Es injusto, si no es que canallesco, pedir que además de experto en el complejo negocio del fútbol, Miguel Herrera —El Piojo—, también sea un conocedor de los fundamentos y las reglas básicas de libertades elementales como la de expresión, la crítica y la repercusión política, social y democrática de las mismas.

En rigor, El Piojo es un ciudadano promedio que no entiende ni más ni menos que la mayoría sobre esas y otras libertades democráticas. En estricto, es posible que muchos legisladores federales y locales, gobernadores y hasta secretarios de Estado ignoren —igual que El Piojo— la importancia en democracia y en lo cotidiano, de la libre expresión, la pluralidad de ideas, lo diverso, la opinión del otros y —en consecuencia— lo negativo que resulta para la salud democrática el pensamiento único. Un signo distintivo de las dictaduras es la carencia de libertad de expresión y el pensamiento único.

Y si queremos un ejemplo de que muy pocos entienden el significado de la libertad de expresión —en tanto derecho natural y libertad democrática—, basta mirar las redes sociales, en donde aparece una confusión total entre “pensamiento libre”, “libertad de expresión”, “opinión conforme a la ley” y —en el extremo— abundan los que proponen “opinar con objetividad”.

Ignorancia total del tema porque nadie puede “opinar conforme a la ley” y tampoco “opinar con objetividad” ¿Por qué? Porque la opinión es única, personal, subjetiva y resulta de un derecho natural; el pensamiento, que no puede ser regulado por ninguna ley.

Por eso, si bien es incuestionable la censura a la actitud asumida por El Piojo y reprobable desde todos los aspectos la proclividad agresiva hacia sus críticos, también resulta canallesco quemarlo en la pira de su incapacidad para entender y respetar la libertad de expresión de los críticos que lo cuestionan. ¿Por qué es una canallada?

Porque, en efecto, si la responsabilidad del manejo futbolístico es en estricto del entrenador, también es cierto que el manejo de una política de medios y comunicación debiera ser, en rigor, de los directivos de la Femexfut. En realidad los dueños del negocio del futbol debieran rodear al entrenador de la selección de especialistas en el manejo de medios, para hacer frente a las críticas, para desarrollar políticas de comunicación y explicar a medios y periodistas lo explicable del negocio y el espectáculo del futbol.

Es curioso que “los hombres de largo” son los mismos que vetan periodistas, cronistas, medios y columnistas incómodos; los mismos que censuran y violentan las libertades básicas en democracia; los que alimentan la violencia con las barras en los estadios y hasta se dan el lujo de manejar, a su antojo, las redes sociales de los futbolistas.

Pero ninguno de esos hombres de “pantalón largo” da la cara cuando pierde el equipo, cuando es eliminado el seleccionado nacional. El que da la cara a las fieras de los medios, el que tolera las críticas, al que vapulean por su “ignorancia” en libertades como la de expresión y el que defiende su táctica y estrategia es el entrenador. Es, en rigor, “el hombre solo”.

Pero cuando el entrenador revienta por la presión de la crítica —como ha ocurrido con todos—, los de largo se rasgan las vestiduras, alimentan la pira contra el entrenador reventado y lo tiran a la basura. ¡Y que venga el que sigue!

El problema no es El Piojo o los muchos piojos. El problema es una industria sin reglas, sin moral y sin ética de los hombres de pantalón largo. Al tiempo.

Twitter: @ricardoalemanmx

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