Podrán decir misa, pero el severo golpe al populismo argentino y venezolano —y la ruina que vive Brasil—, también son un golpe mortal al populismo mexicano; al proyecto de Andrés Manuel López Obrador, quien insiste en llevar a México por la misma ruta trágica que provocaron en sus países Cristina Fernández, Nicolás Maduro y Dilma Rousseff.

Y es que luego de la caída del gobierno populista de Argentina, del revés que sufrió la dictadura venezolana y de la crisis general que se vive en Brasil, lo menos que podemos decir es: “de la que nos salvamos si hubiese llegado al poder López Obrador”.

Y nos salvamos porque gracias a las instituciones democráticas —las que funcionan a pesar de ser harto cuestionables—, una mayoría de ciudadanos sensatos cerró el paso —en las urnas—, a la versión mexicana del chavismo y el madurismo, a la versión azteca de Cristina Fernández y Lula, versión que en México encarna Andrés Manuel López Obrador.

Nos salvamos porque las instituciones que hoy muchos han denostado, funcionaron en 2006 y 2012, a pesar de que el derrotado reclamó un fraude que nadie pudo demostrar y que muchos creyeron ver obnubilados por el calor y el auge del populismo mexicano.

Y si alguien duda que López pretendía llevar a México a un régimen populista como los que arruinaron Argentina, Venezuela y Brasil, basta con revisar la historia mínima de AMLO, sus ocurrencias políticas, su amor por el clientelismo, el origen oscuro de sus recursos y su “democracia de tómbola y mano alzada”.

Basta ver la adoración de buena parte de lopistas —como Fernández Noroña, Dolores Padierna, Martí Batres y Pablo Moctezuma, delegado en Azcapotzalco, entre muchos otros—, para confirmar que la democracia mexicana estuvo —y sigue estando— en un serio riesgo; el mismo riesgo que corrieron sociedades desesperadas como Argentina, Venezuela y Brasil y que, a la vuelta de los años, han pagado caro el experimento de creer en políticos mesiánicos, salvadores de la patria.

¿Qué van a decir ahora los fanáticos de AMLO que defendían a capa y espada el chavismo y el madurismo, los que ardorosos elogiaban sin freno a la locuaz Cristina Fernández, los que obnubilados se santiguaban ante la corrupta figura de Lula? ¿Dónde van a meter la cabeza los doctores, los académicos, los experimentados políticos que defendían con ardor a los próceres del populismo de gobiernos, luego del fracaso de los populismos de Argentina, Venezuela y Brasil?

¿Con qué cara van a cuestionar las gestiones económicas y políticas de los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, ante el fracaso, la ruina y la tragedia de Argentina, Venezuela y Brasil?

¿Existe siquiera punto de comparación en la economía, la política, la inseguridad, la desigualdad, el desempleo, la inversión externa entre México y la Argentina destruida por Cristina Fernández, entre México y la Venezuela arruinada por Hugo Chávez y Nicolás Maduro, entre México y el Brasil depredado por Lula y su heredera Dilma?

Podrán decir misa, podrán justificar lo que gusten y manden, podrán engañar a muchos por mucho tiempo, pero no podrán engañar a todos todo el tiempo. Lo cierto es que el fracaso de los tres grandes de América Latina —Argentina, Venezuela y Brasil—, marca el fracaso del proyecto populista de Andrés Manuel López Obrador, quien sin haber llegado al poder, ya causó un grave daño a la democracia mexicana.

¡De la que nos salvamos!

Al tiempo.

www.ricardoaleman.com.mx

Twitter: @ricardoalemanmx

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