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Alrededor de Enrique Peña Nieto hay una inmensa muralla. Son muy pocos los que el mandatario toma en cuenta a la hora de decidir sobre los asuntos más graves. De política no habla con casi nadie. Hasta ahora sólo eran tres los elegidos para conversar: Luis Videgaray, Aurelio Nuño y Luis Miranda.
Con el primero Peña tiene una dependencia grande. No sólo es el secretario de Hacienda sino gurú grado treinta y tres. Es el hombre intocable de su gobierno porque lo respeta más que a ningún otro.
De su lado, hace tiempo que Aurelio Nuño dejó de ser una joven promesa para convertirse en uno de los hombres más influyentes de México. Después del Pacto por México el Presidente lo toma en cuenta pero también otros políticos consolidados.
El tercer hombre, Luis Miranda, es el amigo con quien Enrique Peña Nieto juega golf los fines de semana. Es el secretario de Gobernación (bis) y su poder llega a ser superior al de su jefe, Miguel Ángel Osorio Chong, cuando los asuntos en Los Pinos se ponen como carbón ardiente.
Además de estos tres personajes —Videgaray, Nuño y Miranda— hay otros que gozan de la simpatía presidencial, pero sólo con ellos tres habla de los asuntos más graves de la República.
Peña Nieto tiene habilidad para sacar a su interlocutor de los terrenos que él considera como exclusivos de la Presidencia y sus consejeros principales. Pero ya se habrá dado cuenta que la muralla alrededor suyo está dando malos réditos.
Desde el episodio de los jóvenes de Ayotzinapa, pasando por las casas en las Lomas y de Malinalco, el tren cancelado de Querétaro, la crisis de los precios del petróleo, la devaluación del peso, la frivolidad de la corte cuando viaja y hasta la fuga del Chapo, algo funciona muy mal en Palacio que ni los asesores ni el principal han logrado resolver.
Últimamente Enrique Peña Nieto aceptó prestar oreja para que otros siembren ideas. También, gracias al juego del golf, su tío Alfredo del Mazo se ha colado en las conversaciones sustantivas del Presidente. No se trata de un político joven y eso le ayuda a sobrevivir los intentos por cerrarle la puerta. Tiene además ascendencia sobre su sobrino porque fue el primer político con quien el más joven pudo observar de cerca su futura profesión.
Para infortunio del pequeño círculo, Alfredo del Mazo ha ido obteniendo influencia. Aprovecha su conocimiento por el vino más añejo y con ello ofrece salidas que el mosto nuevo no ha sabido presumir.
Miguel E. Basáñez, el hombre propuesto como nuevo embajador ante Estados Unidos, da prueba de este cambio en la escucha del Presidente. Se trata del principal asesor político con el que Alfredo del Mazo contó cuando fue secretario de Energía y aspirante a la Presidencia de la República. El futuro embajador habría sido ministro de Gobernación si al tío del Presidente le hubieran salido mejor las cosas en 1988.
Después del fracaso de aquella candidatura, Basáñez supo reencarnar en la academia y ahí labró una vida profesional exitosa que, de no haber sido por su antiguo jefe, le habría conducido próximamente a jubilarse como investigador en alguna universidad estadounidense.
Fue también Del Mazo quien, con probabilidad, sugirió el nombre de la ex alcaldesa de Metepec, Carolina Monroy del Mazo, para que hiciera pareja política con Manlio Fabio Beltrones en la dirigencia del Revolucionario Institucional. Esa dupla contiene significados que van más allá de lo aparente. No sólo se trata de la prima del Presidente, sino de la otra sobrina de un político de cepa que, por obra de las circunstancias, tiene hoy un poder envidiable.
ZOOM: en la mesa donde se discute la política mexicana habrá también que añadir otra silla para el nuevo presidente del PRI. Beltrones es un profesional que, sin acudir a los campos de golf, terminará obligando al Presidente a que lo escuche con mucho cuidado.
@ricardomraphael