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Se aprobó la reforma política del Distrito Federal. En el Senado están de fiesta, lo mismo que en la casa de Miguel Ángel Mancera. El consenso logrado no tiene antecedente. Desde que María de los Ángeles Moreno puso este tema en la discusión parlamentaria, por allá de finales de los años noventa del siglo pasado, no había sido posible lograr un acuerdo que sumara tantas voluntades.
El arreglo tiene pocos elementos: 1) La gran urbe dejará de llamarse “Defe”. 2) Habrá constitución propia para la Ciudad de México. 3) Se elegirá un cuerpo constituyente, responsable de redactarla. 4) Las alcaldías van a sustituir a las jefaturas delegacionales y 5) Nacerá el estado 32.
Prácticamente todo lo demás quedó pendiente: ¿Qué competencias tocarán a las delegaciones y cuáles al gran gobierno de la Ciudad? ¿Quién se hará cargo de pavimentar las avenidas? ¿Quién de levantar la basura? ¿O de cobrar los impuestos? ¿Quién pagará a los policías? ¿Quién estará encargado de expedir licencias de construcción? ¿Quién de modificar el uso del suelo?
Las y los legisladores dejaron al futuro órgano constituyente buena parte de estas y otras decisiones relevantes. Aplicaron la fuga-hacia-delante, tan común en estos días.
¿Quiénes serán las y los honorables constituyentes? Aquí justo se halla el truco: es tramposa la mecánica de selección para las madres y padres fundadores.
De entrada los independientes la tendrán muy difícil. Habrán de juntar 70 mil firmas para registrarse y una vez logrado el objetivo serán anotados en una lista cuya prelación dependerá del momento en que cada uno se haya inscrito.
Con seguridad, irán por delante quienes tengan más dinero y más clientelas para registrarse pronto.
El porcentaje de los votos de la ciudadanía asignados a los independientes determinará luego cuántos candidatos, de esa lista única, recibirán el cargo como constituyentes.
El sufragio será indirecto porque la ciudadanía votará por listas y no por personas. Y la lista de las personas independientes participará como si se tratara de un partido más, ordenada por un criterio arbitrario y no por los votos o los méritos de las opciones.
Una lógica similar se seguirá a la hora de elegir candidatos de partido. La regla fijada por el Senado determinó que el voto se entregue también a favor de listas; la lista del PAN, la del PRD o la del Verde Ecologista, entre otras. En efecto, para este constituyente se votará por partidos y no por candidaturas.
Construida la muralla contra las y los independientes y dispuesto el juego para que sean las cúpulas políticas quienes definan su lista respectiva, la ciudadanía chilanga quedó marginada de la decisión directa sobre quién participará dentro del constituyente.
A los 60 representantes electos por esta vía indirecta se sumarán otras 40 personas cuyo nombramiento no será democrático: 6 representantes del Presidente de la República, 6 del gobierno del DF, 14 de la Cámara de Diputados y 14 de la Cámara de Senadores.
¡Sorpresa! Por obra de este juego bien calculado la coalición PRI-PVEM logrará el mayor número de constituyentes; y Morena, el partido que obtuvo más sufragios en la elección anterior, habrá sido reducido a la mitad.
Si se utiliza como criterio el resultado electoral de 2015, mientras la alianza PRI-PVEM alcanzaría 31 de los 100 asientos, el partido que encabeza Andrés Manuel López Obrador con dificultad llegará a los 16. De su lado, el PRD conseguiría 24 y el PAN también 16; el PT uno, y dos el Movimiento Ciudadano.
La regla de distribución dio un empujón al PRI y a su aliado el Tucán; por su trampa esta coalición saltaría del 17 al 31 por ciento de la representación. En cambio Morena descendería del 25 a sólo el 16 por ciento.
ZOOM: ¿En qué estaban pensando el PAN y el PRD cuando cedieron tanto a favor del tricolor? Con gran probabilidad en una sola cosa: cerrarle la puerta a Andrés Manuel López Obrador.
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@ricardomraphael