de la oposición, en este caso del PRI.
Los dos últimos ejemplos son los de Quintana Roo y Zacatecas. En el primero la tolerancia hacia la corrupción ha sido por costumbre muy grande. No importa cuánto robe el gobernante en turno, qué nexos oscuros tenga con la ilegalidad, ni de qué talla sea el cinismo de los políticos que el electorado quintanarroense prefiere alardear indiferencia frente a todo ello.
Según las encuestas, Roberto Borge será reelecto a través de Mauricio Góngora y su sucesor tendrá amplia libertad para continuar con la cleptocracia caribeña.
Con respecto a Zacatecas la sentencia en cambio no es tan clara. El gobernador Miguel Alonso Reyes ha dejado una estela desagradable de ostentación, despilfarro, crecimiento injustificado de deuda y otras linduras propias de su casta política. Acaso por ello David Monreal tiene posibilidades de ganar pero nada en esa partida está todavía resuelto.
ZOOM: Ha de ser consigna ciudadana quejarse menos y actuar más. Es responsabilidad de cada quien que continuemos teniendo gobernantes corruptos y que la impunidad sirva para su infame enriquecimiento.
www.ricardoraphael.com
@ricardomraphael