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Como ya es costumbre en parte de la sociedad mexicana —sobre todo en la “sociedad cibernética”—, el debate sobre la mal llamada “Ley Fayad” se quiere reducir a “buenos” y/o “malos”.
Los “buenos” serían aquellos exaltados que denuncian imaginarios o reales intentos de censura —la mayoría sin leer la propuesta y sin entender nada de censura—, y los “malos” estarían del lado de quienes lejos del maniqueísmo y lo “políticamente correcto” consideran positivo tipificar conductas criminales que pululan en internet y en redes sociales.
Aquí nunca apoyaremos y tampoco aplaudiremos iniciativa alguna que atente contra libertades básicas —como la de expresión, que es termómetro de la calidad democrática—, pero tampoco caemos en la trampa de lo “políticamente correcto”; seguidismo que resulta peor que la censura misma.
Y es que si bien la “Ley Fayad” tiene serias fallas de interpretación y redacción, también es cierto que pega en el blanco de un problema que sólo los necios se niegan a ver: las conductas criminales que abundan y se multiplican en internet y que han proliferado en redes sociales hasta convertir en celebridad a los “matones” a sueldo en las redes y en internet.
Lo primero que deben saber los que “borreguean” el seguidismo de lo “políticamente correcto” es que detrás de internet y las redes existen grupos poderosos, grupos empresariales globales a los que vale madre la censura. Son empresas privadas que censuran según la conveniencia de su negocio. Y a pesar de sumar miles los ejemplos, pocos usuarios protestan por esa censura.
Por ejemplo, en Francia y en medio de la polémica, Facebook bloqueó a un profesor que publicó la imagen del cuadro El origen del mundo, de Gustave Courbet, que muestra el sexo de una mujer y bloqueó la cuenta del museo donde se exhibía la obra también por compartirla. Instagram se vio envuelta en polémica debido a la censura de una imagen de una mujer mostrando los pezones. Twitter ha estado en el ojo de huracán por sus políticas en contra de desnudos e imágenes “violentas”. Bloquea videos de decapitaciones, pero en esa misma red social circulan miles de videos en donde niños y adolescentes practican el bullying en contra de sus compañeros.
¿Cuántos usuarios se escandalizaron, le mentaron la madre o dejaron de usar esas redes en protesta por la censura? Doble moral.
Lo que propone la iniciativa del senador Fayad no es más que dar tipo penal y la respectiva sanción, a las conductas que se expresan en internet y en redes y que en el cotidiano son delitos que dañan a terceros.
¿Quién negaría la sanción a pederastas cibernéticos? ¿Quién defendería la “libertad de expresión” de acosadores sexuales de menores, en redes e internet? ¿Quién aplaudiría a cobardes que anónimos o en forma abierta amenazan de muerte a los que piensan distinto? ¿Quién defendería a los sembradores de odio que difaman, calumnian y denigran por razón de credo religioso, preferencia sexual, origen racial o color de la piel? ¿Quién defendería “la libertad de expresión” de aquellos que roban documentos privados, los exhiben como expresión de venganza u odio, a pesar de que ponen en peligro la vida de las personas?
Son muchas las conductas delictivas impunes que crecen al amparo de las impolutas y sacrosantas redes e internet. Y si en la vida cotidiana, fuera de las redes, esas conductas son delictivas y la sociedad acepta que deben ser sancionadas, ¿por qué llamarse a sorpresa si se propone el mismo tipo penal en redes e internet?
¿Debate engañabobos?
Al tiempo.
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Twitter: @ricardoalemanmx