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El calentamiento global no es resultado de la acción humana. De eso está convencido Donald Trump a pesar de toda la evidencia científica. Desde que era candidato advirtió que recortaría los fondos de la Agencia de Protección Medioambiental de la que se quejó por emitir “nuevas regulaciones cada semana que solo afectan a los negocios de los estadounidenses”. Ya como presidente electo nominó a Scott Pruitt, un negacionista del cambio climático, para estar al frente de la vulnerada agencia.
Con sus primeras acciones de gobierno decidió revivir los proyectos para construir los oleoductos Keystone XL y Dakota Access que Barack Obama había frenado por su impacto ecológico. De hecho, el Plan de Energía Limpia impulsado por el mismo Obama que pretendía disminuir las emisiones de carbono por generación de energía en un lapso de 15 años, es letra muerta.
Esta postura de Trump no sólo tendrá efectos a nivel local. La lucha mundial contra el cambio climático puede tener un duro retroceso si Estados Unidos se retira del Acuerdo de París. Todo indica que así será. Estamos hablando del segundo país que más emisiones contaminantes genera en el planeta (20% del total), sólo superado por China. Podría ser precisamente China la que asuma el liderazgo dentro del Acuerdo de París tras la salida de Estados Unidos. Esa es la apuesta de los europeos para que el Acuerdo alcance algunos de sus objetivos y no se convierta en solo un cúmulo de buenas intenciones.
El muro de la necedad que Trump pretende levantar en nuestra frontera es también una afrenta al equilibrio medioambiental. Según el Instituto para la Energía Sustentable de la Universidad de Bath, la generación y colocación de los materiales para su construcción (acero y concreto) implicarían la emisión de alrededor de 8 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono. El flujo de ríos se vería afectado y podrían ser hasta 800 las especies animales dañadas, según estimaciones del investigador de la UNAM Gerardo Ceballos.
Por fortuna, existen contrapesos. En el Congreso, a pesar de la mayoría republicana en ambas cámaras, hay muchos legisladores que no comparten la nada científica idea de Trump de que el calentamiento global es un invento de los chinos para restar competitividad a las empresas estadounidenses. Están también los gobiernos locales. En 29 estados de EU existen regulaciones que obligan al uso de un cierto porcentaje de energías limpias. Hay también esperanza en la batalla jurídica que desde ya empiezan a dar las organizaciones ambientales.
Las consecuencias podrían ir mucho más allá de esta generación. “El daño de esta elección se medirá en tiempo geológico”. Así lo planteó Bill McKibben, fundador del grupo ecologista 350.org. Por eso deben frenarse las irresponsables acciones de este depredador. Es el planeta en el que vivimos todos, independientemente de fronteras, nacionalidades y muros.
EL HUERFANITO. Los señalamientos de corrupción en Quintana Roo se han quedado solo en eso. Ni la nueva administración estatal ni la federal parecen tener un verdadero interés en destapar la cloaca. Mientras tanto el ex gobernador Borge no la pasa mal en Miami. Pasea, saluda, compra muebles, paga en efectivo y disfruta de la vista de Bal Harbour. Eso sí, con varios kilos menos. No habrá sido por correr. Sabe que nadie lo persigue.