La Habana. Mientras los restos de Fidel Castro recorren los caminos de Cuba hacia Santiago, la vida en esta ciudad transcurre sin sobresalto, pero apagada por el duelo y el desánimo. Si uno se mete a La Habana vieja, pero no la turística sino la verdaderamente vieja, no le resulta inverosímil que, como afirman los opositores al régimen, noventa por ciento de los cubanos sobreviva en condiciones precarias.

Aquí todos se dicen fidelistas, adoran la paz y seguridad de las calles, están muy orgullosos de su educación y servicios médicos gratuitos, productos incontestables de la Revolución. Por eso muestran un profundo respeto por quien fuera su comandante en jefe hasta hace una semana. Pero ese respeto no oculta su desánimo por la falta de incentivos palpables para mejorar su situación.

En estos nueve días de duelo ni hay venta de tragos ni se escucha el bullanguero ritmo de la ciudad. La sinceridad del luto no la ponemos en duda, pero si alguien bebe alcohol o escucha música en el auto o en la casa, le clavan una multa equivalente a 50 dólares.

El cambio en Cuba ya es impostergable si no se quiere un colapso. Raúl Castro aflojó para destensar las cosas. Ajustes, tímidos y paulatinos, que alcanzan a percibirse en cosas sencillas pero significativas. Ya se pueden ver, por ejemplo, autos de modelos recientes, sobre todo chinos y coreanos, aunque no dejan de circular decenas de modelos estadounidenses viejos, que en su mayoría son de cubanos taxistas que dan el servicio por cuenta propia, sin dejar de pagar, claro, una cuota al Estado.

Estos hombres fueron la punta de lanza en una actividad que crece y que desempeñan los llamados “cuentapropistas”, sobre todo en la rama restaurantera. A sus locales se les conoce como “paladares” y la mayoría ofrece una atención y platillos de primer nivel.

Se trata de iniciativas privadas que favorecen, en este caso, la actividad turística, una de las principales fuentes de divisas de la isla, pero que en el fondo tienen y tendrán consecuencias mucho más importantes, si no es que una nueva revolución.

Y es que esto está provocando un cambio radical en la estructura de clases. Estamos hablando, de acuerdo con cifras del gobierno, de medio millón de pequeños negocios encabezados por empresarios cubanos que contratan trabajadores, piden crédito y mejoran la oferta de bienes y servicios dentro de las difíciles condiciones de la economía cubana.

Si nos atenemos a la teoría marxista, todo cambio en la estructura de clases reclama un cambio en el régimen político, porque el mercado no sólo es una estructura económica sino también una institución política que obliga a reglas y normas.

A este factor de cambio debe sumarse otro igualmente significativo: la generación posrevolución que, por razones naturales, tomará pronto el poder. Esa generación creció en una realidad diferente a la de los viejos revolucionarios, conoce el desastre económico que ha sido el modelo socialista, empuja para exigir la satisfacción de sus demandas crecientes, y fue testigo del viraje hacia economías de mercado de Rusia y China. Nacieron justo cuando colapsó la Unión Soviética y les tocó vivir el llamado “período especial”, repleto de carencias al cancelarse la ayuda que venía de Moscú.

En todo eso pensaba mientras veía a cientos de millennials tropicales que, con la vista puesta en sus celulares, aguardaban la noche del martes el inicio del homenaje de Estado a Fidel en la Plaza de la Revolución. Eran parte de los casi dos millones congregados que, estoicos, se soplaron cuatro horas de discursos de los 17 representantes de gobiernos invitados a las honras fúnebres, entre ellos el presidente Enrique Peña Nieto.

Pasado mañana en Santiago serán las exequias. ¿Después? Incertidumbre: ¿Qué tanto más se abrirá el régimen y qué pasará cuando falte Raúl? Temor: ¿Qué tan agresivo vendrá Trump? Se avecinan cambios en la dirigencia, según pudo averiguar este reportero. Pero serán hasta enero, después de las fiestas.

Cuba está tan detenida en el tiempo que cualquier cambio que venga, tendrá que ser brusco para ser efectivo.

INSTANTÁNEAS. 1. EMBAJADOR. Dagoberto Rodríguez ya dejó la embajada de Cuba en México. Ocupará la Dirección para América Latina y el Caribe del ministerio de Relaciones Exteriores. El nuevo embajador será, a partir de enero, Pedro Núñez Mosqueda.

2. REGRESO. El mediodía de ayer salió de La Habana, en vuelo privado, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Estuvo aquí entre los invitados especiales que fueron amigos de Fidel, pues aquí vivió unos meses autoexiliado después de que dejó el poder. Otros de esos invitados especiales fueron Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas, hijo y nieto del general.

3. LIDERAZGO. A sólo unos días de que un bloque de perredistas mostrara su nerviosismo por la fuerza de Miguel Ángel Mancera, alcaldes de todo el mundo reconocieron el liderazgo del jefe de Gobierno no sólo por la convocatoria que tuvo la C-40 en la Ciudad de México, sino por su compromiso en la lucha contra el cambio climático.

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