Las narcoseries viven un buen momento. Tienen éxito en la televisión abierta y son una apuesta que parece segura en plataformas de televisión de paga como Netflix o Blim. Hay canales extranjeros como Telemundo o Caracol que han crecido en nuestro país gracias a estos contenidos. La oferta es vasta y variada: Señora Acero, El Patrón del mal, Narcos, El Dandy, El Señor de los Cielos, La Reina del Sur y otra decena.

Con el ascenso de su popularidad, ha venido también el debate a favor y en contra de su difusión.  Esta no es una discusión nueva. Ya en los noventa se planteaba prohibir los narcocorridos y censurar a Los Tigres del Norte. La restricción ni los borró del mapa, ni les restó fuerza. Actualmente hacen campaña a favor de Hillary Clinton.

Esta semana en el Congreso se ha puesto el tema sobre la mesa. Los legisladores lo abordan desde la óptica de los derechos de los niños, que no deben estar expuestos a la violencia. Piden que las narcoseries sean clasificadas como contenido exclusivo para adultos y, por ende, transmitidas después de la medianoche. Es pues en defensa de los menores, esos que acceden cada vez más a contenido de todo tipo a través de plataformas distintas a la televisión abierta y en las que no hay censura posible.

Hay quienes van más allá y exigen su prohibición porque “promueven la apología del delito, son escuela de ideas para los delincuentes y hacen ver al narcotráfico y sus actividades como un modelo de vida aspiracional”. Si bien estoy en contra de la censura, estoy también a favor de la reflexión. ¿Qué implicaciones tiene el que veamos a un jefe del narcotráfico en la piel de un actor sensualísimo? ¿Se antoja, a pesar de los riesgos, ser parte de ese mundo de fiestas, lujos y excesos? ¿Prefiero, como mujer, identificarme con una poderosa y audaz Reina del Sur, o con una resignada, boba y mojigata de la que todos abusan hasta que llega el final de la historia rosa?

Ficción y realidad se acercan, se seducen y se confunden. Ahí está el capo real que contactó a la sicaria ficticia para producir una historia. ¿Cómo esperaba verse El Chapo en la película que le produciría Kate del Castillo? ¿Cómo un sanguinario asesino que promueve un negocio que envenena? Yo más bien creo que aspiraba a ser retratado como el valiente que supo crear un emporio en un muy adverso entorno.

Es innegable que el mundo del narco se ve muy sexy en buena parte de esas series. Si eso tiene efectos en la formación de los valores forma parte de un buen debate. Pero eso de restringir es peligroso. No olvidemos que lo atractivo suele coquetear con lo prohibido.

EL HUERFANITO. El próximo año, a mediados de abril, una de esas plataformas de contenido por demanda estrenará la serie que aborda la vida de Joaquín El Chapo Guzmán y lo hará, me cuentan, con la intención de poner las cosas en su lugar, pues más que una obra biográfica, de lo que se trata es de hacer una radiografía de la llamada guerra contra el narcotráfico, y de indicar quién es quién en este proceso del que el país no logra salir. Lo hará valiéndose de datos oficiales y apoyándose en periodistas como fuente viva (aunque a veces muerta de miedo) para documentar esa espiral de violencia.

Foto: Archivo / EL UNIVERSAL

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses