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¿Cuántos como él seguirán siendo víctimas de ejecución extrajudicial cometida por el Ejército mexicano? Ni su caso ni su nombre merecen seguir enterrados, aunque los soldados así lo hayan pretendido.
Esta vez se trata de un funcionario ejemplar del Estado mexicano: Jorge Antonio Parral Rabadán, quien hasta el 26 de abril de 2010 fuera administrador del puente internacional de Camargo, en Tamaulipas.
La historia en extenso puede conocerse gracias al video que su hermana Jessica subió a YouTube (http://bit.ly/1mhFhqE) y, sobre todo, por el notable trabajo que el reportero Daniel Hernández publicó para Vice News en Estados Unidos (http://bit.ly/1ZPZlAa), el pasado mes de octubre.
Aquí un apretado resumen: entre los meses de enero y abril de 2010 el administrador del puente internacional que reúne a Ciudad Camargo, en Tamaulipas, con Río Grande City, Texas, solicitó apoyo a sus superiores para que protegieran al personal de Caminos y Puentes Federales de Ingresos y Servicios (Capufe), que laboraba en el lugar.
Se presume que tal solicitud de ayuda haya llegado a oídos del crimen organizado y por ello, el sábado 24 de abril un comando armado ingresó a las oficinas del administrador, alrededor de las 9:30 de la mañana, para secuestrar a Jorge Antonio Parral.
A pesar de la alerta previa y de la noticia del delito, José Guadalupe Tarcisio Rodríguez Martínez, cabeza nacional de Capufe, optó por no denunciar de inmediato los hechos. A pesar de la insistencia de los familiares, pasaron más de dos días para que el Ministerio Público tuviera noticia del caso; un tiempo que habría sido valiosísimo en la búsqueda.
El día 26 de abril —como si se tratara de un tema aislado— el Ejército mexicano informó que había ingresado a un rancho denominado El Puerto, ubicado en el estado de Nuevo León, para rescatar a un grupo de personas que se encontraban detenidas, en contra de su voluntad, por una banda de sicarios.
Pasarían más de diez meses antes de que se revelara la verdad. Asegura Daniel Hernández que hay pruebas para afirmar que Parral Rabadán fue trasladado por sus secuestradores al rancho mencionado. Según testimonios que han sobrevivido, ahí permaneció dos días hasta que ingresó el Ejército al lugar “disparando a lo loco”.
A pesar de que el funcionario de Capufe no estaba armado, un soldado descargó a quemarropa en contra suya.
Una vez concluida la masacre, los efectivos del Ejército cavaron una fosa y enterraron a todos los muertos, acaso suponiendo que con ello desaparecerían los hechos y también la biografía de las personas abatidas.
No fue hasta enero de 2011 que los padres y la hermana de Jorge Antonio Parral averiguaron que en el rancho El Puerto los soldados habían hallado una identificación de Capufe a nombre de su familiar.
Gracias a este documento y a un vehículo oficial que igualmente se encontraba en el lugar, fue posible reconstruir los hechos. La familia contó además con la ayuda de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos A.C. (CMDPDH).
Este, como miles de casos parecidos, despierta hoy en México preguntas insoportables:
¿Por qué Capufe no fue capaz proteger la seguridad, la vida, y luego el honor de uno de sus funcionarios? ¿Quién filtró al comando criminal la solicitud de ayuda que hizo Jorge Parral? ¿Quiénes secuestraron realmente al administrador? ¿Cuál fue la razón por la que el Ejército ingresó al rancho El Puerto? ¿Por qué los soldados entraron “disparando a lo loco”? ¿Quién ordenó ejecutar a Jorge Parral Rabadán? ¿Por qué se le confundió con un sicario?
¿Por qué se cavó una fosa? ¿Por qué no se determinaron las identidades de las personas muertas? ¿Por qué no hubo notas de prensa sobre esta tragedia antes de octubre de 2015, cuando el reportero Daniel Hernández publicó su texto? ¿Es cierto, como afirma la familia Parral, que recibieron visita de mandos militares para ofrecer dinero a cambio de silencio?
ZOOM: Tlatlaya, Iguala, Tanhuato y ahora El Puerto, Nuevo León, ¿cuántos episodios más serán necesarios antes de que el Ejército mexicano decida emprender una reforma de fondo a sus normas y sus instituciones? Como bien aprendieron con dolor los familiares de Jorge Antonio Parral Rabadán, la realidad no puede enterrarse para siempre.
www.ricardoraphael.com
@ricardomraphael