No son personajes de la picaresca nacional, ni parte de esa fauna de políticos corruptos que nos devora cual plaga insaciable. Trión y Maximino son los nombres de dos pozos petroleros, ubicados en las aguas profundas del Golfo de México, que nos han vendido como verdaderas joyas de la riqueza en hidrocarburos que yace en ese lecho marino, cuya prospectiva de existencia está estimada en 30 mil millones de barriles de petróleo, que es el triple del monto de las actuales reservas probadas.

Ambos, empero, tienen una historia que no es muy transparente ni muy prometedora. Maximino fue cerrado a la producción y Trión licitado, hace apenas unos días, sin una clara certeza de su potencial productivo.

Situémonos en 1996. Gobernaba Ernesto Zedillo. Petroleras estadounidenses perforaban el pozo que estaba más al sur de su agua territorial en el Golfo, muy cerca de nuestra frontera marítima. El entonces legislador panista José Ángel Conchello alzó una voz de alerta: Estados Unidos perforaba el Baha, así se llamaba el pozo, en aguas mexicanas.

Baha fracasó, pero permitió el descubrimiento de otros veinte campos del lado estadounidense. Y de aquel diferendo internacional resultaron dos cosas: el establecimiento de un límite entre los dos países en el paralelo 23 norte, a la altura de Matamoros, Tamaulipas, para definir los términos de explotación de esos yacimientos trasfronterizos ubicados en el Cinturón Plegado Perdido y el inicio de las exploraciones de Pemex en aguas profundas del Golfo de México.

En el gobierno de Vicente Fox se creó la primera Unidad de Investigación sobre Aguas Profundas de Pemex. En 2004 se perforó el pozo Nab, primero en aguas profundas con una tirante de poco más de 600 metros. Los resultados fueron magros, pero llevaron a que en 2005 se ubicara y estudiara el pozo Maximino, al que se le llegó a considerar la joya de la corona.

En 2010, la impaciencia devoraba al entonces presidente Felipe Calderón, pues no había resultados con Maximino ni una muestra contundente del tesoro submarino que su gobierno anunció con bombo y platillo para ampliar la participación privada en Petróleos Mexicanos, además de que del lado estadounidense ya había arrancado la producción de los yacimientos transfronterizos.

La presión presidencial apuró la perforación. La plataforma Bicentenario, del Grupo R de Ramiro Garza Cantú, inició trabajos mediante un contrato de servicio. Sus primeros resultados demostraron que había petróleo, pero muy por debajo de las expectativas.

Ese mismo año, 2010, se desató una confrontación al interior del gobierno en el contexto de la explotación del pozo Maximino. El 25 de octubre estallaron la plataforma Deep Waters Horizon y el pozo Macondo, ahí en el Golfo de México. Pemex, dirigido entonces por Juan José Suárez Coopel, muy presionado por Calderón, quería seguir con Maximino, pero tras el accidente en Macondo, se negaron tajantemente la secretaria de Energía, Georgina Kessel y el presidente de la Comisión Nacional de Hidrocarburos, Juan Carlos Zepeda Molina.

En 2013, ya con Enrique Peña Nieto en la Presidencia, se logró con éxito la perforación de Maximino, pero se corroboró lo previsto, una producción muy mediana respecto a la expectativa: alrededor de 3 mil 500 barriles diarios contra los 200 mil que en su momento mostró Cantarell, en Campeche.

Se decidió cimentar y sellar el pozo para hacer más pruebas de producción. Se perforó entonces el Maximino Uno Delimitador, para determinar fehacientemente el tamaño del yacimiento. Pero el trabajo topó con una falla geológica no prevista y el proyecto se canceló. Fracasó la joya de la corona y al Grupo R lo dejaron colgado de la brocha con una pérdida multimillonaria.

La historia de Trión corría paralelamente. Fue descubierto en 2012, en los últimos días del gobierno de Calderón. La perforación resultó exitosa, pero las características arenosas del lecho marino interrumpían el flujo del hidrocarburo. Apenas se llegaron a recuperar algunas muestras, que fueron las que presentó Calderón en un evento en Los Pinos, para no irse sin dejar constancia de su aseveración de nuestro tesoro submarino.

De manera que Trión no está probado y aun así fue licitado. Este hecho acaso explique por qué sólo entraron en la puja para concretar la primera alianza de Pemex con una petrolera extranjera la británica BP y la australiana BHP. Ésta última fue la ganadora y se comprometió, entre otras cosas, a pagar a Pemex 450 millones de dólares por los trabajos ya realizados en el pozo. Cuesta trabajo creer que ese sea el precio justo a partir de esta referencia: el alquiler de una plataforma como la que perforó Trión, cuesta medio millón de dólares diarios.

Ojalá que Trión no corra la misma suerte de Maximino.

rrodriguezangular@hotmail.com

@RaulRodriguezC

raulrodriguezcortes.com.mx

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